"Me admiraba la capacidad de san Josemaría para encontrar a Dios en todo, en lo grande y en lo pequeño"

Entrevista al párroco de la Iglesia de san Josemaría Escrivá de Balaguer en Valencia

  “No es habitual –comenta don Manuel de Sancristóval- que un párroco haya tratado durante años al santo titular de su parroquia. Dios me ha concedido esa gracia. 

Conocí a san Josemaría Escrivá el 7 de octubre de 1951 y conviví con él durante tres años en Roma, de 1954 a 1957, especialmente durante el curso 1955-57. 

Guardo muchos recuerdos de aquella época: recuerdos aparentemente menudos, que no se me olvidan, porque siempre que reflexiono sobre ellos encuentro que están llenos de verdadera caridad y de un profundo cariño humano y sobrenatural. Por ejemplo, su cuidado paternal por nosotros llegaba hasta el extremo de que a veces, por la noche, cuando pasaba junto a la habitación de alguno que estaba durmiendo, se descalzaba los zapatos para no despertarle. 

Me admiraba su capacidad para encontrar a Dios en todo, en lo grande y en lo pequeño. Enseñaba a encontrar a santificar las pequeñas cosas de cada día, y vivía lo que enseñaba. 

Yo fui testigo de muchos aspectos de su vida cotidiana, y me admiraba ver como cuidaba el orden, con presencia de Dios y un fuerte sentido de servicio a los demás: por ejemplo, por las mañanas dejaba tan limpio su cuarto de baño que parecía que no lo había usado. Era un detalle más de servicio y delicadeza con las personas que se ocupaban de la limpieza.

Le vi durante años sobreponerse a la fatiga, un día y otro, para atender a una visita o para estar con nosotros, aunque estuviese físicamente agotado. Nos hablaba de Dios de una forma simpática y animante; y a cada uno en su propio lenguaje. Yo era oficial del Ejército antes de ordenarme sacerdote, y tenía –y sigo teniendo- una gran afición por los caballos. A veces, cuando trataba de temas de la vida cristiana o de la identificación con Cristo, san Josemaría empleaba términos de equitación y me hablaba de ir al galope hacia el encuentro del Señor…

 Se entiende mi alegría cuando nuestro Arzobispo, don Agustín García-Gasco, decidió erigir esta nueva parroquia de Valencia, el 8 de octubre de 2002, a los dos días de la canonización de san Josemaría. Era la segunda parroquia del mundo erigida en su honor. La primera fue la de Roma, y luego, según mis noticias, se erigieron otras dos parroquias, una en Perú y otra en Tailandia. Iglesias bajo esa advocación hay bastantes más en el mundo, como la de Barbastro en España o Guadalajara en México; pero parroquias hay sólo estas cuatro, que yo sepa.

 Esta parroquia nace, como todas las parroquias de nuestra ciudad, para prestar un servicio pastoral  a los valencianos siguiendo las indicaciones que en cada momento vaya marcando el Arzobispo. Dentro de esas líneas pastorales se podrían destacar, en nuestra parroquia, la pastoral de los sacramentos, de la oración y de la ayuda a los más necesitados.

 Comenzamos la construcción del templo como pudimos, de forma muy precaria. Esto suele ser habitual en este tipo de parroquias que parten desde cero, tanto desde el punto de vista pastoral como desde el punto de vista económico. El barrio estaba dando entonces los primeros pasos. De hecho, en la actualidad  sólo hay tres bloques de casas que tengan algunos años de antigüedad: el resto es de construcción muy reciente.

 Durante este tiempo ha ido surgiendo poco a poco una comunidad parroquial cada vez más vibrante. Se están consolidando, gracias a Dios,  algunas actividades pastorales y culturales: las catequesis de primera comunión, de confirmación y adultos; los cursillos prematrimoniales; los retiros espirituales; el voluntariado; cáritas parroquial y actividades muy diversas: conferencias, peregrinaciones con los feligreses, grupos de teatro, relaciones con la falla del barrio, etc. 

 Hay muchos laicos que colaboran –y entre ellos, bastantes jóvenes- con los sacerdotes que están al frente de la parroquia, con un gran deseo de servicio a la Iglesia en Valencia.

La resolución, aunque incompleta, del problema económico no ha sido fácil. En el consejo parroquial no sabíamos como íbamos a sufragar las obras de construcción y cuando le comenté nuestra preocupación al Vicario episcopal de Valencia me contestó más o menos con estas palabras:

-No os preocupéis: todo irá saliendo. Lo importante es ir poniendo los medios, porque aunque surgiera de pronto un donante y os pagara el templo completo, hay algo que nadie puede hacer por vosotros: poner en marcha la parroquia. 

Tenía razón. El problema económico se ha ido resolviendo gracias a los donativos de los fieles y a un préstamo bancario avalado por el Arzobispado. Muchas personas nos están ayudado de forma tan generosa como discreta, viviendo las recomendaciones del Evangelio: “que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda”. 

 Gracias a estos donativos se ha podido construir el edificio del templo. Ahora nos enfrentamos con nuevo reto: no tenemos dinero para equipar la iglesia ni para pagar la electricidad,  el agua, el teléfono, la limpieza, etc. Pero confiamos en Dios y en la generosidad de los valencianos.

El templo seguirá abierto ocho horas al día. Este es de los muchos temas que están en estudio, porque nos gustaría ampliar ese horario en la medida de lo posible. Desearíamos que pudiese estar abierto al mediodía, por ejemplo,  porque hay personas que sólo pueden venir a rezar  durante ese tiempo. Es algo que estamos estudiando, lo mismo que el uso de las campanas, ya que no queremos molestar a los pacientes del vecino hospital.

Procuramos estar en contacto con toda la feligresía por los medios más diversos, también por medio del correo electrónico y la página web de la parroquia. 

 Se distribuye todas las semanas la Hoja parroquial y se envía mensualmente una carta pastoral  por medio de la red. Ahora estamos contemplando la posibilidad de trasmitir la misa diaria -o al menos la Misa dominical de la parroquia- a través de Internet, para que los impedidos y enfermos puedan ver y escuchar la Santa Misa desde sus casas.

 En este momento, el buque insignia de la recién nacida parroquia es la Misa de ñiñas y niños. Y los enfermos, que son nuestro tesoro: tanto los enfermos de la parroquia como los del hospital vecino, a los que procuramos atender y cuidar todo lo que podemos.