Progreso interior. Atención a Barredo, en Linares. Viaje de prácticas.

Biografía de ISIDORO ZORZANO LEDESMA. Ingeniero Industrial. (Buenos Aires, 1902-Madrid, 1943) por José Miguel Pero Sanz.

Pese a la consideración de que goza en Málaga, en 1933 reverdece la comezón de Isidoro por trasladarse a Madrid. Está persuadido «de que este año se realizará dicho deseo». Pero la Providencia tiene otros planes: conviene que Zorzano permanezca en Málaga para cuidar de algunos miembros del Opus Dei, más recientes, que andan por Andalucía.

Con la gracia de Dios y la solicitud de don Josemaría, Isidoro va progresando. La vida interior y la fidelidad a prueba de bomba le capacitan para servir a sus hermanos más jóvenes. El Fundador le pide que visite a José María González Barredo quien, tras pedir la admisión en el Opus Dei, ha regresado a su Instituto en Linares.

El cometido presenta sus dificultades: «He estado viendo las combinaciones ferroviarias para ir a ver a González a Linares, resultando que tardo más tiempo en ir a dicho punto que a Madrid». Pero no dejará de visitar al químico, a quien previamente anuncia su llegada y adelanta consejos de tipo espiritual: «Es necesario que nos demos por completo a Él». Como escribe a un científico, emplea imágenes matemáticas: «Una suma de mortificaciones infinitamente pequeñas, del orden diferencial, y la integral de la expresión diferencial de la mortificación, la santidad».

Durante sus estancias en Linares se hospedará en el hotel donde vive José María. Charlan, pasean y rezan juntos. Isidoro enseña a Barredo las «Preces» que, con textos de la Escritura y de la Liturgia, ha preparado el Fundador. Al químico le conmueve la devoción, sin precipitaciones, con que Zorzano invoca a la Santísima Trinidad o dice las plegarias por el Papa y por el Obispo diocesano. El ingeniero le habla con cariño del santo Prelado a quien echaron de Málaga y abre a José María horizontes de servicio a la Iglesia: cuando la Obra ponga a disposición del Santo Padre el apostolado ejercitado, por ingenieros y otros profesionales, en todos los países del mundo —Alemania, Estados Unidos...—, incluidos Rusia y aquellos en que ahora solamente los misioneros propagan la fe.

También hablan de temas profesionales y literarios: Barredo se entera, incidentalmente, de que Zorzano ha leído las obras del doctor Marañón.

José María debe hacer un viaje de estudios con sus alumnos del Instituto. Como Zorzano tiene alguna experiencia, pues ha viajado en marzo a Sevilla con sus propios discípulos, elaboran juntos un programa tan perfecto, que la Junta del Instituto lo acepta sin modificar nada.

La expedición tendrá su centro de gravedad en Málaga. Allí visitarán el pantano del Chorro, que Isidoro conoce como la palma de su mano; algunas industrias típicas, por ejemplo azucareras; y el nuevo Instituto de segunda enseñanza, notable por sus laboratorios. Esta visita encierra buena dosis de picardía: el Instituto se aloja en el que, hasta hace poco, fue colegio de los jesuitas, expulsados y expropiados. Los visitantes avispados calibrarán la magnitud de la injuria sufrida por la Iglesia y la calidad de sus centros. Todo marchó sobre ruedas.

Donde hubo, en cambio, problemas fue en la toma de posesión de la nueva Junta diocesana de Acción Católica.