La alegría y el dolor

¿Cómo se puede tener alegría en un mundo como el nuestro, donde está tan presente el dolor y la injusticia?

La Iglesia, en su liturgia, se atreve a cantar con alegría el Misterio de la Cruz de Cristo. El dolor no cancela la alegría, si se vive unido a la entrega de Jesucristo por nuestra salvación. La alegría se agosta por el egoísmo del pecado, por el olvido de amar a Dios y amar al prójimo, junto con la falta de arrepentimiento. Quien vive dominado por un ambiente donde lo principal es el culto de la buena imagen, del éxito, del poder, se deprime ante un fracaso, ante un traspiés económico, incluso ante unas arrugas en la cara. Desde luego, la alegría, para un cristiano, no está ligada a una presunta impecabilidad, que no existe, sino a la disponibilidad para pedir perdón, para arrepentirnos. La alegría es la del hijo pródigo. Cada vez comprendo mejor que el Beato Josemaría Escrivá llamara al sacramento de la Penitencia «el sacramento de la alegría».

Agencia de Noticias Zenit, 14 de febrero de 2001.