«Mamá adelanta poca cosa». Gestionando una pensión para doña Teresa. «¡Haberte hecho maestro!»

Biografía de ISIDORO ZORZANO LEDESMA. Ingeniero Industrial. (Buenos Aires, 1902-Madrid, 1943) por José Miguel Pero Sanz.

Nada más terminar la guerra, le preocupa el estado de su madre y hermanas: «Salus ha perdido 20 kg. María Teresa llegó a pesar 38 kg.». «Esperamos —escribe a su amigo Ángel Herrero— a que mejore el tiempo para trasladarse a Ortigosa; es conveniente que cambien de ambiente y repongan su quebrantada salud». El viaje se retrasa: «Mamá adelanta poca cosa, y éste es el motivo de no salir ahora de Madrid, pues en los pueblos no sería tan fácil evitar cualquier contingencia [...]. Mis hermanas continúan mejorando, así como los dos sobrinitos; pero mi cuñado no ha adelantado gran cosa». El ingeniero se siente muy feliz cuando, por fin, los suyos pasan una temporada en el campo: «Han venido muy bien; sobre todo a mamá le ha desaparecido la fatiga que le molestaba tanto. María Teresa es la que tarda más en reponerse».

Chichina señalará que, al dejar de vivir con ellas, «después de la guerra civil española, mi hermano dejó de prestarnos ayuda económica, como solía hacerlo antes». Salus explica la razón: su madre percibe ahora una pensión militar por la muerte de Paco.

De todas maneras, a primeros de mayo de 1939, Isidoro inicia un largo y farragoso expediente para que abonen a su madre otra pensión suplementaria, por las primeras heridas que recibiera Paco. Mantiene una nutrida correspondencia hasta conseguir todos los certificados personales de su hermano, así como el historial completo de las lesiones que sufrió junto a Talavera de la Reina y sus hospitalizaciones en esa misma ciudad, en Cáceres, Sevilla y Logroño. Algunos de estos documentos debe solicitarlos varias veces y por diversas vías, hasta tenerlos en forma. También ha de preparar distintas versiones de la instancia que, finalmente, firmará su madre sólo después de dos largos años.

En cualquier caso, doña Teresa no ve con buenos ojos que Isidoro —de casi cuarenta años— deje de vivir con ella y con Chichina; ni que se dedique a promover una residencia de universitarios. La buena señora debe de pensar que su hijo se ha vuelto interesado. Isidoro sufre por ello y, a veces, comenta con su hermana mayor: «Debo pasar ante la gente como un egoistón tremendo». El hecho es que subsistirán algunas reticencias familiares hacia las tareas apostólicas del ingeniero: algo así como los celos que muestran algunas madres respecto a las nueras. Por otro lado, la somera formación religiosa de doña Teresa no facilita que comprenda del todo el significado de una entrega personal a Dios.

Ya desde los años escolares, Isidoro nunca dio a la familia demasiada cuenta de su conducta: ni por qué decidió estudiar ingeniería, ni dónde salía con los amigos... Su madre y sus hermanos son conscientes de este talante reservado e independiente. Lo peor es que ahora las explicaciones no resultan fáciles, aunque quiera darlas. Para el derecho de la Iglesia, el Opus Dei en puridad no existe. Aunque bendecida desde el primer momento por el Obispo de Madrid, la Obra no tiene todavía una personalidad jurídica: su aprobación escrita se firmará sólo en 1941 y —tras la primera intervención de la Santa Sede— su erección diocesana será posterior a la muerte de Zorzano, en 1943.

Con todo ello, Isidoro prefiere hablar a los suyos, sobre todo, de algo concreto, que —piensa— podrán entender: las residencias universitarias en Madrid y Valencia, las tareas de formación... Pero su madre replica: «¿Qué necesidad tienes tú de educar a los hijos de los demás? Ya tienes bastante con tu carrera». Para eso —dice—, «¡haberte hecho maestro!». Con cierta tristeza, el ingeniero sonríe y, por el momento, desiste de ampliar unas aclaraciones que, probablemente, la confundirían más. De todas maneras, aunque no comprenda muy bien lo que significa, doña Teresa notifica a las amistades que su hijo es del Opus Dei.

Isidoro sigue siendo un hijo ejemplar. En medio de su ajetreo, saca diariamente un ratito para visitar a doña Teresa. «Durante todo este tiempo», dirá Chichina, «aunque no vivía con nosotras, iba casi todos los días algún rato a vernos además de que los domingos comía en nuestra compañía». La madre trata de prolongar las sobremesas, según recordarán los hijos de Salus, que también almorzaban esos días en la casa de Serrano 51.

Cuando Zorzano pasa de Jenner a otro centro —dice Chichina— «nos dio cuenta de que se había hecho cargo de una residencia de estudiantes en la calle Diego de León». Poco después informará también a Salus sobre su pertenencia a la Obra. La hermana mayor de Isidoro recibe una fuerte impresión y, en casa, pondera la noticia.

Desde finales de octubre de 1940 Isidoro, en efecto, vive en la calle Diego de León.