Un servicio especial

Alberto trabajó en colegios y en empresas relacionadas con los sindicatos. Ahora lo hace en una residencia para personas con discapacidad en período de envejecimiento y cuida de sus padres y su hermano David, que tiene Síndrome de Down.

Una reunión familiar de primos en mi casa de Granda (Gijón) que repetimos cada mes de agosto

Nací y vivo en Gijón y soy agregado del Opus Dei desde que tengo 20 años. Estudié Biología y pasé una temporada de mi vida impartiendo clases de ciencias en el Colegio Tajamar, de Madrid. Allí me entusiasmé con el mundo de las artes gráficas, y después me volví a Asturias, para no perder las raíces y ayudar a mis padres en la gestión ordinaria de la casa.

Tengo una hermana y un hermano, algo dependientes, cada uno con sus matices. Mi hermano David tiene Síndrome de Down. Desde siempre nos une una relación especialmente estrecha, y por eso, desde siempre nos entendemos a la perfección. Para mí, es una expresión auténtica del verdadero sentido del amor: un tema sobre el que corren ríos de tinta y surgen miles de teorías, y del que puedo disfrutar cada jornada bajo el mismo techo.

Con mi hermano David

Después de varias paradas profesionales desde el ámbito escolar al de empresas relacionadas con los sindicatos -trabajé como responsable de publicaciones en una empresa de formación para trabajadores-, puedo decir que he vivido experiencias interesantes que me han curtido para procurar vivir a contracorriente con una sonrisa que no siempre sale sola.

Una tarea apasionante

Trabajo desde hace cuatro años en una residencia para personas con discapacidad en periodo de envejecimiento, una tarea apasionante que ha sido providencial para mí. Me veo muy a gusto y muy cómodo dedicando mis días a personas con capacidades diferentes, y me doy cuenta de que todas las cosas que he aprendido en el Opus Dei puedo llevarlas a la práctica en este ámbito laboral rodeado de gente especial, especialmente buena... Veo que el secreto de mi trabajo está en tratar con más cariño a los que viven en lo que -entre todos-, tratamos de convertir en un hogar.

Residencia

Son muchos días comprobando en primera persona todo lo que aporta estar tan cerca de personas así. Y ahora es más fácil ponerse en su lugar. Disfruto poniendo mi grano de arena para devolverles a muchos la dignidad tantas veces arrebatada, siempre con ese toque positivo y optimista de los que no se frenan ante las dificultades. Cualquier esfuerzo es poco para ayudarles a asumir su situación sin lamentaciones y con la cabeza bien alta, consientes de que, al menos en este caso, no están solos. Ellas y ellos ven como nadie dónde está lo auténtico, y dónde residen las apariencias oficiales. No puedes darles gato por liebre.

Excursión al Parque de Bomberos del Principado de Asturias en la Morgal

En mi tarea educativa intento poner, junto a la exigencia y la coherencia, mucho cariño. La verdad es que me funciona bastante bien.

Muchas familias se asombran del ambiente de familia que se respira en nuestra residencia. Alguna madre me ha dicho lo tranquila que puede irse de esta vida cuando llegue el momento viendo a su hija tan feliz. Un testimonio así lo compensa todo. Cuando llegas, te esperan con los brazos abiertos. Cuando te marchas, te acompañan hasta la salida. Así, es imposible guardarse nada.

En clase

Cuando aterrizo en casa empieza una nueva tarea. Vuelvo cansado pero, como un padre de familia numerosa y con necesidades, es el momento de ofrecer lo mejor al resto de la familia: mis padres y mis hermanos necesitan mis servicios y quiero estar siempre a la altura de estas circunstancias.

Para lo que pida la Iglesia

Hace un año me propusieron formar parte del Consejo Arzobispal de la Diócesis de Asturias. Como siempre he escuchado que las personas del Opus Dei tienen siempre la prioridad de servir a la Iglesia como ella quiere ser servida, acepté el nuevo encargo, Por este motivo, acabo de participar en el Sínodo local recientemente clausurado en mi región, y eso me ha ayudado a colaborar con mi Iglesia local de una forma más activa, y a valorar la diversidad y fortalecer la unidad en torno al Obispo de nuestra diócesis con el mismo afán que muchos.

Colaboro también en este afán con mi participación en la web y en otras campañas de comunicación gráfica de la Diócesis de Asturias.

Ya de joven, en el Centro del Opus Dei por el que acudía, íbamos con frecuencia a dar catequesis a los chicos de la Parroquia de San Lorenzo, en Gijón. Mi profunda amistad con el párroco, Don Herminio, y su ejemplo, me ayudaron a entender mejor la vida y el trabajo de una Diócesis. De alguna manera, la formación que recibí entonces, me acercó a otras formas y sensibilidades de vivir la vida cristiana.

Me entusiasma la idea de gastar mi vida sirviendo a la Iglesia y sirviendo a los demás. Con una sonrisa. Con mucha profesionalidad. Y empapando todo lo que toco con las mil recetas prácticas que aprendo y he aprendido al formar parte de una familia universal como el Opus Dei.