Terral: construir la convivencia ciudadana

El Raval destaca entre los barrios de Barcelona por el alto riesgo de exclusión social que corren sus habitantes: tiene la mayor densidad de población y un alto porcentaje de población inmigrante, viviendas insalubres y desempleo...

El Raval

El Raval se encuentra en el casco antiguo de Barcelona, entre la Rambla, el mar y las calles que ocupaban las murallas del siglo XIV. Fue una zona de huertos y conventos hasta el siglo XVIII, cuando empezaron a construirse fábricas textiles y viviendas para obreros y campesinos que llegaban a la ciudad. Llegó a ser el barrio más denso de Europa.

Con el tiempo, la industria se trasladó fuera de la ciudad. El Raval adquirió una intensa vida comercial, asociativa y nocturna y continuó acogiendo a los recién llegados a Barcelona.

A finales del siglo XX, para mejorar el tejido de calles estrechas y viviendas pobres, se llevó a cabo un plan de rehabilitación de espacios públicos y edificios. Hoy el Raval atrae por sus teatros, museos y centros culturales, su arquitectura, sus escuelas y facultades, sus talleres de artistas o el mercado de la Boquería.

Pero sigue destacando entre los barrios de Barcelona por el alto riesgo de exclusión social que corren sus habitantes: tiene la mayor densidad de población y un alto porcentaje de población inmigrante, viviendas insalubres y desempleo. La tasa de abandono escolar es elevada.

Por eso muchas entidades públicas y privadas trabajan en la zona, entre ellas Terral , obra corporativa del Opus Dei.

La Iniciativa

Iniciatives de Solidaritat i Promoció nació en el centenario de San Josemaría Escrivá , con el objetivo de mejorar la cohesión social en el Raval a través de programas socioeducativos llevados a cabo por voluntarios. Tiene dos centro de actividades ( Braval para chicos y Terral para chicas) abiertos a personas de cualquier origen, cultura o religión. Su fundamento es el sentido cristiano de la dignidad de la persona.

Terral tiene tres objetivos principales: la promoción de la mujer, su incorporación cultural, social y laboral en la sociedad que la acoge y el impulso y la formación del voluntariado

Terral se dirige a las mujeres del barrio (inmigrantes o no) y ofrece programas para niñas y adultas, a partir de los 8 años. Tiene tres objetivos principales: la promoción de la mujer, su incorporación cultural, social y laboral en la sociedad que la acoge y el impulso y la formación del voluntariado. Cuenta con el apoyo de la Fundació Raval Solidari , que garantiza su continuidad, y de particulares, empresas y entidades.

Las personas que dirigen Terral se inspiran en las enseñanzas de san Josemaría, para quien la mujer, “si se forma bien, con autonomía personal, con autenticidad, realizará eficazmente la misión a la que se siente llamada, cualquiera que sea” ( Conversaciones , n. 87). Cristina Colomer, de Raval Solidari, detalla: “A través de los programas, Terral fortalece a las madres (muchas veces cabeza de familia, pues el padre está ausente o apenas se ocupa de los hijos) y da sentido al tiempo que las niñas pasarían en la calle”.

En 1967, la archidiócesis de Barcelona confió al Opus Dei la iglesia de Montalegre , en la zona norte del Raval. Desde entonces, las necesidades del barrio movieron a personas que participaban en la labor pastoral de Montalegre a implicarse en la mejora del entorno.

La Fundació Raval Solidari da apoyo a muchos de estos proyectos. En el año 2002, con motivo del centenario del nacimiento de San Josemaría, surgió la ONG Iniciatives de Solidaritat i Promoció, para articular las acciones socioeducativas.

En el año 2005, tras varias sedes provisionales y con el proyecto consolidado, Terral se estableció definitivamente en la calle Nou de la Rambla, en un local moderno y luminoso.

1@1

El principal rasgo de los programas de Terral es el uno a uno: se intenta que cada participante tenga una voluntaria a su lado. Esto facilita el aprendizaje, la atención personalizada y el contacto con otra mujer que ha conseguido aquello por lo que la participante está luchando.

