¡Patos al agua!

Francisco Ponz. MI ENCUENTRO CON EL FUNDADOR DEL OPUS DEI. Madrid, 1939-1944

Bajo el impulso del Padre, la labor de apostolado y proselitismo en Jenner creció notablemente, y el número de cursos de formación se multiplicó. Aumentó también su labor de dirección espiritual con hombres y mujeres, jóvenes o profesionales, estudiantes o trabajadores. Además, con frecuencia iba a otras ciudades en las que comenzaba el trabajo apostólico, o dirigía ejercicios espirituales a sacerdotes a petición de algunos obispos. El Padre vio que era indispensable dejar ya en otras manos los cursos de formación, y encargó a algunos mayores que los dieran ellos. Esto debió de ocurrir hacia febrero de 1940. Con motivo de este encargo y de otros parecidos, al ver el Padre la cara de susto que ponían quienes los recibían, solía comentar que había que aprender a hacer esas cosas poniéndose a hacerlas, como los patitos aprenden a nadar cuando son lanzados al agua, sin pretender que aprendan en seco. Por eso, era el momento de decir a algunos de sus hijos: "¡Patos al agua!". Si, para descargar tareas, el Padre hubiera esperado a que sus hijos se sintieran capaces de hacerlas, nunca lo habría hecho. También encomendó a algunos mayores, sobre todo a Álvaro, los medios de formación para los recientes en la Obra.

De acuerdo con lo que me había sugerido el Padre al pedir la admisión en la Obra, en febrero empecé a charlar todas las semanas con Álvaro. Me fue enseñando el modo de vivir las normas de piedad, cómo practicar mejor las virtudes cristianas y humanas en las circunstancias en que yo me desenvolvía, y cómo acercar a Dios a mis compañeros de estudio. Yo procuraba abrir mi corazón para que me ayudara en mis dificultades y le pedía consejo para mi vida espiritual y el apostolado. Nunca le vi enfadarse por mis errores o torpezas: siempre me alentó de modo positivo a mejorar. Hablar con él llenaba el alma de paz y movía a ser fiel a la entrega.

Álvaro tenía unos cinco años más que yo, y llevaba en el Opus Dei desde el 7 de julio de 1935. Durante su preparación para el ingreso en la Escuela de Ingenieros de Caminos se había hecho Ayudante de Obras Públicas, y cuando nos conocimos estaba terminando Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos, la carrera que por entonces se consideraba más difícil. Era ya hombre maduro, humana y espiritualmente, con una bondad muy atractiva. Resultaba fácil tener hacia él consideración y a la vez confianza. Se daba cuenta enseguida de los problemas de los demás y centraba las cuestiones sin necesidad de muchas explicaciones. Tenía un fino sentido del humor, quizás por su ascendencia mejicana. Pronto me di cuenta del gran sentido sobrenatural de Álvaro y de su plena identificación con el Fundador del Opus Dei y con su espíritu. Desde hacía al menos un año, el Padre contaba con él de un modo singular y ya en aquellas fechas de la primavera del 40 era para nosotros "el segundo": la persona de referencia, después del Padre, para resolver cualquier duda sobre el espíritu del Opus Dei.