“Trabajando en casa, ayudo a formar santos”

Virginia McGough es ama de casa en Cheshire (Gran Bretaña). Está casada y tiene cinco hijos de 13, 11, 9, 7 y 5 años. Recogemos su testimonio en el que explica que rezar por los cristianos de Kazajstán mientras lava la ropa, atender con amabilidad al vendedor inoportuno, o escuchar a un hijo cuando está agotada son maneras de entregarse a Dios que ha aprendido de san Josemaría.

Virginia, con su marido e hijos, en Cheshire.

“Me parece que el aspecto de las enseñanzas de san Josemaría que ha tenido más repercusión en mi vida es la filiación divina. El saber que soy una hija amadísima de Dios, y que todo lo que me pasa ha sido querido o permitido por Él, me da una seguridad maravillosa, una gran paz. Por supuesto, algunas veces (muchas, si soy sincera), pierdo esta paz. Me pongo nerviosa y acabo gritándoles a los niños. Pero entonces las enseñanzas de Josemaría Escrivá sobre la importancia de rectificar, de volver a nuestro Padre Dios con la confianza de un niño que sabe que su padre está deseando que pida perdón para arreglarlo todo, son maravillosas. Y una vez que le he pedido perdón a Dios, es fácil pedirles perdón a los niños o a mi marido.

Pienso que este aspecto es tremendamente relevante en el siglo veintiuno. Vivimos en una época en la que se supone que tenemos que planearlo todo, y por supuesto ¡no podemos! Encuentro que a mucha gente le ayuda que se le diga: “Mira, tú no podías haber previsto esto, pero no te preocupes, tu Padre Dios sí y te quiere. Jesucristo ha muerto por ti, y ahora no te va a abandonar”. Este razonamiento puede salvar a muchas personas del peso aplastante de una excesiva preocupación.

Otro aspecto que me encanta es que tenemos que santificar nuestro trabajo y que, para mí, cuidar de mi familia es un verdadero trabajo profesional. Esta idea realmente desafía la teoría generalizada de que el único trabajo verdadero es el remunerado y de que una mujer que deja su trabajo para cuidar de la familia está desperdiciando su vida. Recientemente hemos tenido un censo de la población, y una de las preguntas era: “¿Estaría Ud. dispuesta a aceptar un trabajo, si se le ofreciera alguno?” Y yo pensé: ¿Qué piensan que estoy haciendo, pintarme las uñas?

¡Qué maravilloso contraste es el que ofrece Josemaría Escrivá! Gracias a él, sé que cuidar de mi marido e hijos es una noble vocación. Estoy ayudando a formar santos, y por un santo nunca se puede hacer demasiado. Estas enseñanzas me ayudan particularmente en las cosas pequeñas. Al fin y al cabo, gran parte de la vida consiste en cosas pequeñas: el ir ordenando todo cuando termino mi trabajo, por amor; el ofrecer el lavado de los calcetines malolientes por la labor apostólica de la Iglesia en Kazajstán; el escuchar a un hijo cuando estoy agotada y deseando cinco minutos de paz; el ser educada con el vendedor de ventanas que llama justo cuando estoy sirviendo la comida en la mesa..."