Una rosa en la noche

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

Como meses antes había hecho Manuel Grases, don Josemaría inició el 19 de noviembre de 1937, tras unas semanas de tensa espera en Barcelona, la peligrosa travesía por las montañas. Tanto él como los que le acompañaban habían calibrado el riesgo que corrían: sabían perfectamente a lo que se exponían si eran detenidos. Algunos eran universitarios, como Pedro Casciaro o Francisco Botella; otros, jóvenes profesionales, como José María Albareda o Tomás Alvira. Se pusieron bajo el mando de un guía. Don Josemaría vestía un pantalón bombacho, un jersey azul de cuello alto y una boina negra, y durante aquellos días se vieron obligados a dormir también, como Manuel Grases y todos los que se "pasaban", en los sitios más inverosímiles.

Durante la noche del día 21 pernoctaron en un lugar que les pareció un horno abandonado, y al día siguiente el Padre parecía muy preocupado, "aunque -recuerda Juan Jiménez Vargas- no dijese nada que pudiera traducir su estado de ánimo. No había dormido en toda la noche. Tan mal estaba que decidió no celebrar Misa en aquel momento (...). Salió de la habitación y al parecer bajó a la iglesia. Al cabo de no mucho tiempo volvió. Su preocupación se había disipado. Aunque no hizo comentarios en este sentido, su aspecto entonces era muy alegre. Llevaba una rosa de madera dorada. Todos sacamos la impresión de que aquella rosa tenía un profundo significado sobrenatural, aunque no hizo ninguna aclaración".

"Es una rosa de madera dorada -explicaba años más tarde el Fundador del Opus Dei-, sin ninguna importancia... Allí, cerca del Pirineo catalán, la tuve por vez primera entre las manos. Fue un regalo de la Virgen, por quien nos vienen todas las cosas buenas".

Hablaría poco en el futuro de este suceso: en parte por humildad -era el protagonista de esas gracias de Dios- y en parte porque no era nada amigo de milagrerías: "Lo único verdaderamente importante, hijos míos -subrayaba con fuerza-, es que Dios nos conceda la fe, la humildad y la fortaleza para ser buenos instrumentos suyos, a pesar de nuestras miserias (...). No busquéis cosas extraordinarias o raras (...). Lo que se sale de los cauces de la Providencia ordinaria no nos interesa".