Fallece James Hickey, cardenal de Washington y devoto de san Josemaría

Ha fallecido el cardenal James Hickey, cardenal de Washington durante 20 años. Antes, había trabajado para lograr la paz en El Salvador. “Fue un gran arzobispo y un sacerdote bueno y bendito”, dijo su sucesor. Mons. Hickey confiaba a san Josemaría los problemas ordinarios de su diócesis.

El cardenal falleció a los 84 años.

Recogemos un resumen de la necrológica ofrecida por el diario El País:

James Hickey, el cardenal que defendió los derechos humanos en El Salvador El cardenal James Hickey, que fue arzobispo de Washington durante 20 años, y pidió el fin de la ayuda militar de Estados Unidos a El Salvador durante la guerra civil de este país, murió el domingo a los 84 años.

El arzobispado de la ciudad dijo en un comunicado que la salud de Hickey, oriundo de Midland (Michigan), había empeorado progresivamente en los últimos años. Todos echaremos de menos su sonrisa y su sabiduría”, declaró su sucesor, el cardenal Theodore McCarrick.

Hickey se convirtió en un ferviente defensor de los derechos humanos en El Salvador en su época como obispo de Cleveland, cargo que recibió en 1974. Justo antes de ser nombrado arzobispo de Washington, en 1980, viajó al país centroamericano para asistir al funeral del arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, que había sido asesinado por miembros de un escuadrón de la muerte de la ultraderecha. (...)

Entre 1962 y 1967 participó en el Concilio Vaticano II como experto en Teología. Durante sus décadas al frente del arzobispado de Washington, Hickey amplió los servicios sociales a los inmigrantes y marginados, y renovó las escuelas católicas de enseñanza primaria. (...)

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El cardenal Hickey fue un gran devoto de san Josemaría Escrivá. Durante el Concilio Vaticano II le había producido una honda impresión el debate sobre el capítulo quinto de la ‘Lumen gentium’, acerca de la llamada universal a la santidad.

Pero sólo más tarde, siendo ya Arzobispo de Washington, comprendió lo que significaba tal llamada, al advertir las distintas maneras con que los devotos del fundador del Opus Dei la ponían en práctica. Así lo expresaba con estas palabras tras la beatificación de san Josemaría:

“Pronto tuve un gran aprecio por San Josemaría. Profundicé mi interés por su figura y mi amor por la iniciativa que había emprendido. En aquel momento, dada la fama de santidad que tenía, y sabiendo que estaba en marcha su proceso de canonización, le hice unos pequeños "encargos". Realmente, me ayudó en algunas decisiones importantes. Eran cosas que pensaba que no saldrían adelante, pero me equivoqué. No fueron la clase de milagros que se estudia en un proceso de canonización, sino favores más sencillos, dos favores en concreto, que hicieron que desde entonces, cuando tengo algún problema, me dirijo a él y le digo: "Oye, amigo, tengo otro trabajo para ti".

No tuve la oportunidad de visitarle en los viajes que hice a Roma. Y ahora me apena. Pero siento que le conozco bien, muy bien, a través de sus hijos (...). Es un conocimiento "de segunda mano". Esperemos que en el Cielo, le pueda conocer directamente”.