7. SANTIDAD EN EL MATRIMONIO

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

Durante ese periodo, en el verano del 52, el Opus Dei pasó de nuevo, casi rozando, junto a la vida de los Grases...

"Tanto Manolita como yo -explica Manuel- procurábamos desde hacia años vivir una vida cristiana, y habíamos incorporado determinadas costumbres: por ejemplo, íbamos a misa con frecuencia, asistíamos todos los años a Ejercicios Espirituales... pero con lo que hacíamos -nos decían- ya teníamos bastante...

Sin embargo yo sentía en el alma una inquietud, como lo diría, un deseo de hacer más por Dios. Pero ¿cómo? ¿dónde? Nunca había oído hablar del Opus Dei, aunque la Obra de nuevo, como me había sucedido años atrás en Burgos, estaba pasando físicamente a mi lado...

Sucedió lo siguiente: cuando estábamos en Vallvidrera, veíamos con frecuencia a unos señores, alojados en el Hotel Vallvidrera, que paseaban carretera arriba y abajo, junto a la puerta de nuestra torre, camino al Tibidabo. En algunas ocasiones iban charlando con un sacerdote muy alto. Luego supe que se trataba de don Emilio Navarro.

Un día, casualmente, lo comenté con un amigo mío, José Cusó Abadal, y me dijo que posiblemente estaban haciendo un Curso de retiro dirigido por algún sacerdote del Opus Dei.

-¿Y eso qué es?

Me dio una explicación muy sencilla y me comentó que tenía un primo, Juan Bautista Torelló, que era sacerdote de la Obra. De esa conversación saqué la idea de que sólo podían pertenecer al Opus Dei hombres y mujeres célibes.

-¡Qué pena -le dije- que no haya nada parecido para nosotros, los casados!"

No sabía Manuel Grases que las personas casadas podrían formar parte del Opus Dei. Del 25 al 30 de noviembre de 1948, el Fundador había dirigido un retiro espiritual en Molinoviejo, un Centro de Convivencias cercano a Segovia, al que asistieron quince hombres que estaban dispuestos a ser plenamente del Opus Dei dentro del estado matrimonial. Eran el comienzo de una labor que llevaría a miles de hombres y mujeres de todo el mundo a asumir la tarea de santificar su vida familiar y convertir sus casas, como le gustaba decir a don Josemaría, en "hogares luminosos y alegres".

Se confirmaba entonces lo que don Josemaría había dejado escrito en "Camino" muchos años antes y que muchos de esos hombres habían podido escuchar de sus propios labios: "¿Te ríes porque te digo que tienes 'vocación matrimonial'? -Pues la tienes: así, vocación".

Entre esos hombres -que se denominarían miembros supernumerarios- estaba Tomás Alvira, aquél que el Fundador no había querido abandonar durante la travesía de los Pirineos, cuando se encontraba totalmente desfallecido.

El Fundador recordó siempre que estos hombres y mujeres no constituyen una categoría aparte dentro del Opus Dei: todos los miembros de la Obra tienen la misma vocación. A ellos les corresponde vivir esa única vocación en su circunstancia concreta: en su hogar, con su mujer, con sus hijos, en la vida matrimonial que es, como recordaba don Josemaría, "una vocación divina".

"Yo tampoco había oído hablar nunca del Opus Dei -comenta Manolita- y al igual que Manuel, sentía deseos de dar más y no sabía cómo".