Búsqueda y distribución de alimentos

Biografía de ISIDORO ZORZANO LEDESMA. Ingeniero Industrial. (Buenos Aires, 1902-Madrid, 1943) por José Miguel Pero Sanz.

En el Madrid asediado se decreta el racionamiento de alimentos que, lógicamente, sólo se distribuyen a la población debidamente documentada y cuya presencia en la capital es legal. Por otro lado, las raciones oficialmente anunciadas son más bien teóricas. Falta el pan. Y tanto la leche como las verduras, el pescado y la carne se consideran productos farmacéuticos, que son expendidos con receta médica.

En esta tesitura, Isidoro debe alimentar muchas bocas, que no están previstas por los suministros gubernativos. A medida que avance la guerra, Zorzano irá desarrollando una notable habilidad para conseguir víveres por los más variados caminos: cuarteles, instituciones benéficas, etcétera.

Su propia cartilla de racionamiento le permite adquirir algunos productos en las Mantequerías Rodríguez. Por otro lado, cuando la Embajada de Argentina establece un economato para sus ciudadanos, Isidoro se inscribe inmediatamente; y no sólo él: «En mi propia cartilla he incluido a Dª Lola y Carmen» —la madre y la hermana del Fundador— «como familiares». Pero, de momento, las provisiones más apreciables llegan por vía de relación personal.

A través de un conocido, Zorzano adquiere víveres en el economato de la cárcel de San Antón.

Pedro y Paco —desde Levante, donde hay más facilidad para conseguir alimentos y otros productos— hacen envíos frecuentes a casa de Isidoro, que agradece: «Acabo de recibir un paquete muestra con café, queso y embutido: ha llegado admirablemente. Muy agradecidos todos». Les indica cuáles son las necesidades más perentorias: «En tu próxima expedición podrías enviar lo que por aquí nos falta más, que son: judías, garbanzos, lentejas, latas de sardinas y tomate y, si pudiese ser, mermelada y leche condensada en polvo [...] amén de los embutidos que puedas. Perdóname que te escriba una carta tan materialista...».

Otro conducto, por el que llegan los paquetes más sustanciosos, es una familia de Daimiel (Ciudad Real) amiga del Beato Josemaría. Mandan garbanzos, patatas, habichuelas, botes de leche, arroz, harina, jamón, etcétera. Isidoro les escribe agradeciendo los envíos. Resulta conmovedora la correspondencia del señor ingeniero: «Me figuro que habrás recibido una carta mía, que la escribí el mismo día que recibí los garbanzos; como te decía, llegaron admirablemente. Hace tres días me trajeron las patatas en perfecto estado; las habichuelas y los botes de leche no se han recibido todavía. Como ves, lo más rápido es lo del ferrocarril. No obstante, enviadlo como os resulte más cómodo.

Os lo agradecemos infinito, pues casi hay que comer por correspondencia, por no disponer aquí de nada. Como son muchas las extorsiones que os estamos originando, me permitiréis que os anuncie un giro de 100 pts.

Por si no habéis recibido mi anterior, os diré que lo más necesario son: judías, lentejas, garbanzos, leche condensada o en polvo, harina, chocolate y jabón, tanto de lavar como de tocador, porque como no hay tenemos que ser sucios a la fuerza».

Cuando las necesidades están cubiertas, aunque sea de modo transitorio, Isidoro —por indicación del Fundador— escribe a los levantinos y a Daimiel para que interrumpan los suministros: «Ayer me habló el abuelo de la cuestión de los comestibles y me encarga que os escriba es profeso: que bajo ningún concepto volváis a mandar nada más por ahora».

La primera preocupación de Isidoro es atender al Padre y a quienes con él pasan hambre. ¡Con cuánto dolor anota el ingeniero en su diario: «Necesitan alimentos, pasan hambre y, sin embargo, no tenemos absolutamente nada que llevarles»!.

El Fundador agradece los desvelos de Zorzano por los refugiados, pero tiene muy presente la situación de sus hijos que andan por la calle: «Primero, en cuestión de alimentos, debéis ser vosotros: para aquí, lo que realmente no necesitéis. ¿Está claro?». Cuando en el consulado hay de comer, prohíbe a Isidoro que lleve nada. Más aún, incluso hace llegar a los de fuera productos que proporcionan en Honduras: por ejemplo, chocolate y pan.

Con las provisiones que recibe, Zorzano atiende también a las familias, necesitadas, de los miembros de la Obra, incluida la suya propia: «Se han recibido de Valencia 2 kgs. de jamón y un bote grande de albaricoque al natural [...]. Hice cuatro partes iguales para Dª Lola, casa Ricardo, Miguel y mi familia». El Padre le señala que asista, igualmente, a los Jiménez Vargas: «Si les podéis enviar algo de comida, yo lo agradezco como hecho a mí mismo».

La madre y las hermanas de Isidoro están sorprendidas con sus idas y venidas —apenas para— y con ese trasiego de paquetes. Probablemente esperan que en la casa no faltará de nada. Ellas, ciertamente, reciben su parte; pero no más. Uno de los refugiados en Honduras recordará cómo «costaba el que [Isidoro] se quedase con algunos de los víveres que se agenciaba o recibía porque, con una extrema generosidad, quería que todos fueran para nosotros».