Cuando más feliz vivía

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

"Recuerdo perfectamente aquella mañana cuando llegó a Llar -cuenta Roser-. Yo le abrí la puerta. Me preguntó si estaba Lía. Le dije que estaba en Dirección, hablando con alguien. Saludó al Señor en el Oratorio y al ver que Lía estaba ocupada le dijo:

-Lía: quiero hablar contigo cuando puedas; ¿qué quieres que haga mientras tanto?"

Lía estaba conmovida, pero se contuvo. Le dijo que fuera planchando ropa del Oratorio.

Había llegado el momento, pensó Lía. Primero se fue junto al Sagrario donde estuvo pidiéndole fuerzas al Señor para llevar a cabo aquella conversación. Mientras tanto escuchó algo que la sorprendió: la voz de Montse que cantaba, sonriente, en el planchero:

Cuando más feliz vivía

sin pensar en el cariño

quisiste que te quisiera

y te quise con delirio.

Y te seguiré queriendo

hasta después de la muerte

que te quiero con el alma

y el alma nunca se muere...

...que te quiero con el alma

y el alma nunca se muere.

"La oía cantar tranquilamente -cuenta Lía-, tanto es así que temí se lo habían dicho tan delicadamente que no había entendido nada".

"Comenzamos a hablar. Procuré aparentar serenidad, aunque no sé hasta que punto lo conseguí, porque Montse me preguntó:

-¿Has llorado, Lía? Bueno, ya sabes que lo sé todo, incluso que me tengo que morir pronto, porque ayer me lo dijo papá...

-¿Y qué, Montse?

-Que estoy dispuesta. Vengo de confesarme y estoy muy contenta.

Me contó lo que le había dicho el sacerdote:

-Me ha dicho que soy una enchufada porque pronto voy a disfrutar de Dios. Fíjate, al principio no me lo parecía y ahora sí... Y estoy muy tranquila y muy contenta. Tengo una gran paz. Y quiero la voluntad de Dios. Recuérdamelo, por si lo olvido: yo quiero la Voluntad de Dios... Y ésta es la segunda entrega que he hecho al Señor. La primera ya la hice.

Me dice mamá que le pida a Isidoro que me cure, pero a ti, ¿qué te parece? Es que armo mucho jaleo, ¿sabes? Unas veces sí pienso que me cure, otras pienso que no, que si el Señor lo quiere, es porque es su voluntad, y cuando me meto en este jaleo que si sí, que si no, le digo a la Virgen que lo arregle Ella como quiera. ¿No crees que es lo mejor?

Luego me contó la conversación con sus padres. Me dijo que se daba cuenta de lo que habían sufrido al hablarle de su enfermedad; y que debían de ser muy santos para que el Señor les pidiera este sacrificio:

-Mamá pensó que yo le diría algo, pero no se me ocurrió nada; sentí un cosquilleo dentro y... sólo pensé que debía ser fuerte.

Me dijo también que habíamos sido tontos por no habérselo dicho antes:

-Pillina: ¡con que lo sabíais y no me lo habíais dicho...! Ya sé que habéis sufrido mucho. Ahora comprendo toda la preocupación que veía aquí y en casa. Antes no entendía nada. Ahora ya sé lo que tengo y estoy tranquila.

Hablamos de la muerte con una gran paz. Le costaba hacerse a la idea:

-Porque, ¿sabes? no me duele nada.

Hablamos también del dolor, que aceptaba 'como una purificación para ir al Cielo'.

-Y estoy dispuesta -continuaba-. Soy una egoísta. ¿Sabes que pedía hasta ahora por mi salud? ¿Verdad que no debo pedirlo?

-¿Y ahora qué pides?

-Pido que se cumpla la Voluntad de Dios, pues yo estaré también mucho más tranquila.

Luego tomó una fotografía de Tía Carmen entre las manos y hablamos de la enfermedad de la que había fallecido. Cuando le dije que había sufrido mucho y que había sido una mujer muy santa, me pidió que la ayudáramos mucho:

-Quiero ser tan valiente como ella.

Le pregunté entonces qué había pensado cuando su padre le dio la noticia y me contestó que lo que había hecho es tomar el crucifijo, besarlo y decir: 'Serviam': te serviré Señor, te seré fiel...

Y añadió: 'Mañana voy a escribir al Padre contándoselo todo, para que me encomiende; y le voy a decir que lo voy a ofrecer todo por el Opus Dei'.

Pero luego se le llenaron los ojos de lágrimas y me dijo:

-...O sea que ahora ya no puedo ser Numeraria, ¿verdad?"

"Se le iluminó la cara cuando le dije: pero Montse, ¿quién te dijo eso? Te queremos Numeraria, y muy santa, además. Por esto hiciste el otro día la Admisión. Me contestó (...):

-Lo seré. Te lo prometo".

"Y la vi con tanta paz, como si hubiese madurado de repente, que le comenté incluso el proyecto que teníamos de que fuera a París. 'Pero mira, Montse -le dije-, de hoy en adelante vamos a encomendar esta labor, aunque tú no vayas a poder ir'".

"¡Esa bendita Comunión de los Santos -escribió Lía por la noche en el Diario- que hace de una niña, una mujer consciente de una prueba dura que el Señor le manda y acepta con toda alegría!"