El carácter personalizado es especialmente relevante en el programa 1@1, dirigido a que las chicas terminen los estudios secundarios obligatorios (a los 16 años) y puedan seguir estudiando o incorporarse al mercado laboral. Las voluntarias suelen ser estudiantes universitarias, que ayudan las niñas en sus estudios y les transmiten hábitos que les permitan adquirir mayor seguridad en sí mismas.

Lovely, de origen filipino, cursa 1º de Bachillerato y sueña con ir a la universidad. Participa en programas de Terral desde los inicios. Mar Monsó es voluntaria. “Como universitaria, me siento motivada y deseo transmitir esa motivación a otras personas”, explica. Aunque ayuda a Lovely sobre todo en materias científicas, su tarea va más allá del apoyo académico.

En el ambiente distendido de Terral, Lovely se abre más que en el instituto, hace amistad con chicas de otras procedencias y descubre nuevas aficiones: “¿Lo que más me ha gustado recientemente? Una sesión sobre ópera”.

Las voluntarias detectan estos intereses y capacidades de las alumnas y desde Terral procuran apoyarlos. Cuando es necesario, hablan con el tutor o tutora del centro escolar de la niña y varias veces al año se entrevistan con los padres para seguir la evolución de sus hijas.

Crecimiento personal

“Éste es un barrio duro: he visto cosas muy fuertes. En la calle hay gente que se droga, mujeres que se prostituyen. Tenemos que hablar con los hijos y Terral es un apoyo”

Magda, madre de una adolescente, señala que en Terral su hija tiene un entorno coherente con lo que desea para ella. “Éste es un barrio duro: he visto cosas muy fuertes. En la calle hay gente que se droga, mujeres que se prostituyen. Tenemos que hablar con los hijos y Terral es un apoyo”. Lo corrobora Amparo, madre de dos niñas: “Antes en casa nos daban las diez de la noche sin hacer los deberes porque no entendían lo que leían. A lo largo de los años, por traslados y cambios de trabajo, no hemos escolarizado a las niñas como era necesario. Pero las cambié de colegio y las apunté a Terral. ¡Cómo han mejorado! También en el comportamiento: ahora, en casa no hay gritos, hay más tranquilidad, se puede hablar con ellas de cualquier tema”.

Conseguir que las niñas terminen sus tareas, se hagan amigas a pesar de ser distintas o no reaccionen con enfado son algunos retos de las voluntarias. No sólo en el 1@1, también en el programa deportivo (un equipo de baloncesto multiétnico), en las actividades extraescolares (que desarrollan habilidades artísticas, musicales y psicomotrices) o en las visitas al patrimonio histórico y cultural de la ciudad.

Todos estos programas fomentan la integración, la deportividad, el trabajo en grupo, el afán de superación, la amistad y la convivencia entre culturas. Las voluntarias hablan de éstas y otras virtudes con las niñas. “Una voluntaria nos explica con ejemplos prácticos cómo aprender a convivir en casa, con nuestros padres y hermanos, y en el colegio, con los compañeros y amigos. Se entiende bien, porque vemos que ellas lo hacen con nosotras y entre sí”, comenta Sheila, de 14 años.

En julio, cuando los colegios terminan las clases, Terral organiza el Casal d’Estiu, actividades para niños de 9,30 a 17h. Hacen deporte, conocen museos, practican idiomas y visitan talleres. El uno a uno permite proponer metas para cada niño: “Trabajamos distintos aspectos: puntualidad, higiene, alimentación; respeto, autonomía, relación con todos los niños en el juego, vocabulario, actitud positiva, carácter… y los objetivos específicos de cada día”, explica Estrella Romera, coordinadora de formación.

De hijas a madres

Terral empezó pronto a trabajar con las mujeres adultas del barrio. Algunas madres, al ver la mejora de sus hijas, solicitaron algo similar para ellas. Según Victoria Guinduláin, directora de Terral, “cuando la madre apoya a los hijos en los estudios, la familia tiene más posibilidades de salir adelante. Nos dimos cuenta de que ella era el factor de cambio decisivo”.

Así nacieron los programas dirigidos a mujeres. Se ofrecen de forma continua Informática y Lengua básica: aprender catalán y castellano facilita la integración social y laboral y evita la formación de guetos entre las mujeres que sólo trabajan en casa.

Otros programas varían en función de las peticiones de las participantes, las habilidades de las voluntarias o las necesidades: desde cursos para dependientas hasta cocina mediterránea. Son impartidos por profesionales y avalados por el Instituto Catalán de la Mujer.

