El primer graduado de Braval

Glenn Caliba será el primer universitario titulado formado en el Braval y encarna el éxito de los hijos de inmigrantes.

¿Se graduará?. ¿Tendrá futuro? Está en el último curso de ingeniería informática en la UPC. Vive en un barrio en el que el 72% de los habitantes sólo tienen estudios de primaria. Foto: Pere Tordera

Retrata el país del que procede y ejemplifica el éxito de los hijos de la inmigración, una hornada que rehuye la etiqueta de inmigrante. Glenn Caliba nació en Barcelona y es hijo de filipinos que viven en el barrio del Raval. Tendrá título universitario en breve. Se lo ha trabajado. Pasó por las aulas del Braval (una de las muchas entidades con vocación social que trabajan en el distrito de Ciutat Vella de Barcelona) antes de dar el salto a la facultad. Con la timidez de los alumnos brillantes, que se encuentran incómodos hablando de los progresos académicos, Caliba se dispone a contar su historia.

Es la historia de una hornada de jóvenes que aspira a progresar en la Cataluña mestiza. Su éxito será el éxito de la sociedad plural. Su triunfo será el triunfo de la ciudadanía que impone eliminar las barreras que la hornada de sus padres no ha podido derribar. Caliba pretende superar estos obstáculos desde el Raval, uno de los laboratorios de la nueva Cataluña, un barrio con un 47% de inmigración y donde un 72% de los habitantes sólo tienen estudios de primaria. Caliba ha escogido el camino de la formación, sinónimo de sociedad cohesionada.

Por Braval pasan cada tarde escolares que proceden de treinta países diferentes, hablan once lenguas y profesan nueve religiones

Tiene 23 años y se graduará en ingeniería informática en la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Le quedan pocas asignaturas y el proyecto final de carrera. Ya puede imaginarse como le quedará el birrete porque casi puede palpar el título. "Ha costado bastante", admite el futuro titulado, el primero que sale en los últimos doce años de las aulas de la asociación Braval, que trabaja para formar a jóvenes del Raval que necesitan una ayuda en los estudios.

Por las dependencias de la calle de la Cera, sede de la asociación que ha contribuido a empujar Caliba hacia la universidad, pasan cada tarde escolares que proceden de treinta países diferentes, hablan once lenguas y profesan nueve religiones. A pesar del componente religioso de la entidad, la convivencia entre confesiones es armoniosa.

Sentimiento de pertenencia

De padres filipinos, que emigraron a Barcelona cuando él aún tenía que nacer, Caliba se ganará la vida con los ordenadores, pero también lo podría hacer con la música. Ha estudiado piano y ahora cursa formación de órgano en el conservatorio del Bruc de Barcelona. Habla seis lenguas -catalán, castellano, inglés, alemán, Ilocano y tagalo, las dos últimas, propias de las Filipinas- y hace de monitor de chicos que, como él, aspiran a hacer valer su talento. "Aquí se puede progresar, simplemente se trata de saber aprovechar tus oportunidades", comenta Caliba, que descubrió las aulas del Braval después de que un amigo le comentara que en el barrio había una entidad que ofrecía ayuda desinteresada de refuerzo escolar. En ese momento, estudiaba cuarto de ESO y estaba preocupado por la exigencia que representaba el salto a bachillerato. Lo consiguió, por supuesto.
"Tenemos que conseguir que experimenten un sentimiento de pertenencia, que se sientan orgullosos de su barrio y del país, y que quieran transformarlo", afirma Canet.

Cataluña contabiliza 1,2 millones de ciudadanos de origen extranjero (un 16,4% de la ciudadanía). Esta diversidad se constata en las escuelas de Ciutat Vella, pero también en las aulas del colegio Urgell de Barcelona, donde Caliba cursó los estudios obligatorios.

En su hornada, la mayoría de los alumnos del centro eran recién llegados o hijos de padres inmigrantes. "Siempre lo he vivido con normalidad porque, en la escuela, un 80% teníamos relación con la inmigración", comenta Caliba para ilustrar que la diversidad no está reñida con un sentimiento de pertenencia al país. Él se siente catalán, aunque las raíces paternas se alimenten en Filipinas: "Simplemente, soy de aquí. Lo más importante es el sentimiento de pertenencia. No importa de donde son mis padres porque Cataluña es mi casa". El graduado ya puede probarse el birrete.

El reto de la segunda generación

"La formación es la única herramienta para evitar que la segunda generación quede marginada", afirma Enric Canet, director de relaciones ciudadanas del Casal de jóvenes del Raval, que moviliza unas 5.000 personas en diversos programas educativos.

En el barrio más mestizo de Barcelona -el porcentaje de alumnado extranjero en el distrito de Ciutat Vella, un 36,8%, es el más alto de la ciudad-, la prioridad es evitar el fracaso escolar. Todos los agentes educativos interpretan que es la solución para construir una sociedad más cohesionada, en la que no haya espacio para la fractura. Pero queda mucho trabajo por hacer.

Unos niños juegan al ajedrez en Braval

Los datos publicados en la revista Barcelona Educació en febrero de 2010 indicaban que el distrito de Ciutat Vella era el peor de la ciudad en el porcentaje de alumnos de cuarto de ESO graduados en comparación con los evaluados (un 62,5% en la escuela pública y un 81,9% en la privada). Canet tiene claro que es imprescindible asegurar la igualdad de oportunidades para los hijos de los inmigrantes: "Se siguen viendo como inmigrantes y sólo tendrán un futuro a través de herramientas como la educación y la lengua".

"Tenemos que conseguir que experimenten un sentimiento de pertenencia, que se sientan orgullosos de su barrio y del país, y que quieran transformarlo", afirma Canet. Núria Paricio, directora de la Fundación Tot Raval , comparte la necesidad de la formación como elixir: "Si somos capaces que se formen y puedan encontrar trabajo estaremos salvados. Nos la jugamos como sociedad y debemos entender que los hijos de inmigrantes ya no son inmigrantes. No hay otro camino que garantizarles la igualdad de oportunidades".

Una cuarta parte de la población joven de Cataluña (entre 16 y 29 años) es de procedencia extranjera: un colectivo de 350.000 ciudadanos. Las nacionalidades con mayor presencia en el territorio son la marroquí, la rumana y la ecuatoriana.

Los jóvenes que no estudian ni trabajan (han sido bautizados con el concepto ni-ni) representan un 22,9% del colectivo de autóctonos y un 38,4% de los de nacionalidad extranjera. La tasa de paro de los jóvenes extranjeros (36,1%) supera a la de autóctonos en diez puntos.

Seis de cada diez expedientes tramitados por el Servicio de Acompañamiento al Reconocimiento Universitario (SARU), creado en abril, corresponden a usuarios nacidos en América Latina. Son licenciados que intentan convalidar su título universitario en Cataluña.

Según el ministerio de Educación, los alumnos extranjeros de primer y segundo ciclo matriculados en las universidades catalanas durante el curso 2009-2010 representaban sólo el 3,6% del alumnado. La presencia era más notoria en la pública (4,2%) que en la privada (2,2%).

Joan Serra / Ara