Verano de 1933: Junta diocesana de Acción Católica. Jubileo en Roma.

Biografía de ISIDORO ZORZANO LEDESMA. Ingeniero Industrial. (Buenos Aires, 1902-Madrid, 1943) por José Miguel Pero Sanz.

Desde los tiempos de León XIII y Pío X, la expresión «acción católico» se utilizaba para designar, más o menos, lo que posteriormente se ha llamado «apostolado seglar». Con Pío XI la fórmula toma carácter institucional, de nombre propio escrito con mayúscula: Acción Católica, concebida como una organización con afiliaciones formales y cuadros directivos. El Papa había exhortado a su constitución en España.

Para establecerla en cada diócesis se convocó a los fieles más destacados por su acción católica, en sentido clásico. El Obispo de Málaga, en el exilio, piensa —claro está— en Zorzano quien, tras comentarlo con don Josemaría, acepta su nombramiento como Tesorero.

La reunión constitutiva, el 16 de julio, resultó movida. Isidoro la refiere, con dejes de atestado policial:

«Reunidos en número de 16, dimos comienzo a la sesión con la lectura de una carta del Sr. Obispo, relativa al acto que se estaba celebrando [...]». La sesión tenía lugar en las dependencias del Palacio episcopal que menos habían sufrido cuando los incendios.

Iban por la segunda línea, «cuando se presenta el 2º Comisario de Policía, con una legión de los mismos, comunicándonos que, por ser una reunión clandestina, quedábamos todos detenidos».

Le muestran el reglamento, presentado días antes al Gobernador, y le indican que no han pedido autorización «para celebrar dicha reunión, porque las leyes vigentes autorizan a reunirse sin dicho requisito, cuando el número de personas congregadas es inferior a veinte». Y ellos han tenido la prudencia de sólo citar a diez y seis.

«Dándose cuenta de la plancha, nos dijo que habían visto salir a varias personas. Como era inexacto, le manifestamos que midiese las palabras que pronunciaba, porque estaba hablando con caballeros. Nos dijo que él también se consideraba tal y que, dado el giro que tomaba el asunto, era conveniente que le acompañásemos a la Comisaría». Los presentes ruegan que se dispense a las damas de tal molestia.

«Nos dio media hora de plazo para ir, independientemente, previa la toma de nuestros nombres». Isidoro escribe: «Antes de ir hice una visita al Santísimo».

En la Comisaría, «nos tuvieron desde las cinco y cuarto hasta las siete y cuarto. Total, dos horas». Para aprovechar el tiempo, «se terminó la lectura de la carta y se dio lectura de la Junta, en dicha Comisaría, quedando por ende allí constituida». Mientras tanto, «el Comisario, persona de juicio y ecuánime, consultó el caso con el Gobernador, con objeto de arreglar la plancha, tomando la determinación de dejarnos en libertad, en vista de que no había penalidad». Zorzano advierte que volvió «a visitar al Santísimo, en acción de gracias».

Pero julio es caluroso en Málaga y todo el que puede se marcha. Por motivos ajenos a la climatología, también Isidoro viajará este verano de 1933: a Roma, donde Pío XI ha proclamado un Jubileo especial, para conmemorar los 19 siglos de la Redención.

El Fundador del Opus Dei ha encendido en sus hijos el amor al Sucesor de Pedro: «[...] Me gusta que seas muy romano», escribirá en Camino. «Y que tengas deseos de hacer tu ‘romería’, ‘videre Petrum’, para ver a Pedro». Zorzano consigue que Antonio Lorenzo, socio de la Excursionista, comparta sus «enormes deseos de ganar el Jubileo».

El 24 de agosto los dos amigos zarpan de Gibraltar en el transatlántico Rex. Isidoro toma fotografías y redacta un diario de la peregrinación. Navegan a Nápoles, donde visitan Pompeya y el Vesubio.

El día 28 ya están en Roma. Lo primero de todo es visitar las cuatro Basílicas mayores y ganar el Jubileo. Luego vendrá lo demás: el Coliseo, las Catacumbas de San Calixto... Isidoro vio de pequeño la película Quo vadis y, de mayor, ha leído la peregrinación romana de Santa Teresita. Ahora se conmueve cuando, «en su propio ambiente», evoca «la vida de los primeros cristianos», a los que profesa particular devoción, aprendida del Beato Escrivá.

Don Josemaría le ha encargado comprar una talla de San Pedro, sedente, lo más grande posible. Zorzano recorre tiendas y almacenes: no se fabrican de madera. Consigue una figura, más bien pequeña, metálica. Los ojos expertos de Isidoro advierten «la mala confección de todos los objetos metálicos que fabrican; contrasta extraordinariamente el gusto exquisito que tienen» para otros trabajos.

Pío XI bendecirá la imagen. Unos sacerdotes catalanes, hospedados en el mismo hotel, indican a Isidoro y a su amigo el modo de incorporarse a un grupo que será recibido por el Santo Padre. Zorzano es el primer miembro del Opus Dei que ve a un Papa.

Ya en Málaga, cuenta las impresiones y no acaba.