Proselitismo (Voz del diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer)

Voz «Proselitismo» del Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer, que aborda la figura y la predicación del fundador del Opus Dei desde una doble perspectiva: una biográfico-histórica y otra teológico-espiritual, con el objeto de facilitar el conocimiento de su personalidad y de su mensaje.

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1. Presencia y significado del término en san Josemaría.

2. Apostolado y proselitismo.

3. Derecho y deber.

En el Antiguo y en el Nuevo Testamen­to, "prosélito" es el extranjero convertido al judaísmo (cfr. Kuhn, 1959, p. 303); a partir de este sentido, hay Padres de la Iglesia que lo aplican alguna vez a los conversos al cristianismo (cfr. San Justino, Dialogus cum Tryphone, 28, 2; San Agustín, Contra Faustum, 16, 29). El proselitismo no es otra cosa que el "celo por ganar prosélitos" (Diccionario de la Real Academia Española, 2001), lo que equivale para un cristiano al celo por "ganar almas para Cristo", según la expresión paulina (cfr. 1 Co 9, 19-22).

El término "se ha usado frecuentemen­te como sinónimo de actividad misionera [de la Iglesia]" (CDF, Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la Evangelización, 3-XII-2007, n. 12). Los autores de espiritua­lidad lo han empleado ampliamente duran­te siglos, tanto que "hacer proselitismo y difundir la fe cristiana (cristianizar, evange­lizar), se consideraban, hasta hace poco, la misma cosa" (Mondin, 2001, p. 380). Como ejemplo de este uso generalizado se pue­den evocar unas palabras de Lacordaire: "como no hay cristiano sin amor, tampoco hay cristiano sin proselitismo" (Lacordaire, 1909, p. 101). Sólo recientemente, ya en­trado el siglo XX, el vocablo ha sido objeto de polémicas; sin detenerse en ellas, nos limitaremos a considerar el uso de esa pa­labra en san Josemaria.

1. Presencia y significado del término en san Josemaría

El término proselitismo forma de hecho parte del vocabulario habitual de san Josemaría. Aparece ya en sus anotaciones manuscritas de la década de 1930 (cfr. CECH, p. 891). En Camino es el título de un capítulo (cfr. C, 790-812). Aunque sólo se encuentra siete veces en las obras publica­das hasta el momento, sale otras muchas en los escritos pendientes de publicación y en la predicación oral, como se puede ver por los fragmentos de estas fuentes re­producidos en los estudios sobre su vida y su mensaje (cfr. por ejemplo AVR I, pp. 575-576, donde se cita la Instrucción, 1 -IV-1934, dedicada al tema; AVR III, pp. 284, 338, 487; Burkhart - López, I, 2010, p. 540).

También son numerosos los textos en los que, sin mencionar explícitamente la palabra proselitismo, se supone el con­cepto. Un ejemplo es el primer punto del capítulo "Proselitismo" de Camino: "¿No gritaríais de buena gana a la juventud que bulle alrededor vuestro: ¡locos!, dejad esas cosas mundanas que achican el corazón... y muchas veces lo envilecen..., dejad eso y venid con nosotros tras el Amor?" (C, 790). Según Pedro Rodríguez, este texto deja claro "el sentido de la palabra «proselitis­mo» en la pluma del Autor: es la propuesta y la invitación a compañeros y amigos para compartir el «camino» que se ha descu­bierto" (CECH, p. 892).

En el ambiente cultural que circunda a san Josemaría, al menos en los prime­ros decenios de su predicación, el término tiene una inequívoca acepción positiva, por lo que se comprende que no se de­tenga a precisar el sentido en que lo em­plea. Lo hará más tarde, al difundirse un significado negativo -presente en otros idiomas como el alemán (Proselytenmacherei)-, que incluye connotaciones de engaño o de coacción, elementos que san Josemaría excluye de raíz: "Existen pala­bras que se vuelven mentirosas. Hay hoy quienes afirman que hacer proselitismo no es cosa cristiana, que el cristiano debe ex­clusivamente dar testimonio. ¿Que no es cristiano hacer proselitismo? Es el Apóstol quien nos dice que frates ex auditu (Rm 10, 17), y para oír hace falta predicar, hacerse entender, insistir. Si por proselitismo, cam­biando el sentido original de la palabra, entienden difundir la religión por medio de una propaganda comercial, o arrastrar a las almas con la violencia o con el engaño, tienen razón: porque Dios no quiere esclavos, sino amigos e hijos que le amen en libertad. Pero si por proselitismo entien­den el esfuerzo apostólico por extender la buena nueva, por meterse -con delicade­za pero con verdad- en las vidas de los demás para hacerles conocer a Cristo' si piensan que eso no es cristiano, es que del cristianismo no conocen nada más que el nombre" (Carta 24-X-1965, n. 61: Burkhart -López, I, 2010, p. 540).

