15 de febrero de 1959. Ya no vendré más

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

"Fue entonces cuando salió de casa por última vez: en concreto, el 15 de febrero de 1959, que cayó en domingo. A pesar de lo penoso de su situación, la llevaron a Llar -la distancia en coche era muy corta- porque sabían la ilusión que tenía por celebrar allí el aniversario del comienzo de la labor del Opus Dei con mujeres".

Celebraron la fiesta el día 15 -recuerda Lía- porque la víspera era sábado y tenía lugar, a esa misma hora, la meditación, predicada por el sacerdote. Montse fue a comer con las que vivían en Llar. "Llegó fatigadísima, y daba una pena tremenda verla. La llevamos entre dos pero no había forma de dar un paso, tocarla era un lamento continuo. No decía nada pero su cara lo expresaba todo".

Estaba al límite de sus fuerzas, pero seguía sonriendo. Pilar Martín supone que le debía costar mantener aquella sonrisa, pero afirma: "yo nunca se lo noté". A pesar de que no lo advirtieran, aquella sonrisa era fruto de la gracia y de la lucha, y no fruto natural del carácter, y en aquella ocasión, aunque brevemente, se quebró.

"Comió en la cama turca -cuenta Lía-, acercándole la mesa. Yo le iba dando la comida, que tomaba dificultosamente. Tuvimos la ocurrencia de guardarle el plato que habíamos tomado la víspera, el día de fiesta. 'Tú tienes también pollo -le dije-, nosotras lo tomamos ayer'. Entonces se puso a llorar. Nos asustamos, porque no sabíamos qué le pasaba. '¡Lía, no quiero, no quiero! -me contestó, nerviosa-, ¿es que no te acuerdas que no me gusta? ¿Ves?, ya no te acuerdas y te lo dije el otro día'".

Fue una explosión de aquel antiguo rasgo de carácter, que parecía olvidado, y también la consecuencia de tantas horas de dolor y de cansancio; como una cuerda de guitarra, que al templarla demasiado, se rompe por la tensión... Pero al momento rectificó:

-"Pero Montse -le dijo Lía-, ¿por eso lloras? ¡Si me lo voy a comer yo encantada!

-No... ahora te voy a hacer que te mortifiques por mi culpa. ¡Soy tan poco mortificada, Lía! ¡Cómo me he vuelto! ¿Te das cuenta?"

Era una manifestación de lo que explicaba el Fundador: "a medida que se avanza en la vida interior, se perciben con más claridad los defectos personales. Sucede que la ayuda de la gracia se transforma como en unos cristales de aumento, y aparecen con dimensiones gigantescas hasta la mota de polvo más minúscula (...), porque el alma adquiere la finura divina, e incluso la sombra más pequeña molesta la conciencia, que sólo gusta de la limpieza de Dios".

"Pasó el día muy mal -sigue Lía-. Sin embargo, aunque sufría mucho, estuvo hablando, haciendo apostolado y riendo con todas hasta que nos dimos cuenta del esfuerzo que hacía... Cuando nos quedamos a solas se desahogó conmigo...

Al poco rato llamó su madre para preguntarle cómo se encontraba y si quería que la viniesen a buscar. Montse le dijo que no, que no se preocupase. Me sorprendió la respuesta. Me lo aclaró: '¿Sabes por qué? Ahora mamá tiene mucho trabajo, es la hora de dar de cenar a los pequeños y acostarlos; y si me ve llegar así no querrá dejarme sola...'.

Antes de irse entró en el Oratorio y estuvo rezando. Se fue arrastrando la pierna. Daba pena verla".

Cuando se marchó se despidió de la Directora, sencillamente, con estas palabras:

-"¿Te das cuenta, Lía? Ahora sí que no podré volver más, cada vez ando peor. ¿Verdad que no puedo?"