Romper el aislamiento del inmigrante

En 1964, siendo yo un joven sacerdote, emigré a Perú, a la prelatura de Yauyos para colaborar con Mons. Ignacio Orbegozo en los inicios de esa labor pastoral. Semanas más tarde me destinaron a Chiclayo, centro neurálgico del norte del país, y allí comenzó esta historia.

En los comienzos de una de las Aldeas Infantiles SOS en Chiclayo (1983).

Con la ayuda de Aldeas Infantiles SOS

Hice un viaje a Austria para exponer al presidente de Aldeas Infantiles SOS (Hermann Gmeiner) mi intención de montar en Perú casas para cuidar y dar un ambiente familiar a estos niños víctimas de la violencia

Esos años -décadas de los 70 y 80- estuvieron tristemente marcados por una intensa actividad de la organización revolucionaria “Sendero Luminoso”. Se cometieron muchos crímenes, entre ellos, asesinatos de padres de familia en presencia de sus hijos. Los casos eran demasiado abundantes y sentí la necesidad de ayudar a esos pobres huérfanos a salir adelante.

Hice un viaje a Austria para exponer al presidente de Aldeas Infantiles SOS (Hermann Gmeiner) mi intención de montar en Perú casas para cuidar y dar un ambiente familiar a estos niños víctimas de la violencia. Su respuesta superó ampliamente mis expectativas y gracias a ellos, se formaron 12 hogares para atender a 108 niños. Las mujeres que regentaban estas casas se entregaron con verdadera vocación maternal a la tarea. Fueron muchas las alegrías y al ver cómo los chicos, crecían y se formaban, sentí la necesidad de que ayudarles a descubrir “un mundo nuevo” lleno de esperanza y de alegría.

D. Guillermo con un grupo participante en un “Encuentro de los pueblos de América”, junto al medallón de la Virgen de Torreciudad.

Asociación y Coro “Alma, corazón y vida

Tras 28 años en Perú, regresé a Vigo (Pontevedra), mi ciudad natal. Desde 1996 soy párroco de San Martín de Coia. Nada más llegar a esta parroquia, empezaron a contactar conmigo familias de Chiclayo interesadas en conseguir un trabajo y venir a España. Yo me sentía en deuda con tantos de ellos por el trato y atenciones que generosamente me habían dispensado. Me puse manos a la obra y gracias a amigos y feligreses conseguí ofrecer algún trabajo y ayudar a encontrar una vivienda digna. Enseguida formamos una Asociación que ahora cuenta con más de un centenar de asociados de muchas nacionalidades: peruanos, ecuatorianos, bolivianos, paraguayos, nicaragüenses, colombianos, argentinos y uruguayos.

Renato, cuando estaba en Aldeas Infantiles SOS, junto a una niña.

Socios y amigos empezamos a conocernos, se establecieron lazos de amistad y en seguida comenzaron las reuniones, fiestas... tan propias del modo de ser sudamericano. Estas celebraciones se convirtieron en una estupenda ocasión para conocer a más personas y ayudarles a romper el posible aislamiento del inmigrante. En estas ocasiones, siempre procuramos celebrar la Santa Misa y luego la fiesta: merienda, juegos y la frecuente actuación del coro “Alma, corazón y vida” con guitarras, “cajón” y “maracas”.

Otras actividades

También organizamos viajes y excursiones: El rector del Santuario de Torreciudad nos invitó a participar en laJornada de los Pueblos de América y hemos ido ya, desde el 2004, en tres ocasiones. Es una Jornada festiva en la que la actuación de nuestro coro se suma a otras tantas actuaciones de folclore sudamericano. Nuestra Asociación organiza también excursiones al Santuario de Fátima y a otros lugares típicos de Galicia y Portugal. El grupo está muy unido y los detalles de amistad abundan, como felicitarnos los aniversarios, cumpleaños y santos.

Renato y el círculo de ayuda entre inmigrantes

Son muchas las anécdotas apostólicas que surgen en la vida de la asociación, recientemente se bautizó un joven de 35 años y recibieron la Primera Comunión cuatro niñas.

Esta labor con inmigrantes me ayuda a pensar en el ejemplo de san Josemaría, cómo se desvivía por los demás, especialmente por los más débiles y necesitados.

Renato es uno de tantos chicos que conocí en Chiclayo. Se incorporó a Aldeas Infantiles a los 4 años, hasta que a los 16 años se fue a vivir a una residencia de jóvenes de la misma institución. Pasado el tiempo, tras acabar los estudios de técnico administrativo y dos años de topografía y no encontrar trabajo, me pidió venir a España conociendo las posibilidades que aquí había en esa época. Como a otros muchos, le animé a venir.

Tenía entonces 24 años y me ayudó en diversas tareas del trabajo: administrativas, mantenimiento, limpieza, etc., y con mucho gusto le facilité alojarse en la casa parroquial. Enseguida encontró un trabajo que le permitió independizarse, le dio estabilidad y sé con certeza que ha ayudado con generosidad a otros inmigrantes, también a conseguir un trabajo. Ahora tiene 36 años, está casado y sigue participando activamente en nuestra Asociación.

San Josemaría, un abrazo y una bendición

Esta labor con inmigrantes me ayuda a pensar en el ejemplo de san Josemaría, cómo se desvivía por los demás, especialmente por los más débiles y necesitados. Tuve la fortuna de conocerle en Pamplona con ocasión de una Reunión de Amigos de la Universidad de Navarra en noviembre de 1964. Allí le dije que me iba a Perú, me dio un abrazo y su bendición.

El coro “Alma, Corazón y Vida”.

Años más tarde, con gran alegría, volví a encontrarle en Lima en el año 1972, en una tertulia sacerdotal en “El Bosque” (centro del Opus Dei en esa ciudad). Nos besó las manos a todos los sacerdotes allí presentes y, posteriormente, se arrodilló para recibir nuestra bendición sacerdotal.

Guillermo Rafael Areán Pereira