Audiencia General 5 de enero

Queridos hermanos y hermanas:

En esta primera audiencia de un nuevo año, seguimos inmersos en la luz de la Navidad, una fiesta que sigue fascinando, porque en ella se intuye de alguna manera que el nacimiento de Jesús está relacionado con las aspiraciones y esperanzas más profundas del hombre. Las celebraciones litúrgicas de estos días nos han permitido vivir de un modo misterioso pero real la entrada del Hijo de Dios en el mundo, ya que éstas no son un simple recuerdo de algo pasado, sino que hacen presente esos misterios de gracia. La Navidad es ya la primicia del misterio pascual. La Cruz y la Resurrección presuponen la Encarnación, en la que la carne se convierte en instrumento de la salvación. En esta perspectiva unitaria del Misterio de Cristo, la visita al pesebre orienta hacia la Eucaristía, en donde encontramos realmente presente a Cristo crucificado y resucitado. La Navidad no nos propone sólo unos ejemplos para imitar, sino que nos invita a dejarnos transformar por Aquel que ha asumido nuestra carne. La manifestación de Dios tiene como finalidad nuestra participación en la vida divina, la realización en nosotros del misterio de su Encarnación.

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