Un abrazo de despedida

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

"El día 8 de marzo -recuerda su madre- le dije por la mañana:

-Montse: habíamos pensado, si a ti te parece bien, que te administraran esta tarde la Extremaunción... Ya sabes que es un Sacramento de vivos, ¿verdad? y como estás ahora en plenas facultades... Y además, entre otras cosas, este Sacramento es para pedir la salud del cuerpo, si conviene...

-Lo que vosotros queráis, me contestó enseguida".

"Estábamos a su lado Lía y yo. Luego estuvo unos momentos callada y le preguntó a Lía:

-Lía, tú ¿cómo me ves?

-Yo... te veo muy mal -le contestó-. Y tú, ¿cómo te encuentras?

-Pues... verdaderamente me encuentro más débil, más agotada, sin fuerzas...

A continuación puso una cara muy risueña, como divertida. Lía se sorprendió al ver ese cambio:

-No -le dijo sonriendo-, no te creas que me río de ti, Lía; es que me hace gracia la cara que pones.

Se quedó en silencio. Al rato me preguntó, refiriéndose a su muerte:

-¿Y qué pasará, mamá? ¿Cómo pasará?

-Montse, yo creo que pasarás del sueño al Cielo.

(Se lo dije muy convencida de que podría muy bien suceder así, porque en los ratos en que se quedaba medio adormecida, me sentaba a su lado, le tomaba la mano y le controlaba el pulso...)

-¡Qué cómodo, sin sufrimiento!, me comentó, con cara de preocupación".

-"¿Cómodo?, le dije, extrañada; Y empecé a enumerarle todas las incomodidades que estaba sufriendo: las curas, la sed, la inapetencia, el no poderse mover...

-Sí, todo eso es cierto, pero es tan poco... ¿No tendrán que operarme o hacerme algo? Porque así, qué fácil es morirse..."

"Entonces me sonrió de nuevo, se quedó en silencio y me dijo:

-Oye, pues si es así, no nos vamos a poder despedir.

-¿Quieres que lo hagamos ahora?, le pregunté.

-Sí, sí.

Entonces me arrodillé junto a la cama y nos dimos un larguísimo abrazo..."

"...Después de aquel abrazo de despedida -continúa contando su madre- comenzó a empeorar, de tal forma, que se ahogaba... Y yo sufría mucho pensando en la posibilidad de que se muriese asfixiada. Me daba mucha pena que en el último momento pudiera pensar que su madre la había engañado... porque el doctor Cañadell me había dicho que la muerte podría sobrevenirle en uno de esos ahogos..."