De cómo cantar “ole” a tiempo

Obituario de Marcelo Rosado Rojas, publicado en el Diario Jaén.

Obituario sobre Marcelo Rosado, en el Diario Jaén

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En la tarde del 12 de marzo de 2016, falleció Marcelo Rosado Rojas, a los 93 años. Se marchó como le gustaba: en su casa de Ronda, sin dar la lata, con los últimos sacramentos, acompañado de su mujer, Isabel, y sus numerosos hijos. Mientras estuvo consciente, mantuvo el buen humor, su gusto por los chistes y las ganas de cantar y escribir.

Diario JAÉN publicó muchas de sus “Cartas al Director”. Una, de noviembre de 2013, parece ahora un legado suyo a los lectores que gustan de escribir cartas a la prensa: “El secreto es decir la verdad salida del corazón con serena paz, pensando en hacer el bien a los que la lean. De hecho tengo muchos amigos salidos de las ‘Cartas al Director’, y con algunos de ellos mantengo correspondencia a través de las cartas. Por eso escribo esta carta, para que los que lean se animen a usar este espacio que nos ofrecen los periódicos y las revistas”.

Marcelo Rosado nació en Jubrique (Málaga) el 16 de enero de 1923. Era el menor de nueve hermanos varones. Su madre, señora de gran personalidad que regentaba una posada, enviudó cuando él tenía 3 años. Siendo adolescente, las circunstancias familiares obligaron a Marcelo a ponerse a trabajar, sin completar los estudios elementales. Pero le bastó aprender a escribir para cultivar toda su vida el género epistolar: primero fueron las cartas para sus hermanos, luego, los favores a las vecinas iletradas del pueblo, que querían y no podían saludar a los hijos, alejados de casa durante su servicio militar. Siempre, abundantes cartas a familiares y amigos y, a partir de 1992, también a los periódicos. Su profesión principal fue la de factor de la Renfe. Se casó en 1951 con Isabel, atraído por la discreción y la sonrisa de esta “morenita”. Y estuvo profundamente enamorado de ella toda la vida. A medida que se ampliaba la familia, la cosa de sostener el hogar se puso emocionante. Y, como nunca ha sido fácil criar ocho hijos, Marcelo hubo de trabajar con pluriempleo como comercial, vendiendo electrodomésticos, enciclopedias, seguros y lo que se pusiese por medio. De personalidad extrovertida. Buen amigo. La cercanía de su mujer fue determinante para que retomase su práctica religiosa.

En los años 60 solía participar en unos Cursillos de Cristiandad. En esa década conoció el Opus Dei por unos jóvenes que hacían las milicias universitarias en Ronda. Desde entonces siguió viviendo su vocación cristiana con fuerza renovada, alentado por el espíritu de san Josemaría, fundador del Opus Dei, a quien conoció en 1972 un encuentro de familias en Jerez de la Frontera. En la vida de Marcelo Rosado ha abundado el optimismo y la alegría. Pero no ha faltado el dolor. Por la enfermedad final, a veces sentía dolores graves. No obstante, hacía caso a los médicos, y ganaba la paciencia. Estaba convencido de que cada persona tiene sus sufrimientos y él —aseguraba— no quería amargar a otros por no saber llevar los propios.

Sabía pasarlo bien y dar un hogar a familiares y amigos. Cantaba con ellos y les hacía cantar. Formaba un estupendo dúo con Isabel. Pocos días antes de morir, sintiendo cerca la muerte y bastante debilitado, enseñaba a un amigo cómo se cantan las alegrías de Cádiz, marcando bien los momentos en que debe corearse el “olé”. Quería “hacer bien el bien”: otro de sus lemas.

Escribió miles de cartas, humanas y atrevidas. Tan intenso y constante fue su talento epistolar, que lo conservó hasta el final. Cuando ya no podía ni salir a la puerta de casa para escribir al sol, escribía desde la cama, utilizando la misma bandeja en que le servían la comida. Ese fue su último escritorio. La mañana de su último olé, recibió por última vez la Unción de los Enfermos y la bendición apostólica. Perfectamente lúcido y consciente de que nos dejaba, decía: “Me voy a trabajar”, dispuesto a seguir ayudando desde el Cielo.

Josep Boira y José María Garrido

Diario Jaén