Un futuro “muy negro”

En 2013, Eduardo Ares anunciaba en su blog “La vida es cuento” que dejaba su puesto como profesor de Literatura en un instituto madrileño para dedicarse, durante unos años, a estudiar teología y, posiblemente, en un futuro no muy lejano, ordenarse sacerdote.

El perfil de Twitter de Eduardo está lleno de fotos en el escenario, haciendo deporte, con sus alumnos y sus sobrinos, y sirve para conocer un poco al personaje: su pasión por la filología, la enseñanza, el teatro… Y los cuentos. De contarlos y de escribirlos. De hecho, ha compartido páginas en algunas publicaciones con escritores como Julio Llamazares, Elvira Lindo, Antonio Muñoz Molina, o Arturo Pérez Reverte.

Hace dos años aparcaba todo esto por un tiempo, para estudiar teología, y poder decidir con calma si se hacía o no cura; algo que llevaba tiempo rondándole la cabeza. Como él dice: «Entraba dentro de lo posible».

Después, el pasado mes de octubre, anunciaba en su blog: «Al final va a ser que sí. Tengo claro que mi futuro es de oscuro». Y la semana pasada era ordenado diácono en Roma, por el Prelado del Opus Dei.

Sus alumnos sabían que Edu era “del Opus” desde hace muchos años, como explicaba en este vídeo, por eso, cuando contó su decisión de ser sacerdote reaccionaron muy bien. Con el entusiasmo propio de los adolescentes. «Eres una persona que lucha por sus sueños». «Vas a ser un sacerdote guay», le decían. Son chicos y chicas jóvenes, libres de prejuicios, aunque la mayoría no tengan fe.

Eduardo Ares con el Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría.

La decisión de seguir la llamada de Dios al sacerdocio no es fácil, aclara Eduardo. Lo describe como “un salto en paracaídas; que al principio da mucho miedo y mucho vértigo”. Pero continúa: «Te armas de valor, poco a poco vas dejando de pensar en la renuncia que supone… Hasta que llega un momento, después de rezar mucho, en que dices: me hago cura y que sea lo que Dios quiera».

Y llegó el momento de la ordenación. «Comprenderás que no es fácil destacar algo de la ceremonia, pero desde luego algo que me impactó fue lo que me dijo el Padre –el Prelado del Opus Dei– en una de las ocasiones en las que había que subir hasta donde él estaba: “Esto sí que es un cuento bonito, Edu”».

En el fondo, hay un cierto paralelismo entre la profesión de profesor de instituto y la de sacerdote: «Ambas se encuentran entre las menos valoradas según Forbes, especialmente la de sacerdote -bromea- pero también entre las más gratificantes para quienes las ejercen».

Eduardo, con parte de su familia, tras la ordenación diaconal.

El buen profesor intenta estar siempre disponible para lo que el alumno pueda necesitar. Por eso, Eduardo piensa ir vestido de cura, para que se le reconozca y quien quiera puede acudir a él, creyentes y no creyentes, aunque no le conozcan de nada.

Su futuro pinta muy negro. Pero tiene buena pinta.