«A Juan Pablo II le canté unos fandangos en Castelgandolfo, hizo por lo bajo la segunda voz; entonaba muy bien»

En la banda sonora de la ajetreada vida de María Dolores Mazuecos (Loja, 1944) se mezclan la voz de Juan Pablo II cantando unos fandangos y el estruendo de la guerra. Licenciada en Medicina y Filosofía por la Universidad de Navarra –la primera carrera la empezó en Granada–, lleva 30 años en el corazón de África, en la República Democrática del Congo, una nación con un doloroso pasado bélico. María Dolores, miembro del Opus Dei, es la coordinadora de servicios del Hospital Monkole de Kinshasa, la capital ...

María Dolores Mazuecos con varias jóvenes congoleñas. Foto: Ismael Martinez Sanchez. ONAY derechos reservados.

...del país. Antes residió en Roma y trabajó junto a Escrivá de Balaguer y conoció al Papa polaco. Ella misma lo cuenta desde la distancia.

¿Se siente ya más congoleña que granadina?

Me siento española como la que más, con el orgullo de ser granadina y, al mismo tiempo, en el Congo me siento en mi casa. Este país me ha acogido desde hace ya 30 años y a él dedico mi trabajo y los mejores esfuerzos para colaborar en su construcción… y ‘reconstrucción’. Las esperanzas, las ilusiones y las desilusiones, los éxitos y fracasos de los congoleños son los míos.

¿Cómo se ve Granada desde allí? ¿Qué saben en Kinshasa de nosotros los granadinos?

Pues la verdad... no se ve. Como sabe, la República Democrática del Congo es un país francófono y las ventanas abiertas hacia Europa dan en su mayoría a Francia, cosa natural; todo congoleño está al tanto de lo que dicen cada día las cadenas de televisión francesas… y no se habla mucho de Granada. Las personas más cultivadas, que han viajado, saben que en Granada tenemos la perla de la Alhambra y tienen de los españoles en general un concepto positivo: gente abierta, cálida, generosa; más cercana a los africanos que los europeos del centro o del Norte. Por otra parte, no somos muchos los granadinos de Kinshasa. En los círculos donde me muevo, veo dos paisanos: el jefe de la oficina la Agencia Española de Cooperación, que pronto nos dejará por fin de mandato, y el jefe de la Policía de la Embajada. Lo que todo ‘kinois’ –que es como se llama a los vecinos de Kinshasa– conoce es al Barça.
"Me propusieron ir a trabajar al Congo –el Zaire en esa época– y colaborar en la implantación del Opus Dei en esta región africana. Ahora puedo decirle que estoy viviendo una aventura"

¿Qué es lo que más echa de menos de la patria chica?

Hace 42 años que salí de Granada y de España: ¿Qué puedo echar de menos a estas alturas? La última vez que volví a Granada, en 2010, era finales de invierno. Recuerdo la sensación agradable del aire fresco en la cara. Me quedé embobada viendo desde Puerta Real el Veleta cubierto de nieve, brillando sobre un cielo azul intenso… los geranios floridos en la cúspide de las farolas. Otros deseos a satisfacer de nuevo, si Dios lo permite: patear, al caer la tarde, el Albaicín, el Realejo, los Tristes, el Salón... Loja, donde nací...

¿Qué recomendaría a un español que quiere viajar al Congo para empezar de cero?

Depende de los motivos que le llevan a escoger el Congo para empezar de cero. Supongo que se refiere a alguien que, quizá en paro en Europa, desea buscar fortuna en África, y concretamente en Congo. Lo primero, tiene que haberse informado antes de las posibilidades reales que encontrará y tener aquí alguna estructura que le acoja. En caso contrario le desaconsejaría que viniera. Si los requisitos previos se reúnen y se decide a venir, que deje en España los posibles clichés de lo que va a encontrar –pobres ‘negritos’ necesitados de ayuda o ‘caníbales’–; que haga acopio de paciencia –aquí, al final, todo se arregla–; prudencia y vista para no dejarse engañar; mucho respeto por las personas y la cultura; honestidad, sinceridad y coherencia... Y trabajo serio y bien hecho.

Foto: Ismael Martinez Sanchez. ONAY derechos reservados

Una pregunta práctica, ¿cuál es el plato nacional del Congo?, ¿qué comen por allí?