San Josemaría valora el silencioso tes­timonio de una conducta íntegra, pero considera que no basta la mera presencia para llevar a cabo la misión apostólica. Es pre­ciso procurar diligentemente, por medio de la oración, del ejemplo y de la palabra con­vincente y alentadora, que los demás sigan a Cristo. Se fija en la expresión "compelle intrare" (Le 14, 23), "obliga a entrar", que el Señor pone en boca del padre de fami­lia cuando envía a su siervo a los caminos para llamar a los invitados a las bodas. San Josemaría lo entiende como "una in­vitación, una ayuda a decidirse, nunca -ni de lejos- una coacción" (Carta 24-X-1942, n. 9: Burkhart - López, II, 2011, p. 271). La "santa coacción" mencionada en Cami­no, 387, es ese mismo "compelle intrare' respetuoso de la libertad: "no es como un empujón material, sino la abundancia de luz, de doctrina; el estímulo espiritual de vuestra oración y de vuestro trabajo, que es testimonio auténtico de la doctrina; el cúmulo de sacrificios, que sabéis ofrecer la sonrisa, que os viene a la boca, porque sois hijos de Dios (...). Añadid, a todo esto, vuestro garbo y vuestra simpatía human, y tendremos el contenido del compelle intrare" (Carta 24-X-1942, n. 9: Burkhart López, II, 2011, p. 271). "Si meditamos el Evangelio y ponderamos las enseñanzas de Jesús, no confundiremos esas órdenes [compelle intrare] con la coacción. Ved de qué modo Cristo insinúa siempre: sí quieres ser perfecto..., si alguno quiere ver pos de mí... Ese compelle intrare no entraña violencia física ni moral: refleja el ímpetu del ejemplo cristiano, que muestra en su proceder la fuerza de Dios: mirad cómo atrae el Padre: deleita enseñando, no imponiendo la necesidad. Así atrae hacia Él (San Agustín, In loannís Evangelium, 26, 7)" (AD, 37).

2. Apostolado y proselitismo

El envío del Espíritu Santo en Pente­costés para atraer a todos los hombres y mujeres a Cristo formando la Iglesia, sus­citó la cooperación de los apóstoles en el anuncio de la Resurrección, la llamada a la conversión y los bautismos. Meditan­do esta realidad, san Josemaría conside­ra que el cristiano ha de cooperar con el Paráclito en la misión, que se prolonga durante la historia, de llevar a "todos, con Pedro, a Jesús por María" (ECR 139). Esa cooperación la designa con los nombres tradicionales de "apostolado" y de "pro­selitismo". En general, el apostolado es anunciar a Cristo y el proselitismo invitar a otros a incorporarse a la Iglesia Católica o, si ya forman parte de ella, a asumir con integridad las exigencias de la vocación cristiana, especialmente la del apostola­do, de modo que se conviertan a su vez en apóstoles: hacer proselitismo es ser "apóstol de apóstoles" (cfr. C, 811, 920; 18,202; F, 871; ECR 1, 147). Tomados en este sentido general, apostolado y proseli­tismo son conceptos muy próximos, pues de anunciar a Cristo (apostolado) a propo­ner la incorporación a la Iglesia o la cohe­rencia plena con la vocación cristiana a la santidad y al apostolado (proselitismo), el paso es breve. De ahí que bastantes textos de san Josemaría sobre el uno se puedan aplicar también al otro.

