Estudio, trabajo, créditos, ahorrillos… y un cambio de vida

Aunque Néstor Martínez sólo tiene 24 años, su experiencia laboral es extensa: atendió al público en el Registro Mercantil de Barcelona durante dos veranos, preparó y sirvió bocadillos en el Pans&Company, fue dependiente de Zara, trabaja desde hace años en los servicios informáticos de su universidad donde también ha hecho labores de mantenimiento, fue bibliotecario en la Escuela de Arquitectura… y todo para poder hacer realidad su sueño: estudiar Filosofía y Periodismo en la Universidad de Navarra.

Néstor se define como una persona inquieta, curiosa, a la que le gusta aprender y luchar por ser mejor cada día. “Cuando estoy en un empleo pienso en qué puedo aportar yo y qué me puede aportar a mí. Busco experiencia laboral, sentirme orgulloso de mí mismo y hacer sentir orgullosos a los demás”.

“Sabía que era el lugar donde tenía que estar”

Néstor oyó hablar de la Universidad de Navarra en una sesión en su instituto: “Al principio no sabía el prestigio que tenía esta universidad, ni lo que costaba, ni de su relación con el Opus Dei, pero tras la sesión informativa, supe que era el lugar donde debía estar”.

Después de elegir la universidad, estuvo viendo su oferta de carreras. Había hecho el bachillerato de ciencias de la salud para no cerrarse puertas, aunque en realidad le interesaban casi todas las carreras. Por otra parte, le atraía mucho la idea de encontrar historias que merecieran la pena ser contadas, todo lo que tuviera que ver con la comunicación y la palabra. Pero también le apasionaba la filosofía, así que finalmente escogió Filosofía y Periodismo.

 

Una vez elegidas la universidad y las carreras, apareció un obstáculo en el camino de Néstor: cómo financiarse los seis años en una universidad privada y fuera de casa. Sus padres siempre le habían apoyado en todo pero que él estudiara en la Universidad de Navarra no era viable. Al preguntarle por este problema, Néstor responde con convicción: “Tenía claro que la Universidad de Navarra era donde tenía que estar. No había un “plan B” por si esto no me salía. Mis padres temían las dificultades por las que iba a pasar, veían que el camino que había elegido me iba a suponer mucho esfuerzo y sacrificio, pero al final, me vieron tan convencido que se contagiaron de mi entusiasmo”.

Once horas diarias los siete días a la semana

Y con ese entusiasmo se puso manos a la obra. El verano previo a empezar la carrera estuvo trabajando en Barcelona más de once horas diarias todos los días de la semana. Vivía en casa de sus tíos y por las mañanas trabajaba en el Registro Mercantil. Por las tardes preparaba y servía bocadillos en una franquicia de comida rápida. Esto le permitió comenzar la carrera. Junto con eso, consiguió la Beca de Movilidad del Ministerio de Educación. 

Además de estudiar, pudo apuntarse a teatro, al taller de escritura, ir a todas las conferencias que podía… Néstor explica: “Tenía muy presente lo que había escuchado en la sesión en mi instituto: el título universitario es un lienzo en blanco al que cada cual tiene que ir añadiendo colores y formas. Al final, todo el mundo sale con un título, pero lo importante son las experiencias vividas que te distinguen de los demás”.

Tras terminar su primer año de carrera, Néstor volvió a trabajar el verano en Barcelona. 

“Necesitaba ingresar dinero para poder seguir estudiando, pero también tenía que estudiar”

El segundo año lo comenzó con más dificultades: necesitaba un trabajo que le permitiera movilidad de horarios así que empezó como alumno colaborador en las salas de ordenadores de la universidad algunas horas por las mañanas. Pero como no era suficiente, buscó también un trabajo fuera de la universidad en el que cobrara más, así que por las tardes era dependiente en una cadena de tiendas de moda. 

"Llegó un momento en que dedicaba más horas a trabajar que a estudiar y el cansancio y la presión eran cada vez mayores”

En este último trabajo estuvo dos años y en esta época fue cuando tener que trabajar para pagarse la carrera comenzó a afectar a sus estudios. La dinámica del mundo laboral acabó agotándole: “Empecé a no presentarme a algunos exámenes para poder prepararme con tiempo y hacerlo bien. Necesitaba ingresar dinero para poder seguir estudiando, pero eso mismo acabó impidiéndome estudiar. Mis padres me ayudaban a llevar las cuentas, yo sabía lo que tenía que ir pagando cada mes. Nunca hice una planificación a largo plazo. Llegó un momento en que dedicaba más horas a trabajar que a estudiar y el cansancio y la presión eran cada vez mayores”. 

Al preguntarle si con todo ese peso encima no se planteó tirar la toalla, Néstor afirma con gran convicción: “No. Yo sabía que ese era mi sitio”.

“Regalos” providenciales

La situación de presión duró hasta finalizar su tercer curso de universidad, ya había empezado la crisis y encontrar empleo era cada vez más difícil. “La verdad es que siempre que estaba en la cuerda floja pasaba algo providencial: conseguía un trabajo, en la universidad eran comprensivos a la hora de que pagara un poco más tarde… Al final conseguí un pequeño trabajo y un banco me concedió un préstamo”. 

Néstor califica estos sucesos de “providenciales”. Hablamos sobre su relación con Dios. Admite que a lo mejor entonces no identificaba esos detalles como “regalos”, porque cuando llegó a la universidad no era creyente, pero que ahora, “creo firmemente que todos esos “regalos” estaban dentro de un plan de Dios y me hacían confirmarme en que este era el sitio donde tenía que estar”.

"“Sé que he encontrado a Dios y no hay marcha atrás: cuando sabes que Dios existe ya no puedes seguir viviendo como si no hubiera sucedido nada"

Néstor se convirtió en su tercer año de universidad aunque afirma que su conversión es un proceso aún sin terminar: “Sé que he encontrado a Dios y no hay marcha atrás: cuando sabes que Dios existe ya no puedes seguir viviendo como si no hubiera sucedido nada. Pero también sé que tengo mucho que mejorar en mi relación con Él. Encontrar a Dios me ha cambiado la vida. Percibir su presencia hace que tome mayor conciencia de mis responsabilidades, que lo que hago tiene relevancia también para un más allá. Saber que siempre hay Alguien mirando, Alguien a quien le importo, refuerza mi compromiso con la vida y muchas veces es también un consuelo”.

Vale la pena

Néstor ha pasado ya el ecuador de su carrera y sólo le quedan dos cursos para finalizarla. Aunque para algunos pueda parecer un gran esfuerzo él explica que siempre hay dificultades en la vida, algunas son urgentes (las que se refieren a necesidades básicas: comer, tener una casa, un cierto bienestar…) y que, gracias a Dios, de esas complicaciones él no tiene. Pero afirma que hay otras preocupaciones que están por encima del “ir sobreviviendo”: “las dificultades a las que se enfrenta cualquiera que quiera comprometerse con una vida plena, una vida lograda. Cualquier camino que tomes siempre va a ser complejo si te comprometes con algo que realmente merezca la pena. Pienso que en la sociedad hemos perdido bastante la capacidad de sacrificio. A mí no me parece heroico sacrificarme por lo que quiero”.