Universitarios comparten su Nochevieja con mendigos

Cambian el cotillón, el matasuegras, el cava y las serpentinas de colores por las mantas, el café caliente y las galletas que reparten a miles de indigentes. Son jóvenes voluntarios de toda España que participan de actividades en centros del Opus Dei y que dedican su Nochevieja a ayudar a los "sin techo". Artículo publicado en La Razón.

Grupo de voluntarios de Cooperación Internacional.

No se gastarán 50 ó 60 euros en una fiesta, ni varios cientos más en un vestido (que no falte, claro, el color rojo). Son los miles de voluntarios de toda España que pasarán una de las noches más especiales del año, la de Nochevieja, con los mendigos. Un dato: sólo la ONG Cooperación Internacional moviliza en estas fechas a más de 3.000 jóvenes. Y no son los únicos. Cientos de iniciativas invaden las calles estos días navideños.

Comparten mesa y mantel con drogadictos, alcohólicos, mendigos y prostitutas. Su cena de Nochevieja no está tan surtida como en otras ocasiones. Son los miles de voluntarios que pasarán el fin de año con los «sin techo». Ciertamente, son minoría respecto a los que abarrotarán las salas de fiesta, pero sí se cuentan por miles en toda España.

José Alberto lleva varios años celebrando la Nochevieja en una oscura iglesia de la madrileña calle de Fomento. Allí, muy cerca de la plaza de Callao, los pesados portones del templo abrirán a las diez de la noche. Entonces, una larga fila de mendigos, vagabundos, prostitutas, sin papeles, borrachos e indigentes de toda clase ocuparán las mesas dispuestas para ellos.

«Se trata de una cena sencilla, en la que cada voluntario trae alguna cosa pero, al menos, los mendigos tienen donde pasar el fin de año», explica otro voluntario. Tras las doce campanadas, «se comenzará el año alabando a Dios para tener la eucaristía a la una de la mañana», prosigue. Después se expone el Santísimo para que todos, mendigos y voluntarios, puedan adorar a Dios. «Y está abierta a todas las personas que quieran venir esa noche con nosotros», apostilla.

Muy cerca de allí, en Argüelles, Pedro es muy conocido. Muchos de los que pasean por Rosales o suben por Marqués de Urquijo se han cruzado alguna vez con él o han visto su estampa, sentado en un rincón, rodeado de bolsas o transportando a cuestas sus 50 kilos de equipaje. Y es que Pedro vive en estas calles desde hace 18 años. Originario de Extremadura, cayó enfermo y se vino a Madrid, y desde entonces se dedica a la mendicidad. Pedro es uno de las 9.000 personas que se han beneficiado de la campaña «Una sonrisa por Navidad», desarrollada por la ONG Cooperación Internacional con 3.000 voluntarios en quince capitales españolas.

La de este año es la quinta edición y se han programado más de 120 actividades dirigidas a niños, ancianos, enfermos, discapacitados, familias sin recursos y marginados.

Vacaciones para volcarse con los demás

De nuevo en la capital, estudiantes del club Ceah, un centro para universitarios de la Prelatura del Opus Dei, han colaborado en la campaña, ya que «las vacaciones son una buena oportunidad para volcarse en los demás», afirma José María Puyol.

«Es como si una pared de cristal –de indiferencia– separara a los indigentes de la gente que pasa por la calle. Podríamos decir que, para muchos, son casi como una farola, como un mueble urbano», añade. «En cualquier caso, te enseñan mucho una sonrisa de agradecimiento, el desahogo del que no puede contar a nadie los problemas que le torturan, el grito silencioso de una mirada», subraya.

El club Roca ha puesto en marcha una original iniciativa, llamada «Estudio Solidario». Numerosas estudiantes «canjean» sus horas de estudio por turrones, dulces, polvorones y mazapanes, que posteriormente reparten entre familias desfavorecidas del barrio de Tetuán.

Por otro lado, numerosos miembros del colegio mayor Castilla acudirán el 2 de enero al Instituto Leprológico de Trillo (Guadalajara). «Vamos con el convencimiento de que somos los más beneficiados, ya que el dolor y la enfermedad enseñan mucho. El consumismo queda muy lejos», afirma el director del colegio, Álvaro Matud.

Álex Navajas/ La Razón