4. 2 DE OCTUBRE DE 1958

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

"Sólo un día la vi apenada -sigue recordando su madre-. Fue aquel 2 de octubre, en el que se celebraba el treinta aniversario de la Fundación del Opus Dei. Montse fue a Llar para celebrar la fiesta y aquel día precisamente le arreció el dolor. Durante la tertulia, tras la meditación, empezó a sentirse mal. Y como se dio cuenta de que podía estropearles la fiesta, se marchó discretamente, sin alertar a nadie..."

"Temí no poder llegar a casa -le contó a Lía al día siguiente- y quise coger un taxi; pero no lo hice por pobreza".

"Al llegar a casa -recuerda su madre- entró con cara sonriente y parecía muy animada. Sabía que nos íbamos al cine y hacía todo lo posible para que no nos diéramos cuenta:

-Supongo -me dijo- que habrás adelantado la cena para poderte ir pronto al cine con papá.

Pero cuando fue a poner la mesa, como todos los días, no pudo más y tuvo que sentarse en una silla. Le pidió a su hermana Pilar que la pusiera ella; y a Pilar le faltó tiempo para venir a contármelo a mí. La encontré postrada en su habitación...

Tuvimos una conversación que me veo incapaz de expresar... Insistía en que nos fuéramos al cine, que no le pasaba nada, que estaba perfectamente... hasta que se le saltaron las lágrimas de dolor. No fuimos al cine, por supuesto; pero vivimos la fiesta con mucha presencia de Dios".

A los pocos días comenzaron las clases en l'Escola. "A pesar del poco tiempo que estuvo allí -comenta su madre- me consta que dejó huella, aunque el trato que tuviese con algunas de sus compañeras fuese muy superficial. Y eso le sucedió con muchas personas que vislumbraban en ella un 'algo'. Recuerdo que una profesora de la Academia Guiteras, que trataba con muchas otras chicas, me comentaba que sólo conocía a Montse de cruzarse con ella por la calle; y que siempre que la veía (...) pensaba:

-No sé qué tiene esta chica, pero tiene un 'algo'..."

Mientras tanto, en Barcelona las amigas de Montse se iban enterando, a la vuelta del verano, con reacciones diversas, de la gravedad de su enfermedad. La mayoría lo aceptaba sobrenaturalmente, aunque no faltaban las que tenían una reacción más a lo humano: "Con lo simpática que es, que le haya pasado esto", se lamentaba una a Rosa Pantaleoni. "Y otra me llegó a decir -recuerda Rosa-: '¡Cuando hay chicas que son un muerto y que le haya tenido que pasar esto precisamente a Montse Grases!'. Yo le contesté: '¡chica, qué falta de caridad!', y le expliqué que Dios se lleva a las almas en su mejor momento, cuando están maduras para el Cielo".