¡Benditos animales!

Con motivo de la festividad de San Antonio Abad, el club Palmera organizó una tradicional bendición de mascotas.

El día de San Antonio Abad, tradicionalmente se celebra en las iglesias la bendición de los animales. Por ese motivo, y también para preparar la próxima encíclica del Papa Francisco sobre ecología, las asociadas del Club Palmera de Sevilla han querido traer a sus mascotas para ponerlas bajo la protección de su patrón y reflexionar sobre el cuidado de la naturaleza.

"Lo que queremos transmitirles es que los animales son criaturas creadas por Dios, y debemos respetarlos y cuidarlos como Dios nos encargó –señala Auxi Santiago, subdirectora del Club–. Son una ayuda para el hombre, y nos hacen compañía. Tener mascotas requiere responsabilidad".

Así piensa Constanza que, aunque está todavía en el colegio, habla con la rotundidad de un universitario: "cuidando a mi conejo aprendo lo que es la responsabilidad, porque tener un animal no es un juguete, es un ser vivo que necesita cuidados: agua, comida, etc.".

Para ello, han estudiado la doctrina de la Iglesia sobre la ecología recogida en el Catecismo de la Iglesia y en los mensajes de los últimos papas, Benedicto XVI llamado también "el Papa verde", por su compromiso y su defensa del medio ambiente, y el Papa Francisco, que decía recientemente: "La creación no es una propiedad, de la cual podemos disponer a nuestro gusto; ni mucho menos, es una propiedad sólo de algunos, de pocos: la creación es un don, es un regalo, un don maravilloso que Dios nos ha dado para que cuidemos de él y lo utilicemos en beneficio de todos, siempre con respeto y gratitud".

A lo largo de la tarde, multitud de niñas de distintas edades acudieron acompañadas de sus animales preferidos: perros, conejos, hámsters, periquitos, canarios, peces… Mostraron sus múltiples habilidades y los dispusieron para recibir la bendición del sacerdote que, después de recitar la oración tradicional de San Antonio para los animales, los roció con agua bendita en un alegre alboroto que mezcló las risas de las asociadas más pequeñas con los ladridos, trinos y gruñidos de las mascotas sorprendidos por la -para ellos, tan inusual y delicada- ducha.