Presencia de fieles del Opus Dei en la vida profesional y social

Francisco Ponz. MI ENCUENTRO CON EL FUNDADOR DEL OPUS DEI. Madrid, 1939-1944

Desde los comienzos, el Padre veía a sus hijas e hijos de toda raza, lengua, oficio o profesión, de cualquier edad, en todas las encrucijadas del mundo, en todas las actividades honestas de los hombres, luchando por ser personalmente cristianos consecuentes. Aunque por entonces el número de sus hijas e hijos era aún pequeño, tanto en Jenner como en Diego de León nos hablaba el Padre de que habría en el Opus Dei una gran variedad de personas de toda condición y estado: verduleras como las del mercado de la Plaza de la Cebada de Madrid, mujeres dedicadas a las tareas domésticas, obreros de distintas especialidades, campesinos, intelectuales, universitarios, militares, escritores, gentes del mundo del arte o la cultura, cooperando todos, cada uno a su manera, en los frutos de la Redención.

Dios espera, nos decía el Padre, que el fiel del Opus Dei se distinga por un merecido prestigio en su trabajo y adquiera una buena formación espiritual e intelectual, porque de ese modo tendrá más posibilidades de dar sentido cristiano a su vida, a su profesión, a las instituciones o asociaciones de que forme parte. No se entenderá bien al Fundador -ni al Opus Dei- si no se comprende que la contribución a la inspiración cristiana de las actividades temporales se ha de conseguir con pleno respeto a la autonomía que les corresponde, y por medio de una actuación personal libre y responsable. Jamás reciben los fieles del Opus Dei indicación alguna de sus directores acerca de cómo se han de comportar en el terreno profesional, político, social y económico, porque todo eso incumbe al criterio y responsabilidad de cada uno. Tampoco constituyen grupo alguno de presión en cuestiones temporales.Grande era la insistencia del Padre en inculcarnos que los miembros del Opus Dei, en todo lo que se refiere a su profesión, a las posturas que adoptan en una asociación artística, recreativa o deportiva, a las ideas políticas que propugnan, han sido, son y serán siempre libérrimos; no tienen otros condicionamientos que los de otros cristianos de recta conciencia. Y jamás deben escudarse en la Iglesia o en el Opus Dei para defender su punto de vista personal en esos asuntos temporales.