El Banco Español del Río de la Plata

Biografía de ISIDORO ZORZANO LEDESMA. Ingeniero Industrial. (Buenos Aires, 1902-Madrid, 1943) por José Miguel Pero Sanz.

A comienzos del nuevo curso (1923-1924), algunos compañeros notan a Isidoro preocupado. En efecto, tiene serios problemas: concretamente, de carácter económico.

Según queda dicho, el patrimonio familiar, ganado trabajosamente por Antonio Zorzano en Argentina, estaba invertido —como el de otros muchos antiguos emigrantes en aquel país, regresados a España— sobre todo en el Banco Español del Río de la Plata. Se trataba de una entidad financiera sólida, fundada en 1886. Hacia 1920, aparte de sus 37 sucursales argentinas, operaba en Montevideo, Río de Janeiro, Londres, París, Hamburgo, Génova y Amberes. Por su función de puente con «la madre Patria», estaba particularmente afincado en España, donde contaba aproximadamente con una docena de sucursales. En 1918 se había inaugurado su magnífica sede madrileña, en la calle de Alcalá esquina Barquillo.

El agosto de 1923 cada una de sus acciones había devengado 6,69 pesetas, como dividendo complementario al repartido en enero. Pero la cotización bursátil de esos valores inicia precisamente en agosto un descenso sin remonte. Los negocios del Banco marchan mal. Es claro que en 1924 no habrá dividendo y cunde la inquietud entre los inversores españoles.

El 14 de diciembre se publicaba la convocatoria para una «asamblea general extraordinaria de señores accionistas», que se ha de celebrar en Buenos Aires el 2 de febrero, y cuyo orden del día incluye los siguientes puntos: «1º Reducción del capital actual. 2º Aporte de capital preferido. 3º Reforma de los Estatutos. 4º Consideración de la renuncia de los actuales Directores y Síndicos y elección de los reemplazantes». Isidoro y sus hermanos prefieren no hablar del asunto en presencia de mamá.

El acuerdo que toma la junta de accionistas (2 de febrero, 1924) es reducir el capital de cien millones de pesos a veinticinco, entregando una acción «ordinaria» por cada cuatro que tuvieran los accionistas; y, al mismo tiempo, crear un capital de otros veinticinco millones, en acciones «preferidas».

Como justificaciones para el desastre, se alude a los efectos de la crisis postbélica —de la Primera Guerra Mundial— y a la epizootia de glosopeda que sufre el vacuno argentino, para el que se han cerrado los mercados europeos. Se dice que algunos especuladores poco escrupulosos han aprovechado la coyuntura para forzar la caída de las acciones. Las explicaciones parecieron insuficientes a muchos accionistas. El Directorio reconoció «que ha habido grandes errores en la dirección y manejo de los negocios del Banco» y será substituido casi por completo.

La operación «de acordeón» se traduce en una pérdida para los antiguos accionistas, mientras que los beneficiarios de la pirueta serán los compradores de las nuevas acciones «preferidas»: por un precio razonable disfrutarán la recuperación del Banco, saneado a costa de los antiguos.

Para los Zorzano, como para muchos otros indianos, el descalabro significa la pérdida de casi todos sus ahorros, cuyas rentas constituían la principal fuente de ingresos.