“Una voluntaria nos explica con ejemplos prácticos cómo aprender a convivir en casa y en el colegio. Se entiende bien, porque vemos que ellas lo hacen con nosotras y entre sí”

Montse Riba, directora de programas, destaca que estos cursos “les ayudan a mejorar sus posibilidades laborales, sus habilidades personales y la integración en el entorno”. Por ejemplo, el programa Gestión del hogar ha sido útil para las profesionales, pero ha servido asimismo para que mejoraran la gestión de la propia casa y la economía familiar. Y el programa Cocina Mediterránea les ha permitido conocer mejor la sociedad en la que viven y encontrar trabajo en el sector de la restauración o en domicilios particulares.

El uno a uno también es importante en los programas para adultas. Delicia, por ejemplo, llegó hace tres años de Guinea Ecuatorial. Al principio apenas hablaba. En los cursos de Terral Victoria Baldrich ha sido su voluntaria. “Victoria es como mi ángel de la guarda, lo que no sé se lo pregunto”, cuenta Delicia. Gracias a Gestión del Hogar ha aprendido técnicas útiles para su trabajo actual, pero sobre todo se ha abierto. “Ahora me gustaría enseñar a otras personas para ayudarlas a salir adelante”, añade Delicia.

Las situaciones personales varían. Muchas inmigrantes de Europa del Este y Sudamérica han dejado a sus familias en busca de un empleo y sienten la soledad, mientras que las de países como Marruecos o Pakistán corren el riesgo de relacionarse sólo con su propio entorno. La meta, según Victoria, es que todas sean autónomas y puedan construirse su futuro.

Las voluntarias

Para cumplir los objetivos de Terral es imprescindible la tarea de las voluntarias. Ellas hacen el seguimiento uno a uno, imparten clases, coordinan la formación, la informática o los programas, y realizan tareas como atender la puerta y el teléfono.

Periódicamente reciben sesiones de capacitación. Miriam Alquézar colabora con Terral desde que empezó y ahora es coordinadora de voluntarias: “Las hay de dieciocho años y otras tienen más de ochenta. Universitarias, estudiantes de postgrado, maestras jubiladas, profesionales, amas de casa... Y de toda condición social”. Terral también promueve el voluntariado mediante acuerdos con entidades.

A la variedad de alumnas de Terral corresponde la variedad de voluntarias. Algunas también son inmigrantes o estudiantes extranjeras que realizan una estancia en Barcelona. La convivencia entre personas de distintos países, culturas y creencias se vive con naturalidad. “Entre todas ayudamos a construir la convivencia ciudadana”, afirma Miriam.

Terral es un proyecto de clara identidad cristiana en el que participantes de cualquier religión están a gusto. Se sienten apreciadas y queridas individualmente

Un espacio de libertad

Las participantes de Terral aprecian que sea un espacio de mujeres y para mujeres. A los padres les da seguridad. Para las adultas es un lugar donde aprender, relacionarse, ser ellas mismas, aportar, en una situación de igualdad. En el caso de algunas culturas, elimina la dificultad de acceder a programas similares en un entorno mixto.

Terral es un proyecto de clara identidad cristiana en el que participantes de cualquier religión están a gusto. Se sienten apreciadas y queridas individualmente. Todas las que lo desean acuden al pequeño oratorio de Terral, un espacio para rezar con serenidad.

“A través de todos los programas”, explica Victoria Guinduláin, “procuramos que adquieran virtudes. Son virtudes de raíz trascendente, compartidas por muchas culturas y que mejoran la convivencia. También facilitamos formación cristiana a las niñas, mujeres y voluntarias que lo desean, así como atención pastoral en la iglesia de Montalegre. Y, claro, las que nos implicamos en Terral intentamos vivir lo que enseñamos: la coherencia personal es lo que da fuerza al proyecto”.

Caterine, colombiana, irá el próximo curso a la universidad, tras cinco años de acudir a Terral. Andrea, de Ecuador, tiene 17 años y quiere estudiar Derecho; va a Terral desde sus inicios y se bautizó hace un año. Ahora es voluntaria con las pequeñas, en verano. Terral ya ha empezado a dar fruto.