La comida de base proviene de un tubérculo tropical, la mandioca, de la que todo se aprovecha. La raíz, seca y triturada, da la harina con la que se prepara el ‘fufú’, una masa densa que se presenta en forma de bolas que acompaña todas las comidas y que se empieza a dar a los niños cuando aún maman. Con las hojas se hace el ‘pondú’, utilizando aceite de palma y enriqueciendo el conjunto con otros elementos culinarios: berenjenas y otras verduras, trocitos de pescado, etc. Es un plato delicioso. También hay una gran variedad de bananas, una de ellas se come siempre cocinada como acompañamiento. Hay buen pescado blanco en el río Congo. El pescado seco y salado, y también ahumado, se aprecia mucho. Y un bocado exquisito son las orugas y grillos, asados o fritos y bien condimentados. Ver por primera vez un gran recipiente lleno de orugas vivas y en movimiento, gordas como el pulgar, es algo que impresiona un poco.

¿Y qué fue lo que la animó a usted a dejarlo todo e irse al corazón de África?

"Tuve la gracia de vivir varios años en Roma en vida de San Josemaría (...) lo veo con un andar dinámico, muy atento a lo que le rodea, con mirada penetrante cuando te hablaba, con mucha capacidad de disfrutar por el mero hecho de estar con sus hijas"
Simplemente se me propuso ir a trabajar al Congo –el Zaire en esa época– y colaborar en la implantación del Opus Dei en esta región africana. No teniendo inconveniente, y bastante espíritu aventurero, acepté sin más. Ahora puedo decirle que estoy viviendo una aventura única.

Llevaba trece años en Roma, supongo que el cambio debió ser como aterrizar en otro planeta. ¿O no fue para tanto?

Quizá como aterrizar en otro planeta es demasiado, pero desde luego el cambio fue fuerte. Sobre todo, porque yo no tenía ninguna experiencia africana. Todo era novedoso y bastante impresionante: el clima tropical húmedo y caliente, el desorden callejero, el mal estado de la calzada –con agujeros enormes, arena abundante como si fuera la playa, cosa lógica ya que Kinshasa se encuentra en una gran depresión que fue fondo de mar–, y mucha suciedad.

En la ciudad, los contrastes eran grandes: coches destartalados al lado de últimos modelos. Casas estilo palacete al lado de chabolas. De mis recorridos yendo hacia el trabajo en los primeros tiempos guardo imágenes que me hacían sonreír, y que ahora lo veo como lo más natural.

Foto: Ismael Martinez Sanchez. ONAY derechos reservados

La mamá enjabonando al niño todo en cueros y metiéndolo debajo del grifo de la fuentecilla de agua de servicio público o el buen papá que acaba de levantarse se lava los dientes a la puerta de su casa. Y no digamos los carteles colocados en tiendas y comercios: ‘ Haute couture ’ –Alta costura– para un cuchitril con una máquina de coser. Sí, tenía la impresión de ser un personaje de una película costumbrista.

Tengo entendido que en Italia como miembro del Opus Dei, trabajó muy cerca de Escrivá de Balaguer y del Papa Juan Pablo II... Al margen de su dimensión religiosa, ¿cómo eran como hombres? ¿Es verdad que en alguna ocasión llegó a cantarles flamenquito?

"Necesitamos también ayuda para ocuparnos de tantos pacientes indigentes que llaman a la puerta. Entre ellos, cantidad de niños con malformaciones de miembros, que son operados por el doctor Echarri".

Tuve la gracia de vivir varios años en Roma en vida de San Josemaría; primero –de 1971 a 1973– haciendo un máster en Ciencias de la Educación en un instituto cuya sede estaba en Castelgandolfo y, después, en la sede central del Opus Dei en Roma, donde me ocupaba de la atención médica de las mujeres que allí vivían, así como de la organización y dirección de las tareas domésticas. A San Josemaría lo veo con un andar dinámico, muy atento a lo que le rodea, con mirada penetrante cuando te hablaba, con mucha capacidad de disfrutar por el mero hecho de estar con sus hijas; muy agradecido y también muy ordenado. Esto último yo lo he comprobado haciendo la limpieza de su cuarto. También he aprendido de él detalles para cuidar las cosas de manera que duren. Le gustaba cantar y que le cantaran; cuando venía a vernos a Castelgandolfo –éramos estudiantes de muchos países– preparábamos a veces algunas canciones, la mayor parte cantadas a coro. Pero como el cante andaluz gusta en todos sitios, mis colegas me animaban a lanzarme, con otra a la guitarra… y nos lanzábamos. Uno de sus últimos regalos fue una batería de música para que acompañáramos las canciones con buen ritmo.

