Una multitud extraordinaria para el santo de lo ordinario

La canonización es un acontecimiento que se debe saborear durante mucho tiempo. Para hace resonar de nuevo el eco de las palabras del Papa durante el rito de elevación a los altares de San Josemaría, reproducimos la crónica elaborada por el servicio de noticias Aceprensa.

Los fieles, a la sombra de San Pedro.

Ante la multitud cosmopolita que invadió pacíficamente Roma para la canonización del beato Josemaría Escrivá, el pasado 6 de octubre, muchos han recordado las manifestaciones más atestadas del Jubileo del año 2000. Ha impresionado sobre todo el clima de oración durante la canonización, y la Misa de acción de gracias celebrada el día 7 por el Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría, así como el ambiente de fiesta en la posterior audiencia con Juan Pablo II. Los testimonios periodísticos han descubierto también que entre esa multitud había gente de muy variada condición social y profesional.

Tras acontecimientos como las celebraciones del Jubileo del año 2000 o la canonización del Padre Pío, Roma tiene una maquinaria bien rodada para hacer frente a "invasiones" de visitantes. De todos modos, había cierta aprensión ante los problemas de tráfico y de orden que podían surgir para acoger a una multitud que la Protección Civil cifró en 300.000 fieles, muchos de los cuales eran transportados a la ciudad en 2.100 autobuses. Las autoridades habían hecho una buena movilización de medios y de personas, en colaboración con el comité organizador, para resolver los problemas. Y al final no ocultaban su satisfacción: la ciudad no se colapsó, aunque el tráfico estuvo difícil.

Walter Veltroni, alcalde de Roma, aseguraba: "Roma ha demostrado sus inagotables recursos y una gran eficiencia. Ha demostrado ser también la capital de la acogida. Estoy seguro de que todos los peregrinos volverán a sus países con una óptima imagen de Roma, de lo cual estamos orgullosos". Satisfecho también el gobernador Emilio del Mese, responsable de la seguridad: “El hecho de que el Papa haya utilizado un papamóvil sin cristal antibalas es, en estos tiempos, una demostración de gran confianza en el servicio de seguridad que hemos preparado". Y esa cercanía de Juan Pablo II en su recorrido en coche descubierto fue el momento que colmó la alegría de los fieles que se apiñaban en Vía della Conciliazione hasta Castel Sant'Angelo y que aprovecharon la ocasión para manifestarle su cariño.

Un río de gente normal

Numerosas autoridades en el Sacrato.

El feliz desarrollo de estas jornadas ha sido posible también por la actitud de los miles de fieles, entre los cuales el ambiente festivo era compatible con la disciplina y el orden. Desde primeras horas de la mañana, escribe Il Tempo, las filas de personas "esperaban su turno para entrar a través de los pasajes. Sin confusión, sin empujones ni gritos, los peregrinos que no han logrado entrar se han acomodado allí donde hubiera un puesto disponible. Todos han participado mirando la celcbración a través de las nueve pantallas gigantes instaladas en la Via della Conciliazione, siguiendo las varias fases de la celebración con el folleto litúrgico".

"Era una multitud extraordinaria por su grandiosidad, compostura y recogimiento", a juicio de Il Messaggero. "Una multitud que le habría gustado al fundador: con decoro y compostura, incluso a pesar de las inevitables incomodidades de un evento en la calle", comenta La Stampa. El vaticanista del Corriere della Sera la ve como una multitud disciplinada, en su mayoría no italiana, con amplia representación de jóvenes y de ambientes profesionales. Si bien gran parte de los peregrinos eran de lengua española, todas las informaciones destacan que en la plaza de San Pedro había un puzzle de razas y nacionalidades.

El tópico perezoso intenta relacionar siempre al Opus Dei con ambientes de gente rica o intelectual, y algunos diarios se han fijado sobre todo en la presencia de "vips". Pero los reporteros que se molestaron en pasearse entre la multitud y entrevistar a algunos fieles encontraron gente de todo tipo y condición. E1 periodista de Avvenire confirma que "dando una vuelta bajo la columnata de Bernini, impresiona la normalidad de cada historia. Nada de fulguraciones, prodigios o excentricidades". Gary Hale, de Great Falls (Virginia), que diseña páginas de Internet, le hace notar: "Mire alrededor, hoy está aquí el Opus Dei, no todo, es cierto, pero sí su realidad profunda. Gente de todo tipo, cada uno llamado por Dios a tenerlo presente en su vida cotidiana, comenzando por la familia y el trabajo".

Tras la ceremonia, las felicitaciones.

"Un río de gente normal" es lo que ve también un cronista de Il Tempo. "En Vía delta Conciliazione hay muchas familias con niños en los brazos, o dormidos en su cochecito. Jóvenes y ancianos: la gente de Escrivá tienne el rostro de la gente corriente. Los aderezos llamativos, los recatados pero lujosos vestidos negros, los complicados peinados con mantilla, los trajes grises y azul oscuro están más bien en los alrededores del altar (el sector número uno)".