Estos términos se encuentran también en las obras de san Josemaría con un sentido específico referido a la concre­ción apostólica de difundir el espíritu de santificación en medio del mundo, que Dios le hizo ver en 1928, y al desarrollo del Opus Dei para vivir y propagar ese espíritu. Tomados en este sentido específico, el apostolado y el proselitismo están tan próximos como cuando los emplea en el sentido general al que nos acabamos de referir. Esto se explica si se tiene presente que el apostolado que impulsa san Jose­maría consiste en procurar que los fieles corrientes tomen conciencia de su voca­ción cristiana y se decidan a vivirla coherentemente en medio del mundo; y que el proselitismo que promueve consiste en proponer eso mismo, pero con un espíri­tu propio y unos determinados medios y modos, de forma que cuando plantea la incorporación al Opus Dei, simplemente está ofreciendo un espíritu y unos medios para responder a la llamada universal a la santidad y al apostolado sin abandonar el propio lugar en el mundo. En ningún caso considera el proselitismo como una labor particularista, porque su fin no es formar un grupo cerrado sino servir a todas las personas -"de cien almas nos interesan las cien" (S, 183), solía decir-; ni busca el bien de una parte (de una institución) por encima o independientemente del todo (la Iglesia universal), sino el bien del todo realizado a través de una parte. Para san Jo­semaría no hay dicotomía entre lo uno y lo otro. El proselitismo en cuanto llamada al Opus Dei es siempre edificación de la Igle­sia, porque atraer al Opus Dei es ayudar a otros cristianos a que vivan plenamente su vocación a la santidad en medio del mun­do y, por tanto, a que procuren "ser Iglesia" (AIG, p. 37).

La proximidad entre apostolado y pro­selitismo tiene otra manifestación característica. "Tu apostolado debe ser una su­perabundancia de tu vida «para adentro»" (C, 961), escribe en Camino. Lo mismo vale para el proselitismo. En este caso san Josemaría hace referencia con frecuencia no ya a la vida "para adentro", en general, sino a lo que constituye el "centro y la raíz" (F, 69) de esa vida interior: la Eucaristía. El afán de proselitismo surge de la unión con Cristo en la Eucaristía, de ser "alma de Eucaristía", un alma embebida de los mismos sentimientos redentores de Cristo Jesús. Concretamente, el proselitismo específico que impulsa san Josemaría se di­rige a poner a Cristo en la entraña de todas las actividades humanas. Por eso escribe: "Carísimos: Jesús nos urge. Quiere que se le alce de nuevo, no en la Cruz, sino en la gloria de todas las actividades humanas, para atraer a sí todas las cosas (Jn 12, 32) (...). Mas, para cumplir esta Voluntad de nuestro Rey Cristo, es menester que ten­gáis mucha vida interior: que seáis almas de Eucaristía" (Instrucción, 1-IV-1934, nn. 1 y 3: Burkhart - López, I, 2010, p. 567). De ahí la recomendación: "Vamos, pues, a pe­dir al Señor que nos conceda ser almas de Eucaristía (...). Y facilitaremos a los demás la tarea de reconocer a Cristo, contribuiremos a ponerlo en la cumbre de todas las actividades humanas" (ECP, 156).

3. Derecho y deber

La doctrina cristiana enseña que "toda persona tiene derecho a escuchar la «Buena Nueva» de Dios que se revela y se da en Cristo, para realizar en pleni­tud la propia vocación" (RMi, 46). "A este derecho le corresponde el deber de evan­gelizar" (Congregación para la Doctrina de la Fe, 2007, n. 2), que no consiste sólo en exponer el Evangelio a otros sino también en "favorecer su conversión a Cristo y a la fe católica" (ibidem). Los documentos que se acaban de citar expresan una doctrina perenne, que se encuentra también en san Josemaría. El apostolado y el proselitismo cristianos son para él un derecho y un de­ber. "Tú, por cristiano, tienes el derecho y el deber de provocar, en las almas, la cri­sis saludable de que vivan cara a Dios" (F, 948). Este derecho y este deber se refieren no sólo al proselitismo en sentido general, es decir, a la atracción hacia la Iglesia, sino también con respecto a la propia vocación específica. "Proselitismo. -¿Quién no tiene hambre de perpetuar su apostolado?" (C, 809). En las enseñanzas de san Josemaría, "la dimensión «proselitismo» es connatural a la pluralidad de carismas e instituciones en la Iglesia" (CECH, p. 907).

