3. La santificación del trabajo

Libro escrito por Dominique Le Tourneau sobre la estructura y el espíritu del Opus Dei

La santificación del trabajo es un aspecto central de la santificación de la vida ordinaria. Para ser santo en medio del mundo se requiere desterrar la pereza y la comodidad, en definitiva, ser un trabajador: “Dios nos ha llamado a todos para que le imitemos; y a vosotros y a mí para que, viviendo en medio del mundo —¡siendo personas de la calle!—, sepamos colocar a Cristo Señor Nuestro en la cumbre de todas las actividades humanas honestas.

Ahora comprenderéis todavía mejor que si alguno de vosotros no amara el trabajo, ¡el que le corresponde!, si no se sintiera auténticamente comprometido en una de las nobles ocupaciones terrenas para santificarla, si careciera de una vocación profesional, no llegaría jamás a calar en la entraña sobrenatural de la doctrina que expone este sacerdote, precisamente porque le faltaría una condición indispensable: la de ser un trabajador” (Amigos de Dios, 58).

En contraste con algunas ideologías que consideran el trabajo como algo alienante, para San Josemaría el trabajo humano honesto, realizado con perfección, constituye un medio privilegiado de santificación personal. “Se trata de santificar el trabajo ordinario, de santificarse en esa tarea y de santificar a los demás con el ejercicio de la propia profesión, cada uno en su propio estado” (Es Cristo que pasa, 122).

“El trabajo aparece como participación en la obra creadora de Dios (...). Porque, además, al haber sido asumido por Cristo, el trabajo se nos presenta como realidad redimida y redentora: no sólo es el ámbito en el que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad santificable y santificadora.” (Es Cristo que pasa, 47)

Escrivá de Balaguer recuerda que el hombre fue creado por Dios ut operaretur: para que trabajase (cf. Gn 2, 15). El carisma del Opus Dei recoge “la realidad hermosísima —olvidada durante siglos por muchos cristianos— de que cualquier trabajo digno y noble en lo humano, puede convertirse en un quehacer divino. En el servicio de Dios no hay oficios de poca categoría: todos son de mucha importancia” (Conversaciones..., 55). El trabajo es, pues, una característica de la dignidad del hombre, que se convierte en co-creador con Dios. En el espíritu del Opus Dei, el trabajo es “el quicio de la verdadera espiritualidad para los que —inmersos en las realidades temporales— estamos decididos a tratar a Dios” (Amigos de Dios, 61).

La llamada a formar parte del Opus Dei “no cambia ni modifica en ningún modo la condición, el estado de vida de quien la recibe. Y como la condición humana es el trabajo, la vocación sobrenatural a la santidad y al apostolado según el espíritu del Opus Dei, confirma la vocación humana al trabajo” (Conversaciones..., 70).

El fundador veía en el trabajo “un servicio abnegado, que no envilece, sino que educa, que agranda el corazón (…) y lleva a buscar el honor y el bien de las gentes de cada país: para que haya cada día menos pobres, menos ignorantes, menos almas sin fe, menos desesperados, menos guerras, menos inseguridad, más caridad y más paz” (Carta, 31-V-1943, n. 1, en El Opus Dei en la Iglesia, p. 178).

Desde este punto de vista el trabajo no se concibe en términos de poder sino de servicio, a ejemplo de Cristo que “no ha venido a ser servido, sino a servir” (Mt 20, 28).

Escrivá de Balaguer enseñaba a vivir la virtud de la pobreza mediante el desprendimiento de los bienes de este mundo. “Tenemos cada uno de nosotros la mentalidad —y hacemos el esfuerzo intelectual y económico— de un buen padre de familia numerosa y pobre. Es fundamental, en el espíritu de la Obra, que sintamos la responsabilidad de la pobreza. Por eso, todos hemos de trabajar profesionalmente”. (Carta, 29-IX-1957, n. 74, en El Opus Dei en la Iglesia, p. 253).