Tras la enfermedad, vivir para los demás

Enfermera en el Congo y superviviente de una grave malaria que movilizó cielo y tierra para su tratamiento, Candelas se prepara para volver a África y abrir una unidad de diálisis en su hospital y seguir ayudando en la formación médica del país. Recientemente le han entrevistado en varios medios de comunicación.

Candelas Varela

Candelas Varela es una mujer gallega hasta la médula, pero tras veinticinco años viviendo en República Democrática del Congo, donde es enfermera y formadora en el Hospital de Monkole, ya se considera una africana más. Su historia se hizo pública cuando el pasado verano de 2022 enfermó de una malaria grave (una de las principales causas de muerte del país) y el Gobierno de España fletó un avión de ayuda humanitaria para repatriarla y que pudiesen tratar su enfermedad en la Clínica Universidad de Navarra.

Una movilización de personas, de peticiones y hasta de aportaciones económicas tanto desde España como desde el Congo lo consigueron. Permaneció varias semanas en la UCI en estado crítico, ya que como ella misma explica, la malaria es una enfermedad que puede llegar a afectar a todos los órganos si no se trata a tiempo. Ahora, ya fuera de peligro y recuperándose en Vigo, su ciudad, está volcada en cuerpo y alma a recaudar fondos para volver al Congo y abrir una unidad de diálisis en su hospital, tratamiento imprescindible para tratar la malaria.

El ejemplo de su trabajo es también un referente para las nuevas generaciones de enfermeras congoleñas a las que forma en Monkole. Comenta a Diego Peralta, en una entrevista publicada en ReL, que pese a que la vida en África pueda tener más incomodidades y menos facilidades que en España, ella es feliz allí y ya está deseando volver para continuar con su labor profesional: “Cuando vuelves a Europa todo es más fácil y accesible, pero yo llevo ya casi toda mi vida viviendo allí. Toda mi vida profesional y gran parte de mis amistades están ya allí y volver a España sería comenzar de nuevo. ¿Cómo voy a volver además si veo que nos necesitan allí? Además pienso que he aprendido muchísimo, en lo personal y lo profesional. Es todo un proceso además adaptarse al país, al trabajo y a su gente”.

Cuidar y dar formación

Por sus manos ya han pasado miles de pacientes, pero también de mujeres jóvenes provenientes de muchas partes de África y de Europa que han hecho estancias en el Centro Hospitalario de Monkole para formarse mejor en la profesión. Cuando llegó al país por primera vez, en 1997, y tras haber trabajado como enfermera en varios hospitales de España, sintió que estaba donde siempre había deseado estar, ayudando y sintiéndose útil con su trabajo. En principio fue para quedarse dos años (ya lleva 25) porque la ONG Institut Européen de Coopération et de Développement, que ayuda al Centro Congolés de Cultura, Formación y Desarrollo, le ofreció la posibilidad de ir a África para colaborar en la puesta en marcha de un Instituto Superior que formara a mujeres en el ámbito de la enfermería.


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La situación en Monkole es esperanzadora. Pese a ser un hospital privado (la mayoría de los centros del país lo son porque no existe una sanidad pública al uso), el gobierno les ayuda con material, personal y con el pago de algunas facturas. Actualmente atienden una multitud de enfermedades, además de la malaria, como cáncer, meningitis en los niños o tuberculosis, además de partos y ginecología. Pero la mayor necesidad es la de un tratamiento para la malaria, que fue precisamente de lo que enfermó Candelas.

Otros hospitales de Kinshasa tienen esta unidad, pero son mucho más caros, con un fin lucrativo o los enfermos tienen que hacer viajes de más de dos horas para llegar hasta él. En Monkole no se busca ganar dinero, sino ayudar a las personas que más lo necesiten, que son la mayoría. “La gente llega muy tarde a tratar sus enfermedades porque no tienen dinero y tratan de conseguir el dinero para la terapia”, cuenta Candelas.

La recaudación de fondos se está haciendo a través de la Fundación Amigos de Monkole, y se quieren abrir cuatro unidades de diálisis completas. Candelas ha contactado con algunas empresas gallegas que van a aportar parte de esta instalación o aportaciones económicas. El 5 % de la población del Congo tiene malaria y estas cuatro unidades podrían dar cobertura, varias veces a la semana, a 500 personas aproximadamente.

Con la mirada en África

A la hora de decidir quedarse en África y regresar tras recuperarse de la malaria, su fe y su vocación también han jugado un papel fundamental. Afirma que su vocación cristiana en el Opus Dei y ver con visión sobrenatural su trabajo, es lo que la mantiene día a día: “Todo lo que hago no es simplemente por curar una enfermedad como la malaria, sino porque veo detrás de cada persona a Dios. Lo que he recibido en educación y en formación cristiana, generosidad y darse a los demás es lo que hace que esté allí. No estoy en el Congo por dinero o sentirme útil, sino también por mi fe. Lo básico del cristianismo es la caridad, que es lo que me mueve en el día a día”.

“La fe es un punto clave en mi día a día -comenta a la revista Vida Nueva-, ya que las situaciones a las que te enfrentas te harían perder la paciencia y abandonar si no fuera porque crees que hay alguien detrás que permite aquello para sacar un mayor bien. Y la fe que tienen los congoleños también juega un papel fundamental para aprender y seguir adelante trabajando en ese país”.

También menciona el ritmo de vida en el Congo y la amabilidad de sus habitantes, mucho más tranquila y sencilla que la occidental, donde todo va demasiado deprisa para Candelas.: “Allí es imprescindible vivir día a día. Todo avanza a cámara lenta y si te marcas objetivos muy ambiciosos acabas desesperándote. También resulta clave no hacer las cosas solo, aunque pienses que irás más rápido o que el resultado quizá sea mejor. Porque el riesgo del enfoque individualista es que las personas a tu alrededor, al final, no aprendan. Merece la pena tardar más y que ellas sean el centro de su aprendizaje”, afirma en declaraciones a la revista Nuestro Tiempo.

Ahora, tras esta nueva oportunidad después de la enfermedad y a la espera de las últimas operaciones, se muestra más ilusionada que nunca por vivir. A esta misma revista también reitera su deseo de seguir cuidando de los congoleños tras el vínculo que ha creado desde su trabajo profesional: “Cuando era yo la que estaba en la camilla, he podido percibir cómo se valora mi trabajo durante estas décadas. Hasta ese momento creían que siempre iba a estar ahí, formándoles. Pero se han dado cuenta de que soy una más, que puedo enfermar y morir como cualquiera. Los necesito a ellos como ellos me necesitan a mí. Me siento útil y querida. Por eso fui, por eso me quedé y por eso volveré”.