“Una peluquería con buen marketing”

Estamos en la calle Mayor, una de las calles con más solera y tradición de Pamplona. Entre tiendas de recuerdos para turistas y establecimientos “de toda la vida”, está la peluquería de Lourdes Arriazu.

Su vida, dice, es muy normal. Se levanta temprano y después de desayunar, se dirige a la parroquia de San Lorenzo, donde se encuentra la capilla de San Fermín, patrón de Navarra, y espera a que abran para hacer un rato de oración y asistir a la Santa Misa. Luego emprende el camino hacia la peluquería para empezar su jornada laboral. “La gente sabe que a las 8 estoy allí, de hecho, algunas que quieren venir pronto a la peluquería van a buscarme a la Iglesia. Todo el mundo sabe que empiezo mi trabajo con la oración y la Misa y lo termino con otro rato de oración y el rosario”.

“Conocí el Opus Dei porque a mi peluquería venían algunas personas de la Obra y me llamaban la atención. Me gustaba mucho su forma de vivir. Primero fui cooperadora, era una idea que me parecía genial. Tardé mucho tiempo en pedir la admisión”.

En su peluquería encontramos revistas, periódicos y algunos libros para que sus clientas se puedan entretener mientras esperan su turno. “Cuando me dicen: dame una revista. Yo les digo: te la doy, pero léete esto que es más bonito”. Y Lourdes nos saca una entrevista publicada en un periódico a la mujer de un conocido profesor universitario. “No hay profesión en la que se pueda ayudar tanto a la gente como en la peluquería. Aquí viene una persona que ha tenido un hijo enfermo, otra que tiene otro problema y siguen viniendo y viniendo. Es muy fácil que, mientras estoy con una clienta, le encuentre un poquito triste y le invite a tomar un café o a charlar un rato… Dime en qué profesión se puede hacer esto, ¡en ninguna! En esta peluquería hemos organizado charlas sobre virtudes, temas de familia… viene muchísima gente y las tenemos aquí mismo”.

Además de su peluquería, Lourdes estuvo un tiempo yendo a visitar a las presas de la cárcel. “Fue muy duro, ¡la cárcel es la cárcel! A veces eran “muy saborías”. Les cortábamos y arreglábamos el pelo, les llevábamos sacos de ropa, hablábamos con ellas, les dábamos consejos… Una vez, en una Misa de Navidad, se me acercó una señora y empezó a decirme “gracias, gracias, gracias, le debo tanto…” mientras me besaba la mano. Yo me asusté un poco. Era la madre de una reclusa. Pasado el tiempo, su hija me dijo que le habíamos ayudado mucho, le parecíamos personas tan sencillas y naturales que en un principio nos cogió antipatía, pero que después nos conoció mejor y cambió de idea”.

Para Lourdes, el Opus Dei es su familia, “noto que es familia en todo”. Ella ha sabido transmitir ese aire a su peluquería y afirma que allí toda la que va se siente en casa. Durante unos días, el responsable de marketing de una conocida marca de cosméticos estuvo de observador en su peluquería. Al cabo de una semana le dijo que había aprendido el “marketing de Lourdes”, que no se aprende en ninguna universidad. Para ese marketing se necesitaban tres cosas: querer mucho a la gente, tener buena memoria, y sencillez para decir a cada persona lo que necesita. A lo que Lourdes dice: “Bueno, pues ese marketing es el que yo he aprendido en el Opus Dei: querer a las personas”.