"Desde el principio, me he sentido muy bien acogido en España"

Adrián Muresan y su mujer, Rodica, son rumanos. Vinieron a Madrid en 2000 para trabajar durante un año y aún siguen aquí, más exactamente en Rivas Vaciamadrid

Adrián Muresan y su mujer, Rodica, son rumanos. Vinieron a Madrid en 2000 para trabajar durante un año y aún siguen aquí, más exactamente en Rivas Vaciamadrid. Aquí conocieron la Obra, actualmente son supernumerarios y sueñan con volver a Rumanía para colaborar en los inicios de la labor apostólica en su país.

El relato del viaje de Rodica y otra pariente desde Baia Mare -una ciudad de tradición minera del norte de Rumanía- incluye el paso por Grecia, el viaje en Ferry sin papeles hasta Ancona, la continuación hasta la última gasolinera de Francia en un camión de transporte de fruta, una nueva etapa hasta Zaragoza, ciudad en la que una paisana desconocida les escucha hablar en rumano y les facilita los medios para llegar a la estación Sur de autobuses de Méndez Alvaro, en Madrid, donde espera Adrián, con sus 192 centímetros de altura, llegado unas semanas antes por su cuenta con visado para seis meses. Una escena digna de los grandes encuentros de película en estaciones.

Si la aventura del viaje es más notable en el caso de Rodica, en la vida profesional es más trepidante la de Adrián. Ella ha trabajado siempre como auxiliar administrativa, aunque también haya organizado una asociación para ayudar a rumanos llegados a España; pero él, que estudió Ingeniería de Maquinaria Agrícola en Cluij, montó un negocio propio en Rumanía que no fue muy bien y desde que llegó a España ha trabajado en la construcción de un polígono industrial, en una empresa de soporte de madera, como camionero en el reparto de leña para encender calderas de carbón, y en una empresa de montajes feriales; antes de lanzarse a su propio negocio de diseño y mantenimiento de jardines: "Con ocho empleados atendemos 55 jardines particulares y 3 de zonas comunes. Sí se empieza a notar la crisis..., diría que en lo que llevamos de año ha bajado un 25% nuestra actividad; pero confío en que podamos seguir adelante sin despidos".

Tardaron en tener papeles, y fueron frecuentemente confundidos con rusos; pero coinciden en que siempre se han sentido "muy bien acogidos, tanto en la parroquia, como en el barrio, como en las empresas... como en la Obra." Les sorprendió al llegar que no les sirviera para manejarse el conocimiento de la lengua inglesa, y tardaron en situarse, ya que "vives rodeado de rumanos, trabajas con rumanos, no utilizas la lengua castellana y tiendes a desconfiar de las autoridades, de la policía, del ayuntamiento, de la sanidad... En este sentido fue muy importante para nosotros la parroquia, porque nos acogieron especialmente bien, hicimos amigos españoles y eso nos ayudó mucho: por supuesto seguimos ayudando allí en lo que haga falta, cantamos los dos en el coro, echamos una mano en lo que nos piden..."

Rodica es de familia católica romana, una creencia respetada durante el régimen comunista en su ciudad por ser considerada allí algo de húngaros -no fueron tratados esos años con el mismo respeto en Rumanía los católicos de rito oriental-; sin embargo Adrián es de familia de religión ortodoxa, y no fue recibido en la Iglesia católica hasta 2005, ya en Rivas Vaciamadrid. Se casaron en 1990 y no tienen hijos. Tienen un gran interés por los temas relacionados con la educación y la orientación familiar, que esperan trabajar más cuando regresen a Rumanía, "tenemos la impresión de que durante este tiempo tenemos que absorber toda la formación que podamos, para darla a otros en nuestro país."