Apostolado con parientes. «Tres ramos de rosas» por Pepe. Confianza en Dios

Biografía de ISIDORO ZORZANO LEDESMA. Ingeniero Industrial. (Buenos Aires, 1902-Madrid, 1943) por José Miguel Pero Sanz.

Su sentido apostólico, en efecto, hace que Isidoro cultive la vida cristiana, entre quienes lo rodean. Así, por ejemplo, a la hija del tío Juan José, cuya familia pasó dos o tres meses en casa de los Zorzano, le enseñó a rezar el Rosario, con sus misterios y letanías.

También Salus Zorzano comprueba el sentido sobrenatural de su hermano. Fernando Munárriz, el marido de Salus, ha sido detenido. Salus e Isidoro son llamados alguna vez a declarar. Por el camino, muy nerviosa, la hermana no cesa en sus recomendaciones: «Tienes que pensar en lo que vas a declarar; qué vas a contestar; dónde me dirás que trabajas...». Isidoro sonríe y le dice: «Habla menos y reza más». El ingeniero, que ha hecho leer a su hermana la «Historia de un alma», concreta: «Encomiéndate a Santa Teresita y ella te inspirará lo que debes decir». Pero Salus no se tranquiliza: «Sí, ¡encomiéndate a Santa Teresita! Pero ¿qué vas a contestar?». El hermano repite, con toda paz, su consejo: «Habla menos y reza más».

El ingeniero transmite a los demás su confianza en la oración: «Ahora que se nos presentan tantas dificultades —escribe a Paco Botella— es cuando debemos convivir más tiempo con D. Manuel, contarle hasta nuestras pequeñeces, todo absolutamente; hacerle nuestro confidente y demostrarle, de todas las formas que podamos, nuestro amor y cariño».

Del Fundador ha aprendido que la vida interior es también el único medio de sobreponerse al conformismo frente a las circunstancias, en espera de que cambie la situación. Es un peligro del que alerta Isidoro a los amigos manchegos: les anima a que aprovechen bien el tiempo y a «estar cada día más cerca de D. Manuel; [...] tenerle presente para que, de esta forma, en vez de ser dominados por el medio ambiente, seamos nosotros los que lo transformemos, dándole nuestro sello».

Desde mediados de junio (1937) Isidoro aconseja, en sus cartas, el recurso a un nuevo intercesor: «Pepe Isasa que, por estar con D. Manuel y haber visto de cerca nuestras necesidades, será nuestro mediador». Se trata de un miembro del Opus Dei, cuyo fallecimiento, en la zona nacional, se acaba de conocer. De parte del Fundador, Zorzano pide a los de Levante y Daimiel sufragios por su alma: «El abuelo me dice: comunicad a mis nietos que lleven tres ramos de rosas (que recen tres rosarios) a la madre de D. Manuel, de parte de Pepe; y que, si pueden, almuercen con este buen amigo (que ofrezcan algunas comuniones)».

El Padre ha contagiado su fe a Isidoro. Desde que don Josemaría le habló del Opus Dei, en agosto de 1930, Isidoro sabe que es cosa de Dios y, por consiguiente, no le cabe la menor duda de que su labor en servicio de la Iglesia será una realidad: pronto podrán todos «trabajar con más intensidad y eficacia que antes [...]. Ahora vivimos de ilusiones y proyectos, todo ello fantástico a primera vista, pero que pueden muy bien convertirse en una realidad palpable dentro de muy pocos años».

Ahora bien, todo ese futuro presupone una condición: que el Fundador sea puesto a salvo.