La quinta del 35

Biografía de MONTSE GRASSES. SIN MIEDO A LA VIDA, SIN MIEDO A LA MUERTE. (1941-1959) por José Miguel Cejas. EDICIONES RIALP MADRID

En Barcelona, el estallido del conflicto había truncado los planes de Manuel Grases y Manolita García, que llevaban varios años de noviazgo y pensaban ya en casarse. Manolita seguía trabajando en el Sindicato de Banqueros y Manuel había terminado la carrera de Técnico Industrial en Mecánica y Electricidad en la Escuela Industrial de Tarrasa cuando le llamaron a filas. "No me ha tocado -pensó- precisamente la mejor época para incorporarme al Ejército...

""Yo era de la quinta del 35 -explica-, de aquella quinta fatal que coincidió con la guerra, y cuando ingresé en Artillería, en el Ejército Republicano, el ambiente ya era muy tenso. Se rumoreaba, mientras hacíamos la instrucción militar y las prácticas de tiro, todo lo que se nos venía encima...

".En la capital catalana se vivía en un clima de gran confusión política y social. "Recuerdo -prosigue Manuel Grases- que unos días antes de la Jura de Bandera me puse enfermo y no pensaba asistir al acto. Pero un compañero vino a decirme todo agitado: 'Levántate, levántate, porque han dicho que no puede faltar nadie'. Me levanté como pude y fui, y vi que se hacía algo muy curioso: no se gritó ¡Viva la República!, como era de esperar, sino ¡Viva! y nada más...

Eso indica la situación de tensión política en la que vivíamos... Por las calles se mascaba el ambiente de la guerra civil. Subían metralletas hasta las sedes de los partidos revolucionarios, por la ventana, a la vista de todos.

Yo seguía enfermo y me volví a meter en la cama. Y al día siguiente de la Jura empezaron los tiros por las calles, los saqueos y los incendios. Recuerdo que vi desde la ventana de mi cuarto de la pensión SIDUR, en la calle Clarís, cómo quemaban el convento de las monjas de Lestonnac y como se alzaban las humaredas sobre el cielo de Barcelona...

Cuando me encontré mejor, y tuve que incorporarme, aproveché mis antecedentes de tuberculoso para ir sometiéndome a sucesivas revisiones en el Hospital Militar, intentando lograr la inutilidad. Mientras tanto, seguían los asesinatos y los actos sacrílegos... No se me olvidará nunca la escena que vi en el Convento de las Salesas del paseo de San Juan: habían desenterrado los ataúdes de las monjas y habían puesto las momias, al aire libre, alineadas en el jardín. Mientras tanto, yo seguía alistado en el Ejército Republicano. Y no sabía qué hacer...".