El proselitismo es para san Josemaría muestra clara de amor a Dios y al prójimo, "señal cierta del celo verdadero" (C, 793), "señal cierta de tu entregamiento" (C, 810). No concibe que se pueda seguir a Cristo por un determinado camino de santifica­ción sin el deseo de atraer a otros a ese mismo camino: "¡Cómo me duele que un sacerdote o un religioso no busque vo­caciones para el seminario diocesano o para su noviciado! Casi siempre es señal de que ellos mismos no están contentos de su vocación (...). En cambio, cuando se ama esa predilección de Dios, que nos invita a colaborar con El, a corredimir, en­tonces (...) se tiene, no deseo, ¡hambre de pegar esa locura a otros! (...) Porque el bien, de suyo, es difusivo. Si yo gozo de un beneficio, necesariamente tendré deseos eficaces de que otros vengan a participar de esa misma felicidad" (palabras de la predicación oral, 29-XII-1959, citadas en Burkhart - López, III, cap. 6o, 2.2.2). Recor­dando la exclamación de Jesús, repetida frecuentemente a modo de jaculatoria: Ignem veni mittere in terram, et quid volo nisi ut accendatur? (Lc 12, 49), fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué he de que­rer sino que arda?, exhorta a contemplar el Amor que inflama el Corazón de Cristo y a desear que prenda en la propia alma: "dejemos que su impulso mueva nuestras vidas, sintamos la ilusión de llevar el fue­go divino de un extremo a otro del mundo, de darlo a conocer a quienes nos rodean: para que también ellos conozcan la paz de Cristo y, con ella, encuentren la felicidad" (ECP, 170).

En su predicación, se detiene en los pasajes evangélicos de las pescas milagrosas para escuchar la voz de Jesús -"mar adentro y echad vuestras redes para la pesca" (Lc 5, 4; C, 792)- como una invitación perentoria a ser "pescadores de hombres" (Mt 4, 19; título de un capítulo de Surco). "¿Y será lícito meterse de ese modo en la vida de los demás? Es necesario. Cristo se ha metido en nuestra vida sin pedirnos permiso. Así actuó también con los primeros discípulos: pasando por la ribera del mar de Galilea vio a Simón y a su hermano Andrés, echando las redes en el mar, pues eran pescadores. Y les dijo Jesús: seguidme, y haré que vengáis a ser pescadores de hombres (Mc 1, 16-17). Cada uno conserva la libertad, la falsa libertad, de responder que no a Dios, como aquel joven cargado de riquezas (cfr. Lc 18, 23), de quien nos habla San Lucas. Pero el Señor y nosotros -obedeciéndole: id y enseñad (Mc 16, 15)- tenemos el derecho y el deber de hablar de Dios, de este gran tema humano, porque el deseo de Dios es lo más profundo que brota en el corazón del hombre" (ECP, 175). Es necesaria la ac­ción apostólica, pero sin olvidar nunca que es Dios quien llama y que es preciso pedir su gracia: "La mies es mucha y pocos los operarios. -«Rogate ergo!» -Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe operarios a su campo. La oración es el medio más efi­caz de proselitismo" (C, 800).

Voces relacionadas: Apostolado; Conciencia; Libertad.

Bibliografía: C, 790-812; CONV, 34-47; F, 912-986; S, 181-232; Concilio Vaticano II, Decl. Dignitatis humanae, 1965; Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la Evangelización, 3-XII-2007, AAS, 100 (2008), pp. 489-504; Juan Pablo II, Cart. Enc. Redemptoris missio, 1990; Ernst Burkhart – Javier López, Vida cotidiana y santidad en la en­señanza de San Josemaría. Estudio de teología espiritual, l-lll, Madrid, Rialp, 2010-2013; Karl Georg Kuhn, "Prosélytos", en ThWNT, VI, 1959, pp. 725-745; Jean-Baptiste Henri Lacordaire, Pensées choisies, I, París, Poussielgue, 1909, p. 101; Battista Mondin, Dizionario Storico e Teologico delle Missioni, Roma, Urbaniana University Press, 2001; Fernando Ocáriz, "Evangelización, Proselitismo y ecumenismo", ScrTh, 38 (2006), PP-617-636.

Javier López Díaz