¿Una niña excepcional?

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

Como hemos visto, a sus nueve años, Montse Grases no era una "niña prodigio", como Pierino Gamba, aquel niño italiano que vino a España por esas fechas y asombró a todos al ver cómo dirigía una orquesta. Era una niña buena, piadosa, alegre; con sus virtudes y sus defectos: no tenía nada que ver con las heroínas "imperiales" del momento: ni con aquella Antoñita la Fantástica que hacía las delicias de las quinceañeras, ni con ninguno de los "niños santos" de algunos libros de la biblioteca de su padre.

En esa biblioteca Manuel Grases guardaba un ejemplar curioso: un libro antiguo de tapas negras y cantos dorados, con unas letras impresas en oro en la portada y algunas ilustraciones piadosas en el interior, donde se contaba la historia de algunos santos, con el bienintencionado deseo de mover a la emulación...

Con un deseo bienintencionado; pero sólo eso. Porque, en las primeras páginas de esas biografías, se narraba cómo ya en su más tierna infancia algunos de esos santos hacían cosas tan extrañas como no mirar las vidrieras de las catedrales para guardar la vista; y alguno llegaba a más: no mamaba los viernes de Cuaresma.

Estos biógrafos conseguían con exageraciones de este tipo, que más que con lo excelso rayan con lo ridículo -y que son fruto en su mayoría de dudosas leyendas- precisamente lo contrario de lo que pretendían: si buscaban "acercar" a sus jóvenes lectores a la santidad, los hacían correr despavoridos. Porque, ¿quién se plantea, recién salido de la cuna, si es Domingo de Ramos, Miércoles de Ceniza o Viernes de Cuaresma?

Y los escasos lectores que no corrían despavoridos acababan desanimados: porque estos biógrafos mostraban la santidad como algo tan extraño, tan desencarnado de la realidad de cada día, que la volvían difusa, inalcanzable y hermosa, como la luna. Pero tan lejana como ella.

Por el contrario, todo en la vida de Montse nos resulta cercano, cotidiano; familiar casi. En su vida no hay "cosas raras" ni espectaculares. Esto es parte del mensaje de Montse, eco fiel del mensaje del Fundador del Opus Dei: para hacerse santo lo importante es amar mucho a Dios, no hacer cosas raras. Y a Dios se le puede encontrar en los sacramentos, en la oración, en el trabajo, en el trato con los demás, en el deporte...