El bautismo

Alexander Zorin, un eminente intelectual y poeta ruso, de religión ortodoxa, reflexiona en este breve ensayo sobre las enseñanzas de Josemaría Escrivá

Al principio de los años setenta leí las obras del padre Alexander Men, le conocí  y pronto recibí el bautismo de sus manos. Men influyó mucho en mi desarrollo como poeta. Éramos muchos en su parroquia, pero su cercanía espiritual hacía que nos sintiéramos parte de una misma familia. 

 

Durante ese tiempo el sistema soviético controlaba la Iglesia, suprimiendo cualquier manifestación exterior de religiosidad. Yo seguía al padre Alexander de cerca, que fue sembrando durante treinta años la Palabra de Dios desde el templo, desde el púlpito, y durante los tres últimos años de su vida, en medio del mundo, hablando de Dios en numerosas aulas y salas de conferencias. 

 

Alentaba a buscar a Dios de una forma tan convincente y ardorosa que unas personas tibias, críticas y envidiosas -los enemigos de Cristo- al fin le asesinaron. 

 

“Sólo se encuentra uno como él en cada siglo”, nos decía el padre Alexandre cuando nos hablaba de Vladimir Soloviev, al que le dedicó los numerosos tomos de su “Historia de las religiones precristianas”. Estas palabras se podrían aplicar al mismo padre Alexander. Fue una persona de amplísima cultura: historiador, teólogo, escritor religioso, predicador brillante, pastor de una multitud de intelectuales descarriados, que daba testimonio de Cristo con el don del amor.