5. UNA SORPRESA INESPERADA

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

"Durante aquellos primeros días de noviembre -recuerda Manolita- vino a Barcelona Encarnita Ortega, que era entonces la Secretaria Central de las mujeres del Opus Dei. Tuvieron una tertulia en Llar, en la que les contó diversas noticias de Roma y de la labor apostólica en todo el mundo". Y Encarnita Ortega recuerda: "También les conté alguna cosa referente a la enfermedad y muerte de tía Carmen".

La tertulia se alargó y al finalizar Montse le comentó a Encarnita: "tendré que coger un taxi; si no, no llego a clase".

Encarnita, le contestó con una expresión que evocaba el Fundador en situaciones parecidas:

-"Montse: cuando perdiz, perdiz".

-"¿A qué clase vas?", le preguntó Encarnita.

-"A Encuadernación".

-"¿Ah, sí? ¿Y por qué no haces algo para el Padre y me lo llevo mañana?"

-"¡Estupendo! -dijo Montse-. Pero la clase sólo dura dos horas y a lo mejor no se seca bien del todo..."

"Entonces -cuenta Carmen Salgado- quedaron que encuadernaría un 'Camino' en pergamino. Y por la noche, al salir de clase, subió Montse con el libro encuadernado, algo preocupada porque no le había salido como ella quería: siendo para el Padre..."

"Una de las cosas que a mí me parece que mejor vivió -comenta don Manuel Vall, el sacerdote que la atendía espiritualmente, al recordar estos detalles- fue su espíritu de filiación al Padre. Le tenía muy presente en su oración, y tenía gran ilusión por saber cosas suyas y conocerle".

"Yo estuve también con Encarnita -cuenta Manolita- y le comenté que a Montse le haría mucha ilusión conocer al Padre... pero que si no iba a Roma enseguida, ya no podría ir. Encarnita me prometió ocuparse de esto nada más llegar a Roma; y así lo hizo, porque nos mandaron aviso enseguida de que se podía poner en camino. ¡Qué alegría tuvo Montse cuando se lo dijimos!. Lo que yo no sabía entonces -me he enterado muchos años después- es que el Padre ya la estaba esperando, porque el verano anterior le habían comentado la posibilidad de que fuera a Londres y había dicho:

-No os preocupéis. En Roma la veré".

"Hemos tenido una sorpresa agradabilísima -se lee en el Diario de Llar el día 10 de noviembre-. Tuvimos carta de Roma, de Encarnita, diciendo que Montse Grases saliera cuanto antes para allí. El Padre la esperaba. En cuanto Encarnita se lo dijo, su respuesta creo que fue: 'que venga cuanto antes, tengo ganas de conocerla y darle mi bendición'.

Fue una sorpresa mayor todavía para Montse, pues no sabía ni poco ni mucho que lo estábamos hablando hacía días. Como tenía el pasaporte en regla, por si acaso, fue todo rapidísimo. En cuanto lo supieron, su padre rápidamente se puso a gestionarlo: le hicieron el visado el mismo día, y tiene ya billete para mañana en el avión que sale a las 3 1/4. (...) Ella no acaba de hacerse a la idea. Sólo repite: 'pero si me parece un sueño'".

¡Roma! ¡Estar cerca del Papa! ¡Conocer al Padre, al Fundador del Opus Dei! ¡Así, en unas horas! Nunca se había atrevido ni a soñarlo. ¡Y ahora lo tenía ahí, al alcance de la mano! No acababa de creérselo. ¡Quién se lo iba a decir pocas semanas antes: ella, en Roma!

Prepararon a toda prisa la maleta y metió entre la ropa un nuevo ejemplar de "Camino" que había encuadernado -esta vez, sin prisas- para regalárselo al Padre. Ahora se lo podía llevar personalmente. De todas formas, no acababa de salir de dudas. ¿Qué debería llevar? Llamó a Llar y le dieron algunas ideas.

Pero claro, ¡no todos los días se plantea uno un viaje internacional! Surgieron más dudas. Volvió a llamar:

-"¿Qué más me llevo? Porque daos cuenta de que voy a ver al Padre; me llevaré los zapatos de tacón, aunque ya casi no me los puedo poner, pero ese día sí que me los pongo".

La asesoraron de nuevo; y acabó metiendo en la maleta, bien doblado, un vestido nuevo que Teresa Castellá, la modista, había hecho a su madre, para que lo estrenara ella en esa ocasión; se llevaba además, un jersey que su madre le había hecho la noche anterior, quedándose hasta las tantas, para que se lo pudiese llevar. Y además... Sí; ya estaba todo... sin embargo, nunca se sabe... ¿faltaría algo? Lo mejor era preguntar a las "expertas". Volvió a llamar a Llar.

"Llamó unas dos o tres veces más -escribe Lía en el Diario- para preguntar tres o cuatro cosas sin ninguna importancia, pero la comprendimos muy bien".

"Montse -explica su madre- hizo el viaje sola por dos motivos: uno de ellos -el principal- era que pensamos que al ir sola tendría más oportunidad de hacer vida en familia en algún Centro del Opus Dei; mientras que si iba yo, parecía que lo normal era que estuviese conmigo. Y como estaba segura de que a ella le haría mucha ilusión convivir en aquel ambiente, aunque sólo fueran unos días, pensamos que lo mejor era hacerlo así. Otro motivo era el económico, aunque eso quedaba en segundo lugar".

"¡Con qué alegría se fue a Roma! -recuerda Rosa-. Iba cojeando. La acompañaron sus padres y Lía. Y ella, la pobre, se fue con la maletita, y cuando se iba a subir en el avión se dio la vuelta y saludó, sonriendo... con aquella ilusión!"