Ha muerto Paco Zorzano. Preocupación por Rafa, enfermo

Biografía de ISIDORO ZORZANO LEDESMA. Ingeniero Industrial. (Buenos Aires, 1902-Madrid, 1943) por José Miguel Pero Sanz.

Don Josemaría pone unas líneas para comunicar a Zorzano la llegada de los fugitivos. A la vez, por otro lado, Isidoro recibe una triste novedad: acaba de saber que su hermano Francisco, capitán ya en el ejército «nacional», murió a primeros de año, en acción de guerra. Pide sufragios por su alma: «Dada la amistad que Vd. tiene con Mr. Emanuel y su Madre, le ruego se lo comuniquen como igualmente a la familia».

La noticia ha tardado casi año y medio en llegar; además, con la fecha equivocada, pues Paco no cayó a principios de 1938 sino el 12 de julio de 1937, en la batalla de Brunete, cerca de Madrid. Isidoro informa también a los miembros de la Obra que andan por la zona republicana, y pide oraciones por su hermano. Era buen cristiano, pero el ingeniero lamenta no haber tenido más ocasiones de ayudarle a incrementar su sentido sobrenatural de la vida. Debe incluso rechazar la ocurrencia de que tal vez hubiera sido preferible su propia muerte. En cualquier caso, considera inoportuno decir nada, por el momento, a doña Teresa, Salus y Chichina. Lo hará unos meses más tarde. «No lo quise decir en casa pues, dado el estado de debilidad de mi madre y hermanas [...], no estaban en condiciones de sobrellevar esta noticia».

Tras la marcha de los «hondureños», Isidoro tiene menos hijos del Padre a quienes cuidar. Y esos pocos andan desparramados.

Rafael Calvo Serer está en Valencia, declarado «inútil total» en el ejército republicano como consecuencia de una afección pulmonar. Ha pasado un verdadero calvario, de hospital en hospital.Isidoro ha sufrido mucha inquietud por él —«¡Cuánto está pasando este pobre chico, solo y enfermo!»— y se queja cariñosamente cuando tarda en escribir: «No hay derecho a que me tengas intranquilo por tu suerte y enfermedad». Mantiene informados al Padre y a los demás sobre la salud y andanzas de Rafa. Reza y pide oraciones por el enfermo, a quien hace llegar los alimentos que necesita para restablecerse. También le dirige, una y otra vez, palabras de aliento y exhortaciones para que santifique sus dolencias: «[...] Me figuro que estarás bien atendido; no obstante, procura cuidarte lo mejor posible, pues esas lesiones cogidas a su debido tiempo no tienen trascendencia.

»Me hubiera gustado que tu traslado hubiese sido a algún hospital de ésta, pues tendríamos la satisfacción de tenerte a nuestro lado [...].

»A D. Manuel le hablo continuamente de ti y, como constantemente nos da pruebas de su afecto y cariño, no nos debemos preocupar en absoluto por nada; la única preocupación debe ser el no caer en su desgracia y el corresponder a sus atenciones. Aprovechemos, pues, las ocasiones que nos brinda para adquirir méritos a favor suyo».

El resultado de sus oraciones, de sus muestras de afecto y de sus atinados consejos, es que Rafael, en medio de su tribulación, conserva el buen espíritu y persevera en su vocación.