¡Con lo que le gusta bailar!

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

Mientras tanto, en aquel verano del 56, la vida proseguía plácidamente en Seva. En las tertulias nocturnas se comentaban, al fresco de la noche, los temas de actualidad. La vida política no presentaba demasiadas variaciones; ni la situación internacional ofrecía temas candentes de interés. Las conversaciones derivaban hacia cuestiones más anecdóticas y populares y hacia los temas familiares: los estudios, lo que hacían los hijos de éste, de aquel... Y un día saldría a relucir que Montse, la mayor de los Grases, "con lo que le gusta bailar sola, nunca baila con chicos..."

¿A qué chico, a qué chica joven no le gusta bailar? Sin embargo, era cierto: Montse no bailaba nunca con chicos...

Esa regla general había tenido su excepción: en el jardín de Calella los Grases habían organizado una fiesta de despedida antes de marcharse de allí, y Montse había estado bailando, porque la circunstancia lo requería. Y lo hizo con toda la gracia y el salero de sus quince años. Pero fue algo excepcional: una golondrina que no hizo verano.

Aquella fiesta había tenido cierto sentido de compensación familiar, porque un día, como recuerda su madre, "vinieron ella y su hermano diciendo que habían entrado con un grupo de amigos en un local de Calella donde había baile; pero me contaba éste que Montse no había querido bailar; y nos preguntaba nuestra opinión. Les hicimos comprender que a su edad ni siquiera debieron entrar en ese lugar y que procurasen arrastrar al grupo hacia otras diversiones. No fue preciso repetírselo. ¡Y eso que le gustaba mucho el baile!"

¡Y tanto que le gustaba el baile! Como que era frecuente encontrarla bailando sola en su habitación siguiendo los compases de la radio, donde daban sin cesar los últimos éxitos de Miguel Acebes, como "Cucurrucucú Paloma"; o aquel bolero tan melancólico que decía:

Reloj

no marques las horas...

Sin olvidar, naturalmente, una canción que los radioyentes pedían a todas horas, y que llegó a escucharse hasta en la sopa: "Campanera":

Ay, campanera

que aunque la genteeeee... no quiera,

tú eres la mejor de la mujeres

porque te hizo Dios...

¡su pregonera!