Al Papa Juan Pablo II lo vi de muy cerca en varias ocasiones. Tenía una gran simpatía y en alguna ocasión le oí decir que las mujeres éramos muy fuertes. Una vez nos recibió en Castelgandolfo a las estudiantes del instituto al que antes me he referido –éramos sus vecinas– y también tuve ocasión de cantarle unos fandangos, que seguía con atención… haciendo por lo bajo la segunda voz. Cantaba muy bien.

El secreto de Monkole

¿Qué hacen en el hospital Monkole? ¿Cómo son sus pacientes? Hemos dado un salto fenomenal, de Roma a Kinshasa y, en concreto, al Centro Médico Monkole, donde trabajo ahora. Antes de contestar a su pregunta permita una breve presentación de Monkole para orientar a los lectores. Nació a finales de los 80 como un pequeño dispensario, iniciativa privada de un grupo de personas –un médico navarro, el doctor Echarri, estaba a la cabeza– en una zona periférica de Kinshasa donde las estructuras para la atención médica eran escasas. En la década de los noventa se amplió con una pequeña zona de hospitalización y una maternidad. Al mismo tiempo se crearon, en zonas aún más periféricas, tres ‘antenas’ médico sociales dependientes de Monkole, atendidas por un pequeño equipo de enfermería. Desde hace unos años el Centro Médico Monkole, que ha continuado creciendo con varios anexos, ha sido designado Hospital General de Referencia por el Ministerio de la Salud. Y también desde hace unos años, y teniendo en cuenta la demanda creciente de la población, se está levantando un hospital de más capacidad (alrededor de 160 camas), cuya construcción no está todavía finalizada, pero donde ya funciona la zona de consultas.

Foto: Ismael Martinez Sanchez. ONAY derechos reservados

Y ahora contesto a su pregunta con una respuesta simple: en el hospital nos ocupamos de los enfermos. Recibimos pacientes de una gran diversidad, desde la persona que no tiene ni donde caerse muerta hasta el jefe de empresa: todos son recibidos y atendidos por el mismo personal, con los mismos medios de diagnóstico y tratamiento. ¿Cuál es el secreto? Le aseguro que no es nada fácil. En Monkole, que ha nacido con vocación social, se categoriza a los pacientes, de la A a la D en orden creciente, siguiendo diversos parámetros, por ejemplo: si trabaja o no, el barrio donde vive, la profesión, miembros en la familia, etc. Y de la misma manera hay una categorización de las tarifas. Se establecen convenciones con sociedades, organismos, embajadas, con precios más elevados, de modo que el que puede más, pague más. Más de un 60% de pacientes atendidos en Monkole están en las categorías A–B, que son las más bajas. Muchos de ellos son niños que llegan al hospital en un estado crítico.

¿Qué les hace falta?

En este momento ayuda para poder equipar el nuevo hospital de modo que se mejoren los medios de diagnóstico y tratamiento, y así aumentar el número de pacientes que pueden pagar que, en su mayoría, viajan a Europa o a África del Sur para sus problemas de salud, porque les da más confianza. Monkole desea poder ofrecer una atención médica de calidad para atraer a esos ‘fugitivos’.

"Un euro en el Congo es el equivalente de lo que una mamá que vende en el mercadillo lleva a su casa al final del día para dar de comer a su familia ese día".

Al mismo tiempo, necesitamos también ayuda para ocuparnos de tantos pacientes indigentes que llaman a la puerta. Entre ellos, cantidad de niños con malformaciones de miembros, que son operados por el doctor Echarri. Se ha constituido en algunas ciudades de España una asociación de Amigos de Monkole que periódicamente nos envía dinero recaudado para este fin. Esta ayuda se dedica al fin para el que se dio y los benefactores, si lo desean, pueden estar informados de los datos personales de los beneficiados. Quiero hacer referencia aquí a nuestro agradecimiento a CajaGranada que en 2012 aprobó un proyecto con el que se ha podido comprar alguna máquina para el lavadero del hospital.

