Por fin, ingeniero industrial

Biografía de ISIDORO ZORZANO LEDESMA. Ingeniero Industrial. (Buenos Aires, 1902-Madrid, 1943) por José Miguel Pero Sanz.

Los alumnos de sexto de ingenieros realizan su viaje de prácticas, que —siendo el de fin de carrera— va más allá de las fronteras: visitan Suiza y Francia.

Con este motivo se repiten las situaciones del año anterior en Asturias. Calixto García se referirá a estos viajes «donde por fuerza todos debíamos convivir más estrechamente, pero no recuerdo que en ninguno de ellos Isidoro se saliera nunca de su norma de vida, sin que por otra parte fuera nunca el compañero molesto que tratara de ponerse de ejemplo de los demás». Otro de los participantes en la gira europea será más concreto: «Durante el viaje por el extranjero (Francia y Suiza) de fin de estudios y en las poblaciones que se prestaban a diversión, como Ginebra o París, no recuerdo que asistiera a teatros más o menos libres, ni a salas de fiestas o bailes».

Sus condiscípulos insistirán en que Isidoro «no era ñoño, de ésos que molestan tanto». Y atribuyen aquella rectitud a su sentido religioso de la vida. Están en lo cierto, pues Zorzano es hombre creyente.

Un compañero de promoción, luego sacerdote, indica que a Zorzano «jamás se le conoció un vicio, ni alardear de desviaciones en su recta moral». Pero, con apreciar su rectitud, puntualiza: «No recuerdo haber tenido con este buen amigo y compañero ninguna conversación espiritual». Otro señalará que Isidoro «no presumía de las cosas religiosas», aunque pondera «su profundísimo sentir religioso, íntimo y sin ostentaciones».

Pese a que no habla de asuntos religiosos, atribuyen a Zorzano una fe honda. Quizá sea por el tono cristiano que destilan su persona y comportamiento. Sin que lo pregone, no faltan otros indicios que abonan esa convicción: por ejemplo, sus colegas, siempre que coinciden con él en domingo, lo ven asistir a Misa (cosa que no hacen muchos de ellos). Así, un compañero, cuando menciona la ausencia de Isidoro a las juergas habituales, escribe en tercera persona: «Si esto obedecía a un espíritu religioso elevado no le consta» —al propio declarante— «pues, si bien sabe que el Sr. Zorzano cumplía todos sus deberes religiosos, nunca hacía ostentación de ello».

El más severo entre los jueces de su vida espiritual será el propio Isidoro cuando, dentro de unos años, escriba: «Mi espíritu cristiano era, desgraciadamente, muy restringido, limitándose casi exclusivamente a cumplir los mandamientos de nuestra Santa Madre Iglesia y algunos de la Ley de Dios». Sus prácticas habituales son, pues, la Misa de los domingos; los ayunos y abstinencias fijados; confesión y comunión de vez en cuando; y, esto también, algunas oraciones a la Santísima Virgen, todos los días. En cualquier caso, su sentido religioso es superior al de la mayoría de los colegas.

De todas formas, lo que ahora reclama su mayor atención es preparar los exámenes finales. Como cabía esperar, tampoco esta vez habrá contratiempos ni brillanteces. Ya es ingeniero industrial.

Los flamantes graduados en Madrid acudirán, juntos por última vez, a los estudios de Alfonso (calle de Santa Engracia), para la fotografía de la promoción. En un salón rococó, adornado con relojes, jarrones y figuritas, aparecen los 30 neo-ingenieros, perfectamente peinados —Isidoro con el pelo todavía ondulado— y de tiros largos: camisas y corbatas —algunas de lazo— última moda, pañuelos que asoman generosa y displicentemente por los bolsillos de las americanas... Unos de pie; otros sentados en divanes, butacas, taburetes y sillas de estilo; algunos, sobre la gruesa alfombra del suelo. Se aprecia la corta estatura de Isidoro, que aparece de pie en la fila superior. Pertenece a la minoría que viste chaleco bajo la chaqueta; y lleva ya las gafas que, salvo rarísima excepción, mostrará en todas las fotografías a partir de esta época.

El mismo año se graduaron cuarenta y cuatro jóvenes en Barcelona y dieciséis en Bilbao. Casi cien ingenieros, cuya inmediata preocupación será encontrar un trabajo que les compense por los largos años de carrera.