El enigma del Gurri

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

Seva es un pequeño pueblecito de la comarca de Osona, a 663 metros de altitud. Enclavado al sur de la sierra del Montseny, se asoma hacia la extensa plana de Vic. Su población, a mediados de los años cincuenta, era de unos mil habitantes, poco más o menos -1.031 aseguraba el pasado censo de 1950-, que se incrementaban con algunos cientos más durante los meses de julio y agosto, gracias a la afluencia de veraneantes, en su gran mayoría barceloneses.

Durante el verano ofrecía a los forasteros -cansados de respirar asfalto, semáforo y tranvía- sol de montaña, tranquilidad de pueblo y un airecito fresco por las noches que era la gloria. Desde allí se podían hacer muchas excursiones y se celebraban unas buenas fiestas patronales, que tenían lugar, como en gran parte de los pueblos de España, el 15 de agosto: "la Virgen de Agosto". Y contaba además con el aliciente del "Gurri".

¿Quién era el Gurri? ¿Un bandolero? ¿Un nuevo personaje de las películas del Gordo y el Flaco? ¿Un compañero de aventuras de Crispín y el Capitán Trueno? No; el Gurri no era nada más que un arroyuelo sin pretensiones. No era ni siquiera un río; ni siquiera un "aprendiz de río", como el madrileño Manzanares; era algo más modesto: un afluente de segunda del Ter que, desde su nacimiento, al pie del Pla de las Fuentes, bajaba serpenteando tímidamente, haciendo meandros entre hayedos, robledales y pinares, al pie de los campos donde los cazadores aseguraban que había caza menor y con mucha, pero muchísima suerte, algún que otro zorro despistado...

Sin embargo, a los hijos de los Grases la modesta condición del Gurri no les importaba demasiado: mientras fueron pequeños se lo pasaban de primera con su "río" de segunda como se ve en esta fotografía:

La verdad sea dicha, el modesto Gurri cumplía discreta pero eficazmente, su función de "río de recreo". Su cuenca no era precisamente la del Amazonas; pero allí se podía chapotear y experimentar todo tipo de saltos acrobático-acuáticos sobre la espalda del hermano mayor. Y además, no había que quitarle tanta importancia al Gurri: era un río pequeño, pero no era un río normal y corriente: ¡incluso tenía un secreto! ¿Por qué bajaban siempre tan rojas las aguas del Gurri? ¡Ah, ah, eso era un enigma!

Además, bajara el agua roja, azul, amarilla, o verde esmeralda, el caso es que servía para bañarse: ¡cuántas volteretas, cuantas risas, gritos, saltos y chapuzones inesperados soportó mansamente sobre sus espaldas mojadas durante aquellos años el pobre Gurri!