El deseo de Dios

Catequesis del Santo Padre en el Año de la Fe.

Queridos hermanos y hermanas:

Hemos reflexionado hoy sobre un aspecto fascinante de la experiencia humana y cristiana: el misterioso deseo de Dios que, como dice el Catecismo de la Iglesia, «está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios». 

Las experiencias humanas fundamentales, como el amor y la amistad, muestran que en todo deseo humano está el eco de un deseo más grande, que nunca se satisface plenamente. Y esta dinámica del deseo testimonia que el hombre es un ser religioso. También en nuestra época, aparentemente cerrada a lo trascendente, se puede abrir un camino hacia el auténtico sentido religioso de la vida, que muestre cómo la fe no es absurda o irracional. 

Es necesario promover una especie de pedagogía del deseo que, enseñando el gusto por las satisfacciones más auténticas de la vida, y la búsqueda continua de los bienes más altos, vaya dirigida, no a sofocar el deseo, sino a purificarlo y liberarlo, para que pueda alcanzar su verdadera profundidad. Cuando en el deseo se abre la ventana hacia Dios, esto es ya un signo de la presencia de la fe en el alma, que es un don de Dios.

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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Argentina, Chile y otros países latinoamericanos. Pidamos al Señor que se acreciente nuestra fe en él y que haga ver su rostro a todos los que lo buscan con sincero corazón. Muchas gracias.

Sigo con particular atención la trágica situación de violencia en Siria, donde no se detiene el fragor de las armas, y cada día aumenta el número de las víctimas y el terrible sufrimiento de la población, en particular de cuantos han debido dejar sus casas. Mi deseo era enviar a Damasco una Delegación de Padres Sinodales para manifestar a la población de Siria mi solidaridad, y la de toda la Iglesia, y mi cercanía espiritual a las comunidades cristianas del País. Lamentablemente, diversas circunstancias y acontecimientos no han hecho posible la iniciativa en el modo deseado, y por tanto he decidido confiar una misión especial al Eminentísimo Cardenal Robert Sarah, Presidente delConsejo Pontificio Cor Unum. Desde hoy y hasta el 10 de noviembre próximo estará en el Líbano, para encontrarse con los pastores y fieles de la Iglesia en Siria; visitará algunos refugiados provenientes de dicho País y presidirá una reunión de coordinación con las Instituciones católicas de caridad, a las que la Santa Sede les ha pedido un particular compromiso en favor de la población siria, tanto dentro como fuera del País. Mientras elevo mi oración a Dios, renuevo la invitación a las partes del conflicto y a cuantos desean el bien de Siria a no ahorrar ningún esfuerzo en la búsqueda de la paz y a buscar, por medio del diálogo, los caminos que conducen a una justa convivencia, con el fin de lograr una adecuada solución política del conflicto. Debemos hacer todo lo posible, ya que un día podría ser demasiado tarde.

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