Ecuador: la suma de muchos ratos libres para ayudar a familias indígenas

La Residencia Universitaria Tulpa de Quito (Ecuador) organizó una actividad dirigida a ayudar a familias indígenas con escasos recursos. “Fue una manera estupenda de aprovechar el tiempo libre”, señaló una de las participantes.

Fruto de la formación cristiana que en ella se imparte, la Residencia Universitaria Tulpa de Quito (Ecuador) da un espacio destacado a la solidaridad entre sus actividades. Cada verano se organizan varias iniciativas sociales: unas requieren una mayor organización, como es el caso de los campos de trabajo, pero otras no conllevan especial complicación. Una de estas últimas fue la que desarrollaron un grupo de ecuatorianas un día de agosto en una zona rural cercana a Quito: universitarias y bachilleres de últimos años de Colegio llevaron ropa y otros enseres a familias indígenas con escasos recursos.

“Fue una manera estupenda de aprovechar el tiempo libre”, señala una de las participantes. No sólo se refiere al tiempo libre propio de las vacaciones, sino también al tiempo libre de muchos otros días. En efecto, esta iniciativa empezó muchos meses atrás con peticiones a familiares y conocidos, y también a diversas empresas. Estas entrevistas se realizaron durante el precedente año académico aprovechando el tiempo libre que tienen a disposición las estudiantes. Después de conseguir una gran cantidad de enseres y utensilios para los indígenas, en las primeras semanas del verano fue posible seleccionar, limpiar y distribuir los paquetes que serían repartidos.

Cuando llegó el momento de la distribución, el pasado mes de agosto, las chicas se dirigieron a una hacienda de la sierra ecuatoriana cercana al lugar donde residen las familias beneficiarias. Hicieron noche, y al día siguiente visitaron a todas las familias, casa por casa: así conocieron su ambiente y costumbres y compartieron con ellos su tiempo y trabajo. Esta experiencia fue muy provechosa para las estudiantes. Cinthya, por ejemplo, se emocinó cuando, como agradecimiento, una mujer indígena le regaló miel de abeja que ella misma cosechaba para mantenerse. En otra casa, Carolina y Martina se sorprendieron de que una viejecita les propusiera llevar su donativo a otras personas, “que viven más arriba y son gente más pobre”, explicó. Otra de las voluntarias, sabiendo que el maíz es fundamental en la dieta alimenticia de los habitantes de la sierra, quedó impactada con la generosidad de sus gentes al recibir de una familia indígena una porción del maíz desgranado ese mismo día.

Las muchachas regresaron muy contentas al ver que la suma de sus ratos libres había dado como resultado la alegría de bastantes familias. Pero, sobre todo, las beneficiadas fueron ellas, que aprendieron a dar un justo valor a las cosas que poseen. Como señaló con sencillez una de las participantes, “en adelante no me quejaré cuando no pueda satisfacer un capricho, ni tampoco cuando note que me falta cualquier cosa”.