¿Qué es un euro en el Congo?

Foto: Ismael Martinez Sanchez. ONAY derechos reservados

Pues es más o menos el equivalente de lo que una mamá que vende en el mercadillo lleva a su casa al final del día para dar de comer a su familia ese día.

El Congo padeció un conflicto bélico que se prolongó durante cuatro años y dejó cuatro millones de cadáveres, ¿cómo se cura un país de algo así?

El congolés no es violento, ni en general, rencoroso y vengativo. Las más de 400 tribus que conviven en este gran país lo hacen de manera pacífica. El congolés medio está persuadido de que la problemática bélica le viene impuesta desde fuera. Y parece que no le falta razón. Quiero decir que el pueblo congolés, contrariamente a lo que pueda pensar el ciudadano europeo, no tiene grandes heridas internas que curar.

"Pensé que podía morir, por ejemplo, si el tipo drogado que nos amenazaba con una granada en la mano la dejaba caer… pero no la dejó"

¿Cómo es la guerra de cerca? ¿Pensó alguna vez que podía morir?

Pues las guerras que yo he vivido en Kinshasa han sido bastante variopintas. Salvo en algunos momentos, en los que no había alma viviente en la calle, se alternaba la vida ‘normal’ con la desbandada para protegerse de un tiroteo. Cuando los liberadores de Kabila padre avanzaban hacia Kinshasa, el ambiente estaba muy tenso y en las calles se montaban barricadas para protegerse, sin saber muy bien de qué. Esa noche el tiroteo fue fenomenal. Por las ventanas abiertas entraba un olor a pólvora impresionante. Viví también  los saqueos de la ciudad, con alguna historia que ahora me hace sonreír pero que en su momento no tenía ninguna gracia. Había tiroteos todas las noches y un ambiente de inseguridad y de miedo. Nunca me sentí amenazada directamente de muerte, aunque sí pensé que podía morir, por ejemplo, si el tipo drogado que nos amenazaba con una granada en la mano la dejaba caer… pero no la dejó.

¿Quién tiene la culpa de la pobreza?

Sin mucho pararme, me viene a la cabeza lo siguiente: la falta de justicia y de misericordia, pero también el poco esfuerzo para trabajar, la búsqueda del dinero fácil, el fraude generalizado… Por otra parte, es ley de vida que siempre haya ‘pobres’ y ‘ricos’, lo que es intolerable es la desigualdad abismal entre unos y otros.

En España hay casi seis millones de parados y los jóvenes se van fuera, ¿qué hemos hecho mal?

Foto: Ismael Martinez Sanchez. ONAY derechos reservados

No me siento en condiciones para hacer un diagnóstico. Quizá hay que buscar en los aspectos que cito anteriormente. Yo comprendo que los jóvenes se vayan fuera buscando mejores horizontes –aquí, en Kinshasa, todo el mundo se quiere ir a Europa– pero les animaría a quedarse y a luchar por mejorar la situación. Si los jóvenes se marchan, ¿con quién se va a contar?

¿Cuál ha sido su momento más feliz en el Congo?

Cuando encontré mi primer trabajo en el Centro Femenino Mama Mobutu a los pocos meses de llegar. Buscaban una blanca para dirigirlo y me recibieron con los brazos abiertos. Me ayudó a echar raíces.

"Es ley de vida que siempre haya ‘pobres’ y ‘ricos’, lo que es intolerable es la desigualdad abismal entre unos y otros.

¿Y el peor?

Los saqueos y los tiros.

Su padre, Pascasio Mazuecos, era un republicano de izquierdas pero también creyente, ¿un hombre completo o contradictorio?

Ni lo uno ni lo otro. Sobre Pascasio Mazuecos creo que IDEAL publicó una semblanza escrita por su hijo Antonio –mi hermano– después de su muerte, en agosto pasado. Recojo, para terminar, el último párrafo de ese escrito: ‘Una vida con doble valor: de uso o utilidad, a la sociedad, y de cambio o ejemplo para quienes lo conocieron. De estos, recen por él los creyentes, recuérdenlo los agnósticos y estén todos tranquilos sabiendo, por él, que se puede morir como se cae en el sueño’.

Carlos Morán / Ideal de Granada