La vocación que caminó sobre la nieve

A raíz de un nuevo libro, el periodista escribe sobre un suceso que cambió la vida del fundador del Opus Dei: las huellas en la nieve de un carmelita descalzo, que vio en Logroño en el invierno de 1917-1918.

La vocación que caminó sobre la nieve La película 'Encontrarás dragones', de Roland Joffé, recrea la escena, ocurrida en la calle Mayor posiblemente en enero de 1918

Escrivá de Balaguer recibió en Logroño la 'señal de la fe' tras ver las huellas de un carmelita descalzo

Elevado a los altares por Juan Pablo II , difundida su biografía a nivel mundial a través de la reciente película 'Encontrarás dragones', de Roland Joffé, José María Escrivá de Balaguer comenzó en Logroño su carrera eclesiástica. Y lo hizo a raíz de una «señal divina» que iluminó su camino. En su último libro, 'El muro y la noria. Los carmelitas descalzos en Logroño', el cronista riojano Felipe Abad León abunda sobre lo que le aconteció al niño José María en la calle Mayor.

El invierno de 1917-1918 fue muy frío. Los termómetros llegaron hasta los 17 grados bajo cero durante varias semanas y la ciudad quedó paralizada. Una de esas madrugadas, con apenas 16 años, Escrivá observó unas huellas sobre la nieve: las pisadas de un carmelita que caminaba descalzo. Al verlas, José María experimentó una profunda inquietud religiosa y un fuerte deseo de entrega. Otros hacían tantos sacrificios por Dios, ¿y él -se preguntó- no era capaz de ofrecer nada?

El carmelita era el padre José Miguel de la Virgen del Carmen -Mariano Domínguez Alonso en su partida de nacimiento-, que se convertiría en su director espiritual, y al que guardaría gran cariño hasta su prematuro fallecimiento en 1942.

La importancia que Escrivá otorgó a la señal divina que le condujo al camino de Dios es evidente, según sus biógrafos y sus propias obras. Así lo remarca el filme de Joffé. Una placa colocada en la logroñesa calle Mayor narra la experiencia y la sitúa entre diciembre de 1917 y enero de 1918. Indagando, indagando, Abad León aventura la escena en el 29 de diciembre y las huellas del padre José Miguel en el recorrido entre el convento (junto al Espolón) y la calle Barriocepo, donde habría ido a visitar a una anciana -Bonifacia Zuazo-, que murió días después.

Lo que los biógrafos, por lo general, eluden es que el temporal que provocó decenas de muertes también desencadenó la solidaridad de toda La Rioja. La sociedad se movilizó, sobre todo a partir del 1 de enero de 1918, con donativos que se encauzaban a través de Ayuntamiento, Círculo Logroñés, Gran Casino, Cocina Económica o LA RIOJA. Entre aquellas gentes desprendidas estaba la familia Garrigosa, propietaria de 'La ciudad de Londres', comercio del que el padre de san Josemaría era dependiente, y hasta los propios empleados de la tienda aportaron 38 pesetas a la colecta días después.

Abundando en la investigación de Felipe Abad, quizá habría que situar la fecha del episodio de las huellas entre el 8 y el 12 de enero. Es evidente que en la casa de los Escrivá -calle Sagasta- se hablaba a diario de lo que ocurría en la capital y de la caridad necesaria para combatir la miseria. Esto, sin duda, fue calando en la conciencia del muchacho, que vio en las pisadas descalzas la señal de Dios.

Si a esto unimos la muerte -el día 11- de un ayudante de Montes de 45 años, domiciliado en la calle Once de Junio y con una hermana carmelita (sor Eugenia), ¿no podría ser la causa que llevó al padre José Miguel a caminar descalzo hasta el final de la calle Mayor?

Marcelino Izquierdo / La Rioja