No pasó mucho tiempo

José Antonio Busto Villa es el director de la Federación Española de Banco de Alimentos.

"No pasó mucho tiempo, a lo sumo un mes o dos, desde el día de la jubilación hasta que mi amigo Javier me llamó para preguntarme si quería incorporarme al Banco de Alimentos de Madrid. 

Acostumbrado a madrugar, la idea de levantarme con todo el día por delante sin saber muy bien qué hacer me parecía de un aburrido insoportable.

Javier me dijo que lo que teníamos que hacer era buscar alimentos donde los dieran gratis y ponerlos donde hicieran falta, gratis también. Ése era el esquema.

A mi me pareció que lo mío era el aprovisionamiento, de manera que comencé las gestiones por ese sector de actividad.

Terminaba el mes de enero y sonó el teléfono:

- ¿Querrían ustedes siete toneladas de chocolate?

- Sí, sí claro. ¿Dónde debemos recogerlas?

- Bueno, verá, es que como dentro de pocos días es San Valentín, tenemos el proyecto de poner a la puerta de un establecimiento del lateral derecho del paseo de la Castellana, un corazón de chocolate de unas siete toneladas que ustedes al día siguiente podrían llevarse.

A las nueve de la mañana del 15 de febrero lucía un sol espléndido. Manolo subido sobre el dichoso corazón, que a su vez descansaba sobre una plataforma inclinada a metro y medio de altura, embutidos los pies en unas fundas de plástico grueso y con un martillo neumático, trataba de demoler en trozos de cuatro o cinco kilos una masa de siete toneladas, mientras varias furgonetas se afanaban en recoger las bolsas que se iban llenando, los transeúntes miraban entre divertidos y asombrados, y los guardias de tráfico intentaban poner un poco de orden. Todo salió a pedir de boca: tratándose de chocolate, no podía ser de otra manera.

Nacho, ingeniero de Caminos, había planificado toda la operación y los de la organización patrocinadora se escabullían cuando él posaba su ojo de experto en los detalles que era necesario considerar y en los que no habían caído.

El trabajo bien hecho, pensé yo, esto es lo nuestro. Era lo que me habían enseñado desde los años sesenta cuando José Manuel me habló del Opus Dei por primera vez.

Se fue al Cielo hace algunos años pero lo recuerdo como si fuese hoy: ¿Sabes? -decía- esto del trabajo es algo estupendo.

Y yo, con cara de escéptico sin remedio:

Sí, verás, seguía, tú procuras hacerlo lo mejor posible, con esfuerzo, y lo ofreces a Dios por tus amigos o por tu familia o por tu novia, para que los ayude.

Han pasado 48 años, se dice pronto, una vida profesional, aquella novia que fue mi mujer durante 37 años en este mundo, para mí que lo sigue siendo en el Cielo, ocho hijos y ahora “enganchado” en esta especie de organización “juvenil” que son los Bancos de Alimentos. 

Lo que pasa es que José Manuel tenía razón.

Esta mañana ha venido a verme un ex-compañero de trabajo, recién jubilado, acompañado de un grupo de amigos que quieren iniciar un Banco de Alimentos en otra ciudad y le hemos estado explicando los objetivos y el programa de trabajo.

En resumen, el asunto es bastante sencillo de entender, les dijimos, se trata de buscar un local, preferiblemente una nave industrial de bastante capacidad, naturalmente que no os cueste nada; es imprescindible que la dotéis de medios de almacenamiento, ya sabéis, estanterías, traspalets, si puede ser un toro mecánico, etc., siempre hay alguien que desea modernizar sus instalaciones y le sobran cosas.

Interrumpió uno de los visitantes: Y claro, todo sin que nos cueste nada.

Tú verás, le dijo Juan Ignacio abriendo expresivamente los ojos.

Proseguimos con el programa. Interrumpió Ana: Bueno pues con eso en cuanto encontréis cuatro o cinco voluntarios que se unan a vosotros tres, tenéis un Banco.

A todos nos pareció percibir una cierta sorna cuando dijo mi amigo: Pues mira, dicho así parece fácil".