Haciendo economías

Biografía de ISIDORO ZORZANO LEDESMA. Ingeniero Industrial. (Buenos Aires, 1902-Madrid, 1943) por José Miguel Pero Sanz.

Cuando Isidoro tuvo noticia del desastre retrasó la información a su madre. Quiso antes calibrar el alcance de la crisis, así como sus consecuencias, y hablar con Paco y las hermanas. Pero el asunto es ya de dominio público y más vale que Teresa se entere por sus hijos, que no por la prensa o por otras personas.

Isidoro le expone la situación con toda la delicadeza posible: mamá no tiene que preocuparse. Ni a Salus ni a Chichina ni a ella les va a faltar nada. Isidoro dejará la Escuela y Paco se olvidará de la Academia Militar. Buscarán un empleo donde sea y, cuando se arreglen las cosas, volverán a estudiar.

Tanto la madre como las hermanas se opusieron en redondo a que Isidoro y Paco interrumpieran sus estudios. Se apretarán todos el cinturón y harán economías para salir adelante, como buenamente puedan, con los ahorros que quedan y con lo que llegue del Banco, si es que llega algo.

Por lo que atañe a su propia persona, Isidoro no ha sido nunca un hombre «interesado». Pero, a partir de ahora y hasta el fin de su vida, los problemas económicos serán sus compañeros permanentes. Dios lo va formando en el espíritu cristiano de pobreza: desprendimiento, austeridad y, a la vez, empeño para conseguir los ingresos necesarios. Sacar adelante a los suyos constituirá para él, durante años, una preocupación dominante.

Se busca unas clases particulares y toma, entre otras, una decisión drástica: en adelante se acabó el tranvía como medio de locomoción. Aficionado a los largos paseos por el monte, Isidoro caminará más de dos horas diarias por Madrid. De la calle de los Reyes se llega hasta los Altos del Hipódromo, a buen paso, en media hora larga; y recorrerá el trayecto cuatro veces cada día. El billete de tranvía cuesta pocos céntimos; pero al cabo de un mes son unas pesetas, que algo suponen.

Responsable y sacrificado personalmente, procura también facilitar la parsimonia del resto de la familia. Cuando adquieren un producto de aseo —por ejemplo, un frasco de colonia— echa cálculos y apunta en el envase la fecha hasta la que debe durar. Especialmente estricto se muestra con los artículos que sólo emplea él, como las cuchillas o el jabón de afeitar... Pero en la casa no se ha perdido el sentido del humor. Paco, a quien hacen gracia esos presupuestos, utiliza a escondidas el jabón de su hermano. También Salus y Chichina se propasan a veces, de intento, en el consumo de productos «comunales». Isidoro se da cuenta enseguida, pero no se enfada. Se ríe y acomoda el ritmo de su propio gasto a las existencias. Los hermanos cesarán pronto en su broma:

—De todas maneras le va a durar igual, porque se pondrá menos. Pero seguro que le llega hasta el día fijado.

Zorzano reduce su participación en diversiones que supongan un desembolso, y los amigos intuyen razones de tipo familiar: él excusa sus abstenciones de un modo lo suficientemente ambiguo. Quesada escribirá: «Era muy amante de su familia y se desvivía por atenderla, por ser él, como decía en broma, el cabeza de familia lleno de preocupaciones y no como nosotros que sólo éramos hijos de familia y no pensábamos más que en divertirnos y gastar dineros». Para los planes que le reserva la Providencia, Zorzano necesita madurar en el sentido de responsabilidad, también de tipo económico.

Sus hermanos, de todas maneras, comentan en tono divertido: «Isidoro hace como los malos estudiantes». Se refieren a una medida suplementaria: vender, a fin de curso, los libros de texto. Los libros, claro está, que no haya de seguir estudiando.