26 de Junio de 1958. En el Hospital de la Cruz Roja

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

"El 26 de junio -recuerda su madre-, la llevamos al Hospital de la Cruz Roja. Montse estaba un poco asustada mientras esperaba que la llevaran al quirófano: la atemorizaba encontrarse allí sola, con los médicos. Yo le expliqué lo que había experimentado en una ocasión en la que me tuvieron que intervenir.

-Mira, Montse. Entonces yo también me encontré muy sola, muy sola, hasta que me puse a rezar; y de repente tuve la gran seguridad de que Dios estaba a mi lado, dándome ánimos y fuerzas... Reza tú también.

Entró en el quirófano. El doctor quería hacerle una biopsia en la parte afectada del fémur izquierdo, y para eso tuvo que abrirle lateralmente el hueso unos diez centímetros, para facilitarle la circulación de la sangre y aliviarla. Yo me quedé fuera, pasillo arriba, pasillo abajo, esperando, rezando...

Manuel había entrado dentro, y estaba en el quirófano..."

"De acuerdo con el doctor Cañadell, yo me había puesto una bata blanca -explica Manuel Grases- y entré dentro como si fuera un médico. Sin embargo, en un determinado momento, entre análisis y análisis, no me pude contener y le di un beso en la frente a Montse, que estaba dormida sobre la mesa del quirófano, ante la sorpresa de las enfermeras, a las que dije enseguida que era su padre..."

"Cabía aún una pequeñísima probabilidad -prosigue Manolita-, y le pedíamos a Dios con todas nuestras fuerzas que no fuese aquello tan terrible...

Y cuando la trajeron de nuevo a la habitación, mientras se recuperaba de la anestesia, me iba repitiendo:

-Tenías razón, mamá; tenías razón.

Comprendí que Dios la había acompañado en aquellos momentos tan duros.

Llegaron los doctores. El doctor Roca de Viñals le había hecho un análisis de células y el diagnóstico estaba claro. Era un sarcoma de Ewing. Intentaron consolarnos. Nos dijeron que de todos los sarcomas, aquel era 'el más benigno', y que se podían intentar cosas, y etcéteras y más etcéteras...

Era muy duro, pero aceptamos con toda el alma la Voluntad de Dios.

Le dijimos a Montse que tenía un tumor. Pero lógicamente no le explicamos todavía la gravedad de su situación. Lo aceptó muy bien.

Era la vigilia de San Pedro. Recuerdo que estábamos las dos en la habitación del hospital, mientras se escuchaba desde la calle el jolgorio y las risas del barrio que celebraba la verbena.

Y al día siguiente algunas de Llar -con las que Montse debía de haberse ido- se marchaban a París..."

..........

Aquel mismo día, Manolita escribió al Fundador. Ya le había escrito anteriormente y le había que rezase por su hija, para que cumpliera siempre la voluntad de Dios:

"Es la segunda vez que escribo para pedirle que encomiende a mi hija Monserrat, y aunque el origen de la petición es bien diferente, la finalidad es la misma: Que el Señor le haga ver y aceptar Su voluntad, ya que en las mismas fechas que hubiera salido hacia París, a inaugurar una Residencia, le han practicado una biopsia, cuyo resultado ha sido cáncer.

Ruegue por ella, y por nosotros.

Manolita"

"Para mí -cuenta Rosa- la heroicidad de Montse consistió en aceptar con una sonrisa todo lo que Dios le iba enviando, con aquella paz, con aquella serenidad... Y esto no significa que las cosas le dieran igual. Cuando ella entraba 'en materia' en un asunto, cuando se ilusionaba con algo, ponía toda su alma, todo su corazón, toda su mente y toda su vida en aquello...

En este sentido, a medida que su enfermedad se fue agravando, la vi evolucionar, poco a poco. Dejó de ser impulsiva; fue cediendo aquella irreflexión juvenil; y aquellos prontos de mal genio fueron desapareciendo..."

Fueron desapareciendo, pero no por arte de birlibirloque; sino como fruto de una lucha diaria, tenaz y decidida; una lucha con altos y bajos, con sus más y sus menos. Una lucha positiva, de persona enamorada. "Hoy venceré con la Gracia de Dios -decía-; mañana se la pediré de nuevo".

Había comenzado -sin saberlo todavía- su camino hacia lo alto, hacia una montaña cuyo nombre aún ignoraba, hacia un Montseny desconocido, que le iba a mostrar -tras muchos sufrimientos- un paisaje maravilloso.

Estuvieron en el Hospital de la Cruz Roja durante tres días, del 26 al 29 de junio. Las que vivían o iban por Llar, aunque estaban de exámenes, fueron a verla. Una le contó que sus padres le ponían dificultades para vivir en un Centro del Opus Dei y le pidió que encomendase que el examen próximo le saliese bien: era un inconveniente menos que podrían ponerle.

A pesar de sus molestias, Montse no se olvidó del examen de su amiga: nada más llegar le preguntó por los resultados y la animó a rezar para que sus padres la dejaran marchar. Como siempre, confió en la oración: "Es cuestión de que lo encomendemos".

Sus padres disimularon la gravedad del diagnóstico, "tanto que cuando entré en la habitación -recuerda Lía- me dijo Montse: 'nada, Lía, ahora ya sabemos lo que tengo, un tumor, pero pronto me curaré'".

"A los tres días -cuenta Manolita- nos la llevamos del Hospital. Trasladarla desde su habitación al taxi fue muy penoso. Se la veía sufrir. Al llegar a casa se la instaló en la habitación del fondo del pasillo, la que da a la calle París, junto a la imagen de la Virgen de Montserrat".

"Una de esas tardes, a finales de junio, llegué a Llar -recuerda María del Carmen Delclaux- cuando estaban haciendo la oración en el oratorio. Me dio la impresión de que pasaba algo, y me pareció -al verle la cara- que alguna había estado llorando. Seguimos la oración en silencio y al acabar, Lía me llamó a dirección y me lo dijo claramente:

-Montse tiene un cáncer; y los médicos le han dado poco tiempo de vida.

Así me enteré, porque con ella no lo hablé nunca directamente".

Las que iban por Llar se fueron enterando poco a poco. "Hace unos días vivimos con la impresión de lo que nos han dicho de Montse Grases -se lee en el Diario de Llar-. Le han diagnosticado un cáncer en la pierna izquierda. No se le ha dicho nada todavía, pero parece que se le tendrá que decir pronto, pues la cosa va a pasos agigantados".