"Lo que ha impresionado -destaca la agencia Fides- ha sido la atmósfera de gran recogimiento que ha reinado durante las celebraciones, a pesar de la presencia de tantos jóvenes y de familias enteras con hijos pequeños. Se ha echado por tierra la creencia popular de que al Opus Dei pertenecen solo grandes dirigentes de las clases sociales altas: hasta Roma han llegado artesanos, campesinos, estudiantes, comerciantes y amas de casa para dar testimonio de que la santidad en el trabajo cotidiano que Josemaría Escrivá propugnaba, no establece preferencias ni de clase ni de profesión, sino que, como ha repetido Juan Pablo II en la audiencia a los peregrinos, “el Señor tiene un proyecto para cada uno de nosotros, a cada uno confía una misión en la tierra”.

Meditación y fiesta

Atención durante la santa Misa.

Otro cronista de Il Tempo ha seguido la ceremonia por televisión (29 televisiones transmitieron la canonización en directo), donde las cámaras permiten seleccionar rostros en medio de la multitud. "El ‘cuerpo único’ de la multitud era una muchedumbre inmensa que el abrazo simbólico de la columnata de Bernini y de Vía della Conciliazione no había conseguido contener. Pero en la televisión, más que el cuadro colectivo, impresionaba el recogimiento de los rostros, la alusión a historias personales, entre sonrisas y silencios, meditación y fiesta. Allí estaban los bebés dormidos en brazos de sus padres; las manos juntas y el murmullo de los rezos; la devoción expresada con un aire esmerado o exótico, desde las mantillas de las señoras de la aristocracia ibérica a los variopintos pañuelos de las africanas. Allí estaban los sordomudos, que aplaudían alzando las manos en una especie de vuelo de mariposa".

La impresión causada por una multitud en recogimiento fue señalada por muchos. La Stampa citaba a este propósito el comentario de un agente: "parece que están en una iglesia".

Carla Pilolli comenta en Il Tempo que impresionaba favorablemente en la multitud "la ausencia de todo lo que puede recordar el estadio o la corrida, sobre todo si va acompañado de manifestaciones externas ruidosas. Nada de pancartas ni de gritos. Quien preveía desfogues de pasión ibérica se equivocaba. Ningún estruendo por parte de aquellos trescientos mil en el momento de la proclamación del nuevo santo. Tampoco cantos surgidos (le impro-viso (le la multitud. (...) Los aplausos han estallado ‘solo en los momentos oportunos’, como recomendaba la organización. Una realización en perfecto estilo Opus Dei. Como también era del estilo del santo, de su jovialidad y de su alegría por convicción, la sonrisa que se dibujaba en los labios del imponente ejército de los jovencísimos. Jamás se ha visto en una canonización tan vasta participación de adolescentes sonrientes".

El sentido romano de la acogida

Buena parte del éxito de estas jornadas se debe también a los romanos, que han sabido soportar las inevitables incomodidades causadas por los visitantes. Así lo destaca el columnista Claudio Marincola en Il Messaggero: "En estos días se ha hablado mucho del comportamiento teutónico de los españoles, que han venido en un número igual, si no superior, al de los fieles que asistieron a la canonización del Padre Pío. Se ha alabado la organización, el sentido suizo de la medida, incluso el tono de las voces y el respeto a la ciudad. Pero nada o casi nada se ha dicho de los romanos, del espíritu laico con que afrontan cada vez un nuevo evento (...) Hay un sentido romano de la acogida, que no se puede liquidar solo hablando de acostumbramiento. (...) Roma absorbe y engulle flujos que se desbordarían en cualquier otro lugar; metaboliza, onda tras onda, eventos que ahogarían a cualquier otra capital; sobrevive a los peregrinos que se transforman en turistas el sábado por la tarde y que vuelven a ser peregrinos el lunes por la mañana en San Pedro. (...) Hay que felicitar nuevamente a los romanos. Bravo, chapeau. Con la esperanza de que un día uno de los nuevos Beatos nos libere del tráfico y del smog".

Desde luego, junto a los comentarios en torno al "ambiente", las crónicas también dieron cuenta del significado de esta canonización. Una muestra es el comentario de Il Messaggero: "Detrás de una gran fiesta popular y de una notable presencia de instituciones y de autoridades, tanto de la Iglesia como de la sociedad civil, y más allá del reconocimiento de un nuevo santo (el 464 del Pontificado), el Papa relanzó ayer la estrategia con la que cerró el Jubileo hace 21 meses: una renovada y dinámica presencia católica en el mundo, repitiendo a toda la Iglesia la orden de Cristo a Pedro: 'Duc in altum!', '¡mar adentro!'".