El objetivo más ambicioso

Ekene Ogbechie es una joven farmacéutica inglesa, miembro de un grupo musical, que estudia un master MBA en la Manchester Business School. En este testimonio cuenta su experiencia como supernumeraria del Opus Dei.

En el año 2001 una amiga me propuso hacer un curso de retiro espiritual en Wickenden Manor. Fui, y durante aquellos días de oración me planteé a fondo el sentido de mi vida: ¿La estoy desperdiciando?, le preguntaba a Dios.  No todas las personas que hacen un curso de retiro se hacen unas preguntas tan esenciales, pero a mí me había impresionado   el mensaje de santidad que había escuchado durante aquellos días. 

A partir de entonces comencé a acudir con algunas amigas mías a diversos medios de formación cristiana en Ashwell House, una residencia universitaria  de Londres dirigida por mujeres del Opus Dei.

Durante ese tiempo cantaba en un grupo de música, tenía una intensa vida social y disfrutaba de muchas cosas; pero me falta algo; sentía en mi alma una inquietud íntima, y un fuerte deseo de Dios dificil de explicar. No es fácil poner por escrito qué se siente cuando se está en esa situación. Yo me daba cuenta, en mi cabeza y en mi corazón,  que Dios me estaba pidiendo más y que debía darle más…

Mis amigos me veían mucho más contenta después de mi encuentro con el Opus Dei y me lo decían. Porque yo seguía haciendo la intensa vida social de siempre, pero al mismo tiempo, cuidaba mi vida de fe; y estaba descubriendo una perspectiva nueva de las cosas, que me daba más alegría y más esperanza. El espíritu del Opus Dei me ayuda a encontrar el equilibrio, la armonía, entre lo humano y lo sobrenatural.

Wickenden Manor

Comencé a descubrir numerosos aspectos de la Iglesia y de la fe que desconocía. Este es un punto en el que los miembros del Opus Dei tenemos una especial responsabilidad, porque nuestra sociedad necesita personas de todos los ambientes que sepan comunicar a los demás –sin juzgarlos, sin sentimientos de superioridad y aceptándolos tal como son- la necesidad de seguir a Cristo en medio del mundo, realizando las actividades habituales de cada día, proporcionándoles, si lo desean, una formación católica profunda.

Los jóvenes soñamos con muchas cosas; tenemos grandes aspiraciones y deseamos llevar a cabo grandes proyectos. Pero hay un proyecto que supera a todos los demás en ambición y grandiosidad: el proyecto de ser verdaderamente cristiano. Es el objetivo más alto que se puede proponer cualquier persona. Cada noche, cuando hago mi examen de conciencia, descubro cuánto me falta por recorrer… ¡Y sin embargo, lucho! Porque confío en la gracia de Dios, que no me